Capítulo 28

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Cuatro días y sentía que por mis venas no corría sangre, sino adrenalina pura de la ansiedad que tenía por volver a ver a esa morena de ojos celestes

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Cuatro días y sentía que por mis venas no corría sangre, sino adrenalina pura de la ansiedad que tenía por volver a ver a esa morena de ojos celestes.

Nunca me habían parecido tan largas y tediosas las reuniones referentes a los negocios de mi familia o al ámbito político como hasta ahora, en las que tenía que esforzarme por centrar mis pensamientos en el tema en cuestión ya que mi mente divagaba hacia otros lugares.

¡Dioses!, ¡Menos mal que estaba de regreso o dejaría de estar cuerdo! En mi mente solo se vislumbraban las imágenes de como esa misma noche raptaría a Celeste y la haría gritar de placer no importándome que todo el palacio nos escuchase.

«En mi vida me habían parecido tan interesantes las mazmorras como hasta ahora» gemí interiormente.

En el momento que me bajé del vehículo que se había situado a la entrada de palacio bajé con premura puesto que ansiaba darme una ducha y estar más decente de lo que estaba teniendo en cuenta que estaba atardeciendo y llevaba todo el día de gestiones. Mentiría si no admitiera que estaba agotado, pero los planes que tenía en mente eran demasiado tentadores para sentir dicho agotamiento en mis músculos, de hecho para eso; sin duda no lo estaba.

—Bohdan —oí perfectamente la voz de mi madre que llamaba mi atención y es que me había dado cuenta que cuando mis pensamientos sucumbían a ella, perdía completamente la noción del tiempo y del lugar de lo concentrado que estaba.

—Si, madre —dije con prisas, esperando que solo estuviera allí para indicar alguno de sus reproches de los cuáles pudiera salvarme rápidamente de su presencia.

—Tenemos que hablar, en privado —dijo en un tono de voz tan serio que me temí que en esa ocasión no sería tan fácil deshacerme de ella.

—¿Debe ser ahora madre? —exclamé—. Estoy cansado y la cena se servirá en una hora, querría cambiarme antes —añadí pensando que así me libraría.

—Esto es más grave y no puede esperar, de hecho si no te lo he comunicado por teléfono es porque tu padre insistió en esperar a tu regreso —contestó haciendo que me sintiera confuso.

¿Qué podría haber pasado que fuera tan grave? Probablemente no lo era y había hecho de un pequeño grano de arroz, una montaña gigantesca para variar y más cuando mi padre había insistido en que esperase a mi regreso.

—Está bien —suspiré caminando hacia mi despacho personal y adentrándome tras dejar que ella pasara primero de forma que cerré la puerta tras de mi—. Usted dirá mare, qué es eso supuestamente tan grave —dije en cierto tono despectivo que indicaba el hastío de sus reproches o ciertamente la cantidad de ocasiones en las que de todo había hecho un drama personal.

—Esa granjeracon la que te has casado está embarazada —dijo así sin más—, y aunque tu padre insiste en que igual ese hijo que espera es tuyo yo estoy convencida de que no es así porque no te habrás atrevido a meterla en tu cama, ¿verdad? —exigió saber como si quien metiera o dejase de meter en mi lecho fuera asunto suyo.

¿Celeste estaba embarazada? No podía ser... era imposible. No. Definitivamente me negaba a creerlo.

—¿En que se fundamenta para pensar que lo está, madre? —pregunté antes de decir o hacer cualquier cosa.

—¡El propio médico nos lo dio a entender! —gritó como si fuera lo más normal del mundo—. Y luego ella lo confirmó con lo que dijo en el almuerzo... —añadió sugerente.

«No...» gemí en mi interior.

No quería aceptar la sola idea de que Celeste estuviera embarazada por la simple y llana razón de que ese hijo que esperaba, ¡No era mío! Y me enardecía la sangre de saber que era de otro.

—¿Y qué quiere que haga si está embarazada madre? —exclamé—. Si es cierto lo que dice no cambia el hecho de que sea mi esposa y de que el hijo que espera será mi hijo —mencioné sintiendo como algo me aguijoneaba el pecho y aceptaba la situación aunque la detestara con todas mis fuerzas solo porque... ¡Dioses!, ¡Yo no quería que tuviera un hijo de otro hombre, sino mío si es que ella lo deseaba!

—¡Como has podido caer tan bajo!, ¡Mi hijo!, ¡El futuro rey de Liechtenstein!

—Si no tiene nada más que decir le agradecería que me dejara a solas, madre. Yo resolveré este asunto con mi esposa y esperaré a que sea ella quien me confirme la noticia —aseguré indicándole donde estaba la puerta porque no estaba seguro de aguantar un solo minuto más con aquel autocontrol que me forzaba a tener.

En el momento que sentí el sonido de la puerta cerrarse me dejé caer sobre el asiento resoplando y analizando esa información que mi madre acababa de revelarme.

¿Sería verdad? Porque una parte de mi se negaba a creerlo o mejor dicho; no quería creerlo siendo realista, pero en el caso de que lo fuera, ¿Me lo diría Celeste?, ¿Me revelaría que estaba embarazada y quien era el padre?

En aquel instante recordé cuando en el paseo que habíamos tenido por los jardines mencionó que podría estar embarazada. En aquel momento me pareció comprensible su gesto de desesperación y preocupación, como si asumiera que podría ser posible a pesar de que yo era consciente que no le había puesto un solo dedo encima y no por falta de ganas. Fui consciente entonces de que ella podría pensar que aquel niño era mío, podría decir perfectamente que yo era el padre... y en ese momento aquel razonamiento me llevó a creer si no sabría con antelación que ya estaba esperando un hijo y solo había estado allanando el terreno para desear echarme en cara que yo era el padre de su hijo.

¿Y si estaba equivocado respecto a ella?, ¿Y si en el fondo no era menos oportunista que las demás solo que había sabido jugar muy bien sus cartas para enamorarme?

No quería creerlo. Necesitaba no creerlo, pero para mi desgracia la experiencia previa no jugaba a mi favor y mis pensamientos se desviaban hacia la zona negativa en la que solo podía pensar que intentaba aprovecharse de la situación ya que yo se lo había servido en bandeja para poder hacerlo.


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