Capítulo 29

88.2K 12K 879
                                    

chan chan chan... dos capítulos y esto se volverá muuuuuuy hot chicas!!! Quedan avisadas!

¡¡Vayan preparando los ventiladores, cubitos de hielo, abanicos y todo tipo de arreos que el fuego está llegandooooo!!

Ciertamente no sabía que reacción tener, aunque por un lado estaba ansioso por volver a verla, mi temor por las sospechas que había levantado mi madre haciendo relucir el pasado respecto a las mujeres que habían formado parte de mi vida me hacía n...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ciertamente no sabía que reacción tener, aunque por un lado estaba ansioso por volver a verla, mi temor por las sospechas que había levantado mi madre haciendo relucir el pasado respecto a las mujeres que habían formado parte de mi vida me hacía no confiar... no confiar en absoluto sobre las verdaderas intenciones de Celeste Abrantes.

Tenía una lucha interna conmigo mismo por dejarme o no arrastrar ante aquel sentimiento que me quería gritar que era una embaucadora y que después de todo no era distinta a las demás por más que me quisiera convencer de lo contrario.

Me dirigí con un tumulto de sentimientos encontrados hacia el comedor donde tendría lugar la cena. Suponía que la vería o tal vez se encontrase indispuesta, fuera como fuese sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarla y averiguar cuáles eran sus intenciones... hasta entonces no podría sacar nada en claro, más que seguir con aquel sentimiento que me presionaba el pecho y sentía como se encogía por momentos.

—¡Hola! —exclamó aquella voz y dirigí mi vista hacia la entrada. Era consciente de a quien pertenecía aquella dulce y soñadora voz que había evocado todos esos días. Tan entusiasta y alegre como la recordaba solo que ahora no podía evitar pensar que no me pertenecería, que nunca sería mía.

«Nunca fue tuya realmente Bohdan» me dije en ese momento.

—Buenas noches —dije apartando la vista porque no era capaz de evitar mirarla. Quería hacerlo. Deseaba hacerlo, pero mis sentimientos predominaban por encima de mi propia razón y aunque sabía que lo mejor en aquel momento era alejarme de ella, algo en mi interior me gritaba que no lo hiciera.

Quería creer que quizá todo era una simple y vil mentira de mi madre, una demasiado dañina para de algún modo tratar de alejarme, pero ella ni tan siqueira podría presuponer si entre Celeste y yo había habido algo, por lo que dudaba que de inventar algo, hubiera sido precisamente un embarazo.

No. Por más que no quisiera creerlo debía ser verdad por poco que me gustase.

La cena transcurrió en calma y por primera vez agradecí que mi padre me acaparase para tratar asuntos de estado sobre todo en temas referentes a mi viaje ya que ninguno de ellos era lo suficientemente privativo para mantener a la familia ajena a ellos.

No pude evitar escuchar como mi hermana le preguntaba a Celeste si se había sentido mareada de nuevo y presté atención a pesar de seguir la conversación de mi padre.

—¿Has vuelto a sentirte mareada Celeste?

—¿Qué? —contestó.

—Como te has sentido mal estos días... —insistió Margarita.

—¡Ah sí! Pero ya no tengo nada... debía ser el cansancio como advirtió el médico o algo que me sentara mal.

—Si, desde luego.

Imaginaba que no deseaba hacer publica su confesión delante de todos y en el fondo lo agradecía, a pesar de que ya lo supieran y de hecho me hubieran informado. ¿Quizá esperaba un encuentro a solas conmigo para confesarlo? No estaba seguro de estar preparado para oírlo, eso sería como dar veracidad a un hecho y mi conciencia no deseaba hacerlo.

Alcé la vista para ver que el camarero que atendía a Celeste parecía tratar algún asunto respecto a ella y poco después le trajeron una fuente de fresas con crema de cacao en lugar del menú que había preparado.

¿Eso era un antojo? Había oído hablar de ellos... pero por alguna razón corroboraba aún más la versión dada por mi madre.

Cuando la observé cerrar los ojos mientras degustaba aquel manjar no pude evitar mirar hacia otro lado. ¿Por qué me seguía pareciendo la mujer más sexy del mundo? Desde luego sabía reconocer el momento exacto en el que había hecho prácticamente lo mismo pero con sonido incluido y no pude evitar probar sus labios.

Moría literalmente por volver a hacerlo, más aún teniendo aquella visión ante mis ojos y con un recuerdo demasiado fresco. Tenía que salir de allí. Tenía que poner distancia entre ella y yo. Tenía que darme mil duchas de agua fría para calmar aquella ansia insaciable que me consumía solo con verla.

—Celeste, ¿Quieres venir luego a la torre de astrología para observar las constelaciones? —preguntó Margarita y agradecí que lo hiciera u observar esa diosa de ojos celestes comiendo de aquella forma esas fresas me iba a matar por momentos.

—Me encantaría —contestó elocuente y no me pareció que fingía, sino todo lo contrario, que parecía incluso agradecida—. Hace tiempo que no las observo, en Madrid no he encontrado un lugar lo suficientemente alejado de contaminación lumínica para hacerlo.

—¡Tenemos un telescopio enorme! Y se puede ver perfectamente la luna y los anillos de... de...

—¿Saturno? —contestó Celeste y supe que algo de astronomía sí que entendía después de todo.

—¡Si! —exclamó Margarita y juraría que sonreiría a pesar de que me negaba a alzar la vista—. Bohdan es un experto interpretando las cartas astrales, ¿Puedes acompañarnos? —preguntó y no tuve más remedio que intervenir, demostrando así que había estado escuchando toda la conversación.

—Esta noche no puedo Margarita —dije tratando de no alzar la vista para no fijarme en ella o flaquearía—. Tengo que terminar unos informes y bastante trabajo antes del fin de semana.

—¡Oh vaya! Entonces no veremos nada —contestó bastante apenada y me entristeció tener que hacer aquello.

—Hace tiempo que no uso las cartas astrales, pero no creo que sea difícil recordarlo.

Definitivamente Celeste tenía demasiadas cosas que aún desconocía como aquella y que habría deseado poder descubrir, pero tendría que ser realista; no sabía a qué atenerme con ella.

Había llegado dispuesto a conquistarla, hacerla mía, demostrarle que no encontraría un lugar en el que fuera más feliz que aquí en Liechtenstein a mi lado, pero ahora sentía que todo se tambaleaba... estaba en la incertidumbre y con la esperanza en vilo de no saber si muy a mi pesar ella solo había jugado sus cartas mucho mejor que las demás.

«Me limitaré a ser paciente» me dije a mi mismo mientras metía todo aquel tumulto de sentimientos bajo una capa estricto autocontrol.

Esperaría a que fuera ella quien revelase sus cartas, quería ver que rumbo iban a tomar sus palabras y solo entonces podría formarme una idea de quién era realmente Celeste Abrantes y qué pretensiones tendría de todo aquello, porque a pesar de que una parte de me gritaba que solo era una oportunista más, otra y con una mayor relevancia, me decía que me importaba un cuerno todo, porque la quería igual.


Esperaría a que fuera ella quien revelase sus cartas, quería ver que rumbo iban a tomar sus palabras y solo entonces podría formarme una idea de quién era realmente Celeste Abrantes y qué pretensiones tendría de todo aquello, porque a pesar de que...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Príncipe Perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora