Capítulo 56

92.4K 10.9K 579
                                    

Sentía el palpitar de su cuerpo contra el mío, esa sensación indescriptible y apasionada que solo ella sabía transmitirme haciendo que me olvidara de todo cuanto me rodeaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sentía el palpitar de su cuerpo contra el mío, esa sensación indescriptible y apasionada que solo ella sabía transmitirme haciendo que me olvidara de todo cuanto me rodeaba. La agarré firmemente de la cintura mientras inevitablemente recorría su cuerpo por encima de aquella prenda hasta llegar a sus nalgas que tanto me enloquecían y la aferraba contra mi. Sentía esa imperiosa necesidad de hacerle constatar cuanto la deseaba y que enloqueciera del mismo modo que yo lo hacía.

No tenía la menor idea de lo lejos o apartado que estaba ese lugar, pero sí de que estábamos en la completa oscuridad y ella iba a ser testigo de nuestros más ínfimos pecados, hasta que escuché los pasos de alguien conforme se acercaba y para mi absoluta desgracia tuve que apartarme de la fuente que emanaba aquella calidez exquisita con la firme promesa de que ese encuentro no había terminado.

La persona que acababa de llegar apuntó con la linterna de su teléfono hacia Celeste y le hablo en un tono poco cordial. Al parecer se conocían por la respuesta que tuvo ésta última.

—¡Oh dios mío!, ¡Es él! —exclamó después de ver como aquel foco de luz me apuntaba directamente.

¿Quién era? Deducía que se trataba de una mujer por su voz, pero apenas podía verla. ¿Sería familia de Celeste?, ¿Tal vez alguna amiga?

—¡Hola guapetón! —chilló segundos más tarde cuando el repiqueteo de sus tacones llegó hasta donde nos encontrábamos.

¿Guapetón?, ¿Qué quería decir esa palabra?, ¿Tendría que ver algo con el término guapo? Lo cierto es que ni el tono, ni aquel rostro cargado de falsedad que ahora podía apreciar en ella me gustaron. Simplemente no me generó ninguna simpatía.

Ni tan siquiera respondí porque una segunda persona se acercó hasta nosotros y esta vez se trataba de un hombre que al parecer también conocía a Celeste.

Que un hombre y una mujer se citaran en aquel sitio a esas horas, solo podía significar un encuentro entre amantes, pero no pude atisbar por la pequeña conversación que mantenían entre ellos de qué se trataba hasta que escuché a Celeste.

—Solo habla alemán —mencionó y supuse que debían haberme preguntado algo. Lo cierto es que nada de todo aquello me importaba teniendo en cuenta que habían interrumpido un encuentro más que placentero entre nosotros. No les conocía, pero sinceramente en aquellos momentos, solo me apetecía desaparecer de allí para estar a solas con ella.

—¡Oh! —escuché la reacción de aquella mujer y Celeste añadió algo más que no comprendí.

—¿Te importaría decir que estas cansado y que nos apetece ir a casa? —mencionó Celeste con ese tono de voz dulce pero al mismo tiempo exhausto e intuí que solo estaba tratando de escapar de allí por lo que había podido intuir de la conversación que habían mantenido entre ellos.

—No estoy cansado, pero sí que me apetece ir a tu casa si con eso estaremos solos —aseguré porque nada me apetecía más que irnos de allí.

El Príncipe Perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora