Capítulo 36

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—Lo siento —susurré cerca de sus labios mientras mi respiración aún era descompasada debido al frenesí que había recorrido mis entrañas segundos antes

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—Lo siento —susurré cerca de sus labios mientras mi respiración aún era descompasada debido al frenesí que había recorrido mis entrañas segundos antes.

Podía notar mi pulso acelerado y esas ansías que permanecían latentes en mi fuero interno sin llegar a consumirse, porque en lo que se refería a Celeste, era consciente de que jamás sería suficiente.

—¿Qué sientes exactamente?

Su tono de voz parecía alegre, con cierto matiz de diversión en sus ojos que no pude evitar dibujar una sonrisa en mis labios al percibirlo.

—Iba a pedir perdón si había sido brusco, pero comienzo a sospechar que mi brusquedad no supone un defecto para ti... —susurré acercándome de nuevo a sus labios y esta vez poseerlos con menos voracidad y más suavidad, con un beso tan dulce como el mar de azúcar que bañaba su cuerpo.

—De ser así, en todo caso confesaría que me gusta esa brusquedad tuya —asintió antes de sentir como el fuego volvía a resurgir de mi interior siendo completamente consciente de que solo bastaba un beso suyo, para postrarme a sus pies.

No llegamos a la hora prevista al aeropuerto y por primera vez no me importaban los ajustes de tiempos o sus consecuencias, me limité a dar una banal disculpa antes de constatar que tanto Celeste como yo estábamos acomodados en los asientos y aprobar el visto bueno para el despegue del avión privado rumbo a casa.

—Se me olvidaba, me han dado esto para ti —dije en voz alta sacando el sobre de mi maletín que me habían entregado poco antes de salir.

—¿Qué es?

—Es tu correo, hay una persona encargada en ir cada semana a retirar las cartas de tu buzón —respondí sin ningún tipo de ocultación.

Había solicitado que una persona supervisara su apartamento dos veces a la semana para mantenerlo en orden, además de instalar alarmas y seguridad. Lo que menos podía hacer teniendo en cuenta que había convertido su vida en un foco mediático y que probablemente alguien sin escrúpulos trataría de intentar sacar a la luz cualquier trapo sucio sobre su vida.

Por desgracia habíamos tenido que lidiar con varios personajes de ese tipo en mi familia. Todos tenemos secretos que ocultar y aunque suponía que Celeste también los tendría, esperaba por todos los medios evitarlo a toda costa.

—Seguramente todo sea publicidad —murmuró comenzando a analizar su correspondencia.

Observé que abría una de ellas y me dediqué a sacar varios informes que debía tener listos antes de mañana, por lo que aprovecharía el viaje para leerlos y prepararlos en lugar de hacerlo a la llegada. Alcé la vista cuando escuché una especie de maldición acompañada de unos murmullos y observé su rostro claramente asombrado.

—¿Ocurre algo? —pregunté no queriendo ser descarado y ver el contenido de aquellas cartas que la habían puesto así.

—¿Qué? —gritó acumulando todos los papeles unos sobre otro y supe que algo la había contrariado—. ¡Ah no!, nada... —añadió ante la falta de mi contestación—. ¿Puedo recuperar mi ordenador?

El Príncipe Perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora