Capítulo 58

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Mientras me colocaba la chaqueta del traje no dejaba de pensar en lo que significaba realmente pasar cincuenta años al lado de una persona amándola como el primer día

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Mientras me colocaba la chaqueta del traje no dejaba de pensar en lo que significaba realmente pasar cincuenta años al lado de una persona amándola como el primer día. En ese momento solo podía imaginarme a una persona con la que pudiera sentir ese aprecio.

—¿No te parece que vas muy arreglado? —escuché esa voz sacándome de mi breve ensoñación

¿Arreglado? No es que fuera de mis mejores trajes, pero tampoco había pensado que tendría que asistir a una boda cuando me hicieron el equipaje, solo era uno de mis trajes de diario más formales.

—Es una boda, ¿no? —admití encogiéndome de hombros.

Si no llevaba un traje, ¿Qué iba a ponerme?

—Si, pero esto es un pueblo pequeño y no es que sea una boda como... las de verdad, sino una renovación de votos —contestó mientras veía como desviaba la mirada en todo momento, incluso me pareció atisbar que trataba de evitarme.

¿Tal vez le ofendía que fuera vestido de ese modo? En realidad no entendía nada su actitud y tampoco comprendía a que se refería con que no era una boda de verdad. En mi país incluso las renovaciones de votos en mi familia eran una formalidad.

—¿Entonces cómo quieres que vaya? —pregunté tratando de complacerla.

La observé mientras se ponía un vestido de color azul claro con corte princesa, muy del estilo de los que vestía últimamente. Aunque la prefería mil veces en ropa interior o más bien sin ella, debía reconocer que aquel corte le sentaba muy bien a su figura de grandes curvas bien marcadas.

—Da igual, de todos modos no hay tiempo... —contestó algo sofocada e intuí que íbamos a llegar tarde por su forma apresurada de colocarse los zapatos y coger velozmente el bolso al mismo tiempo que se aplicaba perfume mientras me metía prisa para bajar las escaleras.

Aquellas calles empedradas eran bonitas, pero comprobé que eran un martirio para las mujeres que usaran zapatos de tacón como lo hacía ella.

—Recuérdame que a la vuelta te lleve en brazos —mencioné acercándome a su oído mientras la mantenía firmemente sujeta a mi cuerpo para evitar que cayera.

—No sé si será una buena idea con este vestidito.

—Entonces llamaré para que nos recojan en uno de los vehículos oficiales —contesté asegurándole que aquello no era un problema.

—No creo que sea necesario teniendo en cuenta que donde luego vamos, está a dos minutos andando.

Una voz masculina atrapó mi atención descubriendo a un hombre fornido, al que le sacaba más de una cabeza y que vestía una camisa a punto de que los botones saltaran de ella. Nos observaba con detenimiento o mejor dicho podría decir que su miraba únicamente a mi.

—Se llama Bohdan —escuché decir a Celeste—. Ellos son mis tíos —añadió dirigiéndose a mi y comprendí que aquellos eran familiares por más que no se parecieran a ella.

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