Capítulo 18

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Me encontrais por "phavyprieto"

No podía conciliar el maldito sueño, ese rostro, ese cuerpo, esos bellos ojos no dejaban de martirizarme por más que me empeñase en negarlo y solo daba vueltas en la cama como un poseso tratando de controlarlo

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No podía conciliar el maldito sueño, ese rostro, ese cuerpo, esos bellos ojos no dejaban de martirizarme por más que me empeñase en negarlo y solo daba vueltas en la cama como un poseso tratando de controlarlo.

—¡Maldita sea! —grité dando un puñetazo sobre la almohada y gimiendo ante mi desconsuelo.

Tenía que hacer algo, no podía simplemente alejarme de ella sin más y evitarla como la peste porque la deseaba y no quería hacerle daño. No. Después de todo yo la había metido en ese lío y yo mismo la sacaría de él. No podía hacer creer que la evitaba o que no nos llevábamos bien. Tendría que reprimir mis instintos cuando estuviera junto a ella, pero le demostraría que podríamos ser amigos, llevarnos bien, tratarla como realmente se merecía por la buena persona que aparentaba ser.

Nunca una mujer me había robado el sueño, el pensamiento y directamente casi mi vida, puesto que desde que ella había irrumpido en aquella discoteca cuando cruzamos nuestros caminos, mi mundo había dejado de ser el mismo.

Me moría literalmente por poseerla. Probablemente era la primera vez en mi vida que deseaba tanto a alguien y era consciente de que no podría tenerla al mismo tiempo por mis propios principios. Supuestamente era un príncipe que podría tener cualquier cosa, si, cualquier cosa menos Celeste Abrantes y en aquellos momentos rozaba el límite de mi cordura porque apremiaban más mis necios instintos que esos honorables principios.

Cada vez que recordaba ese beso en aquel almacén o ese cuerpo esbelto cuando su ropa se adhirió a él después de caer al estanque, mi control se iba al infierno y agradecía estar lo suficientemente lejos de ella para no tener que reprimirme.

¿Era normal desear tanto a una sola mujer?, ¿De verdad era aquel instinto primitivo coherente? Porque comenzaba a creer que aquello se trataba de un castigo divino por obrar mal hacia ella y por eso me estaba volviendo un demente.

El Príncipe Perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora