Capítulo 14

103K 13.4K 869
                                    

Ho, Ho, Ho! Feliz Navidad y Felices fiestas florecillas!!!

Bueno... el capítulo os parecerá corto pero eso es porqueeeeeee MAÑANA SUBO OTRO! Y si puedo el viernes también, así tendréis tres capítulos seguidos porque estaré de viaje y no podré actualizar hasta el 7 de Enero!

Por tanto, ¡Hasta mañana bellas flores!

Su lengua se entrelazaba con la mía con tanta necesidad como si de aquella boca surgiera el néctar más delicioso que jamás había probado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su lengua se entrelazaba con la mía con tanta necesidad como si de aquella boca surgiera el néctar más delicioso que jamás había probado. Aquellos labios eran tan suaves y jugosos que me costaba trabajo admitir que no se trataba de un sueño, sino que aquello estaba sucediendo realmente.

«Real. Era real» pensé comenzando a ser consciente que me había lanzado de forma brusca a sus labios para poseerlos teniendo en cuenta que ya me había aprovechado demasiado de su ingenuidad. En ese momento escuché el ruido estrepitoso y me aparté bruscamente para visualizar la bola de pelo que se paseaba entre los estantes tirando todo a su paso.

¡Joder!, ¡En bendito momento se tiene que meter el dichoso gato de las narices a interrumpir!, ¿No hay más sitios en los que molestar?

—¡Sifus!, ¡Ven aquí! —grité a sabiendas que aquel maldito gato no me haría caso porque jamás lo había hecho ya que mi madre lo tenía demasiado malcriado y efectivamente vi como se subía a unos estantes aún más altos— ¡No!, ¡Sifus! —insistí y repentinamente escuché las risas provenientes de Celeste que probablemente hasta ahora no se había dado cuenta de lo que pasaba—. No tiene gracia —admití viendo aquel desastre que el dichoso gato estaba creando en el almacén.

¿Por qué lo olvidaría? Ese nefasto gato intentaba colarse en aquel almacén siempre porque sabía que encontraría comida, pero en aquellos momentos en lo que menos pensaba precisamente era en esa bola de pelo malcriada.

—¡Oh sí! —gimió—. Sí que la tiene —contestó dejándome atónito y aparté la mirada del gato al que trataba de atrapar sin éxito para verla allí de pie sonriente, con esos ojos brillantes y aquellos labios enrojecidos a causa del beso que le acababa de dar.

¡Dios mío! Si ya era hermosa antes, ahora definitivamente es absolutamente preciosa. ¿Cómo podía estar soltera y sin novio?, ¿Es que los hombres de su país están ciegos? En realidad ya no era soltera y la sensación de que fuera mi esposa en ese instante me hizo tener un momento de paz por pensar que de alguna forma me pertenecía por lealtad hasta que la realidad me dio de bruces; Celeste no era mía... yo la había engañado para coaccionarla y de ninguna forma podría ser mía jamás.

—¿Excelencia? —La pregunta provenía de la puerta de entrada y vi al viejo Bernard que probablemente debía de haber despertado con el ruido.

—Lamento el escándalo Bernard, no recordé que el gato de mi madre siempre anda rondando el almacén —dije confirmando lo que estaba pasando para que no se alarmara.

—No se preocupa excelencia, mañana limpiaré este destrozo —respondió Bernard e hice un gesto a Celeste para que saliéramos del almacén rumbo a las habitaciones puesto que debía ser lo suficientemente tarde como para no andar a escondidas por los pasillos despertando al personal y pareció entenderme porque avanzó por delante de mi. Observé como aferraba aquel botecito de nutella en su mano y recordé ese gesto de placer que jamás podría olvidar en mi cabeza como si estuviera reviviendo un orgasmo intenso. Así que me volví hacia Bernard mientras ella caminaba para que no me escuchara.

—Asegúrate de que todas las mañanas le sirvan esa crema de cacao llamada Nutella a mi esposa en el desayuno. Es una orden directa —susurré sin esperar una respuesta y la alcancé en dos zancadas estando a su altura mientras la acompañaba a su habitación para asegurarme de que no se perdiera, aunque en realidad solo pretendía pasar un tiempo más junto a ella a pesar de que después de aquel beso no sabía exactamente qué decir o cómo actuar teniendo en cuenta que me sentía culpable por tratar de aprovecharme, pero confuso porque la deseaba enormemente.

—Creo que esta es mi habitación —escuché repentinamente y reaccioné volviendo de mis cavilaciones al presente, siendo consciente verdaderamente de donde estaba.

—Si, así es —admití con cierta nostalgia porque aquella noche finalizara y tuviera que marcarme a aquella habitación en la que dormía cada noche en solitario.

—Bueno... pues.... —comenzó a decir sin terminar la frase y observé que abría la puerta de su habitación. Intuí que se sentía incómoda, no sabía si aquel beso podría haberle gustado o por el contrario aquella incomodidad se debía a que no lo deseaba—. Supongo que lo mejor será que...

—Lamento lo de antes —dije antes de que dijera cualquier cosa. Tanto si le había gustado como si no, yo no podía tener nada con ella, menos aún darle esperanzas de algo cuando solo era un impostor, un cretino, un nefasto y profundo mentiroso que la había embaucado aprovechándome de su situación. Por más que me pudiera consolar que no fuera el autor material de echarle aquella cosa en la bebida, todo era mi culpa, mi responsabilidad y no pensaba hacerle daño, no cuando era consciente de que si ella lo supiera me odiaría con toda la razón—. No estuvo bien, no sé por qué ocurrió, pero siento si te confundí —añadí apresuradamente porque de lo contrario sería incapaz de decirlo en voz alta.

—¿Confundirme? —exclamó y no pude evitar mirarla.

En ese momento solo quería acortar esa poca distancia que nos separaba y volver a deleitarme con esos labios que me llamaban a gritos.

«Tengo que salir de aquí. Tengo que alejarme de ella o perderé la poca cordura que aún me queda»

—Será mejor que olvidemos que pasó —dije apartando la mirada y doliéndome cada una de aquellas palabras porque yo sería el primero en ser incapaz de olvidarlo.

Ni tan siquiera me despedí, ni tan siquiera pude añadir algo más que no fuera que me moría por volver a besarla, sencillamente emprendí camino hacia aquella habitación solitaria y hacia aquella triste y fría cama en la que solo deseaba que esa mujer de ojos celestes me acompañara.

No tenía ni la menor idea de cómo iba a conseguirlo, ni como iba a controlar ese impulso inaudito que con cada poro de mi piel me gritaba volver a tenerla entre mis brazos, pero lo haría. Me resistiría en cada ocasión, cada encuentro y cada momento que pasara a solas con ella por la simple razón de no la merecía. Ella había obrado de buena fe desde el primer momento en que la conocí y no pensaba aprovecharme aún más de su buen hacer.

«No le pondrás ni una mano encima, Bohdan. No sucumbirás a tus más bajos instintos por más que lo desees, Celeste no lo merece» susurró mi conciencia, esa que de alguna forma deseaba por momentos acallar.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Príncipe Perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora