Capítulo 26

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Hola Florecillas!

Ayer no actualicé porque las redes se cayeron y sé que muchas solo os enteráis por ahí de cuando actualizo porque wattpad no os avisa, por eso decidí posponerla a hoy, pero sigue siendo Lunes y Miércoles!

Ayer no actualicé porque las redes se cayeron y sé que muchas solo os enteráis por ahí de cuando actualizo porque wattpad no os avisa, por eso decidí posponerla a hoy, pero sigue siendo Lunes y Miércoles!

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—Me quedaré —constató segundos después haciendo que mi pulso desbocado se tranquilizase sabiendo que a mi regreso ella estaría esperándome.

—Gracias —jadeé acercando mi rostro al suyo, moría por besarla, por sentirla en mis brazos, por notar de nuevo esa esencia que emanaba de su boca y me hacía rozar el cielo en un solo instante.

Roce aquella carne suave deseando sentir más, enviar todo al mismísimo diablo y encerrarme en aquella habitación junto a ella para no salir jamás.

—¡Excelencia! —exclamó alguien llamando mi atención y cerré los ojos maldiciendo porqué demonios tenía que tener una agenda tan apretada.

—¡Arg! —rugí sintiendo por primera vez una verdadera exasperación de no tener el control de mi vida. —¿Si? —pregunté alzando la vista hasta ver a mi asistente.

—El helicóptero ya está preparado. Es tarde, excelencia —contestó en el tono de voz menos apremiante que pudo, pero sabía que eso significaba que era "demasiado" tarde.

—El deber me reclama —dije ahora volviendo mi vista hacia Celeste y contemplando de nuevo esos ojos para retenerlos en la mente hasta mi regreso.

«Aunque por mucho que lo intentara sería incapaz de olvidarlos»

—Seguiré aquí cuando vuelvas, si es que tu madre no me encierra en las mazmorras —contestó mordiéndose el labio y a pesar de notar la aprensión en sus palabras aprecié el tono mordaz en el que lo había mencionado, como si realmente no tuviera temor alguno a que sucediera.

No sabía si eso significaba que era demasiado tenaz y valiente para enfrentarse a mi madre ostentando el título de reina, pero aquella capacidad para no atemorizarse ante nada ni nadie la hacía incluso más hermosa de lo que de por sí era.

No pude evitar sonreír mientras me imaginaba a Celeste en las mazmorras y la idea me embriagó por completo.

—Las mazmorras son frías y oscuras... pero tal vez allí nadie nos molestaría —dije en su oído para que nadie más pudiera escucharnos y solo con la idea de pensar en estar a solas junto a ella mi deseo se incrementaba hasta límites insospechados.

Me alejé antes de que pudiera contestarme puesto que era consciente que de no hacerlo, no saldría de aquel palacio, sino que cumpliría realmente mi acometido que no era otro sino encerrar a esa bella joven española en las mazmorras del castillo hasta que gritara mi nombre y no por auxilio, sino por el placer que yo mismo le otorgaba.

«¡Por todos los dioses!, ¿Me estoy volviendo loco?» pensé una vez que monté en el helicóptero y este elevó el vuelo para llegar al aeropuerto.

Pasaría varios días alejado de palacio y era consciente de ello, eso sí, cuando regresara tenía claro que nada ni nadie iba a impedir que hiciera a Celeste Abrantes mía, completa y enteramente mía en el sentido más carnal posible.

—Robert —dije levantando la vista de los papeles que tenía en mi regazo, que no eran otros que los del tema a tratar en la reunión que tendría esa misma tarde por un asunto de estado.

—Si, excelencia —respondió este atento como siempre.

—Mi esposa tiene un compromiso oficial en España en las próximas semanas, averigua la fecha exacta y donde tendrá lugar la ceremonia de una de sus amigas. Debo asistir al evento —mencioné recordando que le había prometido acudir.

—Excelencia, no creo que sea conveniente que asista a...

—No me importa la prensa, ni si estoy ocupado ese fin de semana, hazlo posible —ordené sin ningún atisbo de duda.

—Por supuesto, excelencia —contestó apuntando algo en su agenda y supuse que sería llamar a las personas oportunas para averiguar dicha información.

—También habrá que enviar un detalle de nuestra parte como regalo de bodas. No sé que se regalará en las bodas que se celebran en España, tal vez deberías comunicarte con la organizadora de bodas para ver si existe una lista, pero debe ser un detalle que esté a la altura de las circunstancias —mencioné dejando bien claro que fuese algo especial.

Si acompañaría a Celeste en un evento donde estarían personas a las que ella apreciaba, necesitaba demostrarle lo agradecido que estaba.

—Su excelencia podría regalarle una estancia en Liechtenstein —mencionó Robert y medité la opción de ese regalo.

—Me parece bien, pero no suficiente para el concepto de estar a la altura que tengo al respecto.

—Entiendo —contestó Robert haciendo más anotaciones en la agenda.

—Infórmate si tendrán una orquesta en directo, esa sería una opción además de una estancia en Liechtenstein en la suite de lujo del hotel imperial.

—Por supuesto, excelencia.

No conocía a las amigas de Celeste, pero deseaba que tuvieran una grata impresión cuando las conociera y no entendía de donde venía esa necesidad de caerles bien o agradarles, quizá solo era el deseo porque ella me gustaba demasiado, porque quería retenerla a mi lado y todo lo que eso conllevaba si lo hacía. Había metido a Celeste Abrantes en mi vida, en mi casa y en mi familia... en cambio yo no sabía absolutamente nada de la suya salvo lo que figuraban en aquellos informes que me habían dado. Ahora comenzaba a entender el alcance de mis actos, sobre todo porque ahora era consciente de que me negaba a la idea de poner punto y final a lo que había comenzado.

A cada momento que pasaba sentía como estaba entrando en una especie de espiral de la que no deseaba encontrar la salida, no sabía que me estaba pasando o realmente sí que lo sabía pero no deseaba admitirlo por lo que aquello implicaría, pero sin duda no era normal lo que me hacía sentir, anhelar, desear, codiciar o suspirar...

«Me estoy enamorando de ella»

No podía ser de otro modo, no era normal aquel sentimiento que me ahondaba de forma tan profunda como nunca antes lo había sentido. Había querido reprimir ese sentimiento por la situación tan absolutamente inusual de como habían sucedido las cosas. Me había apremiado a mi mismo a rechazar desde el principio algo que implicara algún tipo de relación con Celeste por esa culpabilidad que me marchitaba, pero aquel sentimiento que sentía por ella era más fuerte que cualquier vestigio o rastro de dicha culpa.


 Me había apremiado a mi mismo a rechazar desde el principio algo que implicara algún tipo de relación con Celeste por esa culpabilidad que me marchitaba, pero aquel sentimiento que sentía por ella era más fuerte que cualquier vestigio o rastro de...

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