Capítulo 38

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Si, si, si... que sé que os debo un capítulo de la semana pasada xD

Sorry, estuve muy liada con miles de cosas, pero estoy teniendo y tendré los próximos dos meses muuuuuuy estresantes por temas personales!!!!

(Si leéis Oh là là sabréis a lo que me refiero, lo mencioné allí y en mis redes sociales)

(Si leéis Oh là là sabréis a lo que me refiero, lo mencioné allí y en mis redes sociales)

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—Solo por un periodo breve de tiempo —contesto condescendiente.

Su voz replicaba ese tono de al que me había tenido que acostumbrar en los últimos años. Ese indiscutible timbre que me recordaba constantemente que yo jamás estaría a la altura de mi hermano.

En aquel momento podía sentir como mi sangre hervía. Podía comprender su deseo porque fuese Anabelle quien ocupase el trono, pero eso no le daba ningún derecho a tratar así a la que realmente era mi esposa y apreté los puños para no confesar allí mismo que comenzaba a valorar la posibilidad de mantener aquel compromiso en firme, pero a pesar de que era un hecho real que lo estuviera pensando, no deseaba acelerar las cosas, no cuando ni siquiera sabía si Celeste lo deseaba, si ella podía estar dispuesta a aceptar aquello.

—Querido —La voz de Anabelle irrumpió mis pensamientos—, seguro que a tu prometida no le importa cederme ese honor teniendo en cuenta que es una tradición y para todos aún no estáis casados. ¿Verdad que no te importa?

Sus palabras se dirigieron finalmente hacia Celeste y la observé. Contemplé aquellos ojos cuyo color hacía competencia a su nombre a pesar de ser el mismo y noté cierto brillo en ellos.

Deseaba que se negara, que dijera que no, que le plantase cara con ese carácter que yo mismo había podido ver con mis propios ojos, si se negaba sabría que ella anhelaba tanto como yo que aquel compromiso fuera real.

—Por supuesto que no me importa —contestó mientras sonreía y percibí que no le importaba, que carecía de absoluto interés.

No podía culparla, en realidad no es consciente de la importancia que tiene ese baile para la imagen de la familia y más aún, lo que representa de ella, así que no era de extrañar que no le interesara o importara.

—¡Ves! —La exclamación de mi prima hizo que me martillearan los oídos por estar a su lado y suspiré pensando que al menos uno de los dos era feliz con la situación—. ¡Todo solucionado! —volvió a gritar mientras daba pequeños saltitos y palmadas.

La mano de Anabelle volvió a ceñirse sobre mi brazo y la observé, percibí entonces su sonrisa de satisfacción, pero más que satisfacción era superioridad, como si se sintiera plena por haber salido vencedora en aquella rivalidad.

«Sé feliz ahora, que luego quizá no lo seas tanto» pensé mientras cogía mi copa para dar un buen sorbo y que el vino calmara mi deseo de dar un golpe sobre la mesa y decir que era yo quien elegía a mi pareja de baile, nadie más.

No dije nada, me limité a mantener un silencio absoluto como si de algún modo creyeran que había aceptado, pero tenía muy presente que de todas las damas que acudirían a aquel baile, precisamente la que tenía a mi izquierda sería la última que elegiría.

Aún faltaba demasiado tiempo para aquel baile, tiempo más que suficiente para determinar si los sentimientos que tenía hacia Celeste eran tan fuertes como avistaba a imaginar y más aún, si de algún modo ella me correspondía a ellos o solo era una simple atracción física.

—Querido, acabo de recordar que hay algo de lo que tenemos que hablar en privado —terció Anabelle con su tono melodioso al punto que podía sentir que tanto su mano como sus palabras me acariciaban, solo que no deseaba en modo alguno percibir dichas caricias, es más, comenzaba a detestarlas.

Fui consciente de que semanas atrás, no me resultaba tan insoportable o tan tedioso, sencillamente sentía que era demasiado empalagosa o pegajosa para mi gusto, en cambio ahora rozaba el hastío e incluso me resultaba aburrido aquel carisma que había adoptado hacia mi. Su incesante coqueteo comenzaba a molestarme...

—Tú dirás —dije cuando todos habían salido del comedor y nos habíamos quedado a solas.

—Querido... creo que este no es el lugar apropiado para hablar de ese tema, ¿Por qué no vamos a tu despacho?, o quizá... ¿A tu habitación?

¿De verdad creía que el lugar idóneo para mantener una charla era mi habitación? Nadie pisaba mis aposentos salvo el personal seleccionado y mi familia más cercana.

«Ella desde luego no era ese tipo de familiar»

Ni tan siquiera Celeste los conocía ahora que lo pensaba, aunque lo cierto es que reservaba mi intimidad demasiado, hasta niveles lo suficientemente elevados para no tener que dar marcha atrás una vez había cruzado ese umbral.

—Estoy cansado Anabelle, así que di lo que tengas que decir ahora o mejor lo hablamos en otro momento, pero te aseguro que no será en mi habitación —aclaré elevando el mentón como si aquello me hiciera más alto y de algún modo entendiera que estaba por encima de sus peticiones.

—¡Oh claro!, ¡Desde luego! —exclamó como si de algún modo se sintiera ofendida porque hubiera podido interpretar mal sus intenciones.

«De ser así, no pensaba disculparme»

—Buenas noches, Anabelle —dije entonces saliendo de aquella estancia y dando por terminada aquella conversación.

—¿Sabe ella que tú y yo estamos juntos? —preguntó justo cuando iba a traspasar el umbral de la puerta y respiré concienzudamente para mantener la calma.

—No creo que la definición de estar juntos se aplique a lo que tuvimos, Anabelle —tercié dándome media vuelta y contemplando su figura. Definitivamente podía ser bonita y para muchísimos hombres muy atractiva, pero carecía de lo primordial que buscaba en una mujer; carisma—, pero no sabe nada y preferiría que siguiera siendo así.

—Por supuesto... aunque de todos modos no importa cuando ella se irá muy pronto, ¿no?

—El tiempo que esté o no en palacio mi esposaes algo que no es de tu incumbencia Anabelle, espero que a partir de ahora lo tengas muy presente.

No esperé a que contestara, simplemente me marché de allí sin volver a despedirme, en ese momento solo me apetecía una única cosa en el mundo y era perderme en la increíble y sedosa piel de una ninfa con ojos celestes.

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