Capítulo 8

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¡Que lo disfrutéis florecillas!

Llamé a mi asistente nada más terminar la llamada con mi padre, necesitaba agilizar todo y más me valía hacerlo pronto

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Llamé a mi asistente nada más terminar la llamada con mi padre, necesitaba agilizar todo y más me valía hacerlo pronto. Por suerte Robert solía encargarse de la mayoría de mis asuntos; desde gestionar y programar mi agenda, tener listos los uniformes y trajes, pedir que hicieran mi equipaje y las tareas más peliagudas como en este caso.

—Su alteza —contestó nada más descolgar el teléfono. Por más que había insistido en que me llamara Bohdan era inútil, el hombre insistía en referirse a mi por mi estatus real.

—Robert, necesito que tengan listo el avión privado dentro de media hora —dije para entrar en materia antes de soltar la bomba que diría a continuación.

—Por supuesto, lo tendrá listo en media hora, ¿Algo más? —contestó tan eficiente como siempre.

—Si —afirmé—. Necesito que localices a una persona que cogerá un vuelo en las vegas probablemente con destino a España. Se llama Celeste... Celeste Abrantes.

—¿Debo localizarla? —preguntó algo aturdido y no me extrañó su reacción, puesto que jamás le había pedido algo ni remotamente similar.

—Debes localizarla y enviarla directamente a Liechtenstein en cuanto lo hagas. Envía a todos los agentes que hagan falta para encontrarla, será fácil puesto que tiene mi anillo con el sello real.

—¿Debo llamar a las autoridades competentes su alteza? Si le ha robado el anillo debería...

—No me lo ha robado Robert, yo se lo di —dije interrumpiendo lo que con toda probabilidad había dado por hecho, que se trataba de una simple ladrona—. Celeste Abrantes es mi esposa, anoche contraje matrimonio con ella y debe estar en palacio antes de que la noticia se haga eco en toda la prensa tanto nacional como internacional, ¿Lo comprende ahora, Robert?

—Lo he entendido perfectamente alteza —contestó sin hacer preguntas y sin siquiera mostrar cierta perturbación al respecto, como si sencillamente comprendiera la situación y se adaptara a ella. Por algo ese hombre era tan sumamente competente—. No se preocupe, la localizaremos y la enviaremos inmediatamente a Liechtenstein. Pondré en marcha el protocolo a seguir.

—¿Protocolo? —exclamé aturdido.

—Tanto su esposa como su familia deberán ser debidamente informados de como actuar ante la prensa, tomaremos todas las medidas oportunas para paliar la noticia, su alteza. No se preocupe.

¿Qué no me preocupara? Bueno, lo cierto es que ya estaba hecho y a lo hecho, pecho o eso dicen... ahora solo quedaba tratar de salir lo mejor posible de la situación.

—Lo dejo en tus manos, Robert —dije justo antes de colgar.

Mientras regresaba en el yet privado hacia mi país, no dejaba de sentirme inquieto, ¿Cómo reaccionaría ella?, ¿Cómo se tomaría la noticia cuando le dijeran porque la retenían y que precisamente por eso debía ir a Liechtenstein quisiera o no?

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