Capítulo 27

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Abro los ojos y veo como un tenue rayo de luz atraviesa la habitación. Me sentro en el peso localizado sobre mi cintura, me doy media vuelta y puedo ver a un Aaron completamente dormido con unos cuantos mechones cortos color castaño cubrir su rostro, no puedo evitar sonreír para luego acomodar su cabello. Me levanto lo más sutilmente posible para no despertarlo, recojo mi ropa y me visto para luego salir de la habitación.

Una vez llegó a la habitación que comparto con Aaron, tomó mi teléfono y busco el número de papá para llamarle. Tras unos cuantos segundos de espera contesta diciéndome:

-Tesoro. ¿Cómo estás?- interroga con voz alegre.

-Bien papá. Oye, ¿hoy puedo visitarte?- interrogó como niña pequeña cuando preguntaba si podía comer un caramelo.

-Pero qué pregunta, por supuesto que sí. Siento que ya es una vida desde que no veo a mi pequeña- dice en tono de anciano recordando su época de juventud.

-Lo dices como si hubiera pasado un milenio- digo riendo.

-¿Te estás burlando de mi jovencita?- interroga como si fuese a reprenderme.

-Quizá sí, o no- hago una breve pausa- por cierto, ¿puedo llevar a un amigo?- digo a lo que él se queda en silencio.

-Sí..., por qué no. Tesoro tengo que colgar, te espero dentro de dos horas, te quiero- dice para luego cortar la llamada.

No se por qué sentí algo raro en esa última frase. Sacudo mi cabeza un poco para sacar ese pensamiento que mi cabeza, me levanto y busco algo de ropa en el armario. Tomo unas zapatillas color negro, unos jeans y un top blanco tipo corset. Tras una ducha rápida me visto y arreglo mi cabello en una coleta baja, pues el largo no me permite recogerla arriba sin que todo mi cabello se me venga por los ojos. Pará terminar me pongo mis lentes y no quedarme más ciega de lo que ya estoy y bajo las escaleras.

De camino a la cocina veo a una de las mucamas quien al verme queda con el rostro rojo cual tomate, baja la cabeza y huye del lugar. A pesar de hacerme una idea de por qué actúa así opto por no prestarle atención. Sigo mi camino a la cocina y una vez llego, me pongo un delantal que estaba a la mano y comienzo a preparar masa para panqueques junto con algo de café latte y dos bowls de fruta.

De repente el recuerdo de Thomas vuelve a mi mente, siento como lentamente mis ojos se llenan de lágrimas; no voy a decir que ya lo olvide, pues me estaría mintiendo a mi misma, aún me duele lo que hizo, y quizás nunca se lo pueda perdonar... pero eso no es lo peor, lo peor del asunto es que a pesar de todo quiero lo mejor para él, es como si mi mente se dividiera en dos partes, una la cual ya aceptó que está la posibilidad de que nunca me hubiese amado como había dicho y la otra que se niega a creer que él pudo ser así de cruel y para colmo de males... que aún lo "ama" si es que se puede llamar de esa manera. Me equivoque con él, y no quiero volver a equivocarme de esa manera. Dejo que unas cuantas lágrimas escurran, extrañamente este no es un llanto de tristeza, sino de impotencia y un poco de rabia.

Y si lo pienso bien, esto es culpa mía por confiar de llano. Y lo estoy volviendo a cometer ese error con Aaron; y se que si no tengo cuidado,volveré a salir herida.

Escucho la puerta de la cocina abrirse dejándome ver a un perfectamente arreglado Aaron quién me mira con una sonrisa dibujada en los labios. Se acerca un poco más a mi para luego saludarme con una abrazo y un suave beso en la frente.

-¿Qué cocinas?- interroga aún con sus brazos rodeando mi cuerpo.

-Comida- respondo obvia.

-Eso puedo ver- dice poniendo los ojos en blanco.

Yo suelto una pequeña risilla para luego hablar con él sobre mi visita a la casa de mi padre.

-Muy bien, solo ten cuidado- dice Co una sonrisa en los labios.

-De hecho, mi padre nos espera a ambos- digo de forma que Aaron me mira confundido.

-Desayunamos y nos vamos- agrego comiendo una fresa del bowl.

Tras acabar de desayunar y lavar entre los dos los traste, Aaron va por unos abrigos para luego subirnos ambos a la camioneta del día en que lo conocí. Le doy la dirección y se pone en marcha; tras unos buenos minutos de camino entre risas oigo un mensaje llegar a mi teléfono. Lo sacó de la bolsa y puedo ver que es un mensaje de texto proveniente de un número desconocido, dudo por un momento el abrirlo, pero después de unos segundos de pensarlo lo habro, comienzo a leerlo y dice:

-"Te vemos, cuidate la espalda. El enemigo está mucho más cerca de lo que crees".

Un frío de miedo recorre mi espalda a la vez que dejó el móvil a un lado. Siento la cálida y firme mano de Aaron posarse con suavidad sobre mi pierna a la vez que se detiene en un semaforo.

-¿Linda te encuentras bien?- pregunta mirándome con sus preciosos orbes color marrón.

-S... sí- titubeo.

El simple te se mantiene callado con una expresión de duda dibujada con claridad en su rostro. Nuevamente pone el auto en marcha pero no cambia el semblante reflejado en su rostro, into no mirarle. Pues se que si lo hago voy a acabar diciéndole todo.

Ahora, recuerdo que el primer mensaje decía algo así como ten cuidado con la víbora o algo así, y de ahí en adelante solo recibí tres mensajes sin contar este, pues a diferencia de los demás que eran amenazantes este es más como una advertencia. Comienzo a pensar en todos aquellos que puedan tomar el lugar de la tal víbora, y si lo pienso bien las únicas opciones serían Thomas y... mi padre. Por ende, quien sea quien me esté mandando estos mensajes debe ser un conocido de algunos de los dos, en el peor de los casos podría ser alguien aún más cercano a mi.

Cuando por fin terminó de mal viajar e pensando en que me pueden secuestra, matar, extorsionar, drogar, violar o algo peor; caigo en cuenta de que ya estamos frente a la casa de papá. Bajo la ventana del auto sacando mi cabeza y saludando hacia una de las cámaras de la entrada. Las enormes puertas de metal son abiertas a medida que Aaron entra al ante jardín de la casa de mi padre.

-¿Se puede saber quién demonios es tu padre?- dice en tono... ¿ancioso?.

-Pronto lo sabrás- digo con una gran sonrisa.

En eso veo como la gran puerta principal de madera se abre con papá atravesandola y acercándose hacia la camioneta. Rápidamente me desabrocho el cinturón de seguridad, abro la puerta y salgo a correr cual niña pequeña hacia donde está él.

-Mi niña- dice rodeandome suavemente con sus brazos.

-Mirate- digo algo asustada- estás muy pálido y delgado- completo.

-Solo es la vejez- dice riendo.

-Te recuerdo que hasta ahora vas a complir los cincuenta y cinco- le recrimino enarcando una ceja.

-Muy bien, tú ganas. Ahora, ¿quién es el sujeto?- pregunta mirando a Aaron.

-Oh, lo siento. Lo olvidé- digo en una risita.

Hago un ademán a Aaron y que él se acerque. Lo duda por un minuto, más al final se acerca de todas formas.

-Papá, él es Aaron. Aaron, este es mi padre...- no termino de hablar cuando Aaron completa.

-Charles Reid-.

-Disculpe, ¿nos conocemos?- interroga mi padre a la vez que ambos se estrechan la mano.

-No lo creo señor- responde Aaron con una extraña sonrisa en los labios.

𝕹𝖆𝖗𝖈𝖔𝖙𝖗𝖆𝖋𝖎𝖈𝖆𝖓𝖙𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora