Capítulo 45

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Estiré de ella acercándola a mi por si aún le quedaba cierta duda al respecto y rodeé con mi mano su cintura mientras se dejaba llevar hacia la pista de baile bajo la atenta mirada de todos y cada uno de los presentes.

No podía dejar de sonreír, la sensación de plenitud recorría mis entrañas hasta limites insospechados, no era capaz de distinguir alguien más en aquella sala puesto que mis ojos no abandonaban los suyos bajo ningún concepto. Había aprendido a bailar el vals desde que apenas tenía conocimiento, por lo que la naturalidad con la que hacía los movimientos era tan sutil que ni siquiera era consciente de ello, pero por otra parte estaba el nerviosismo que me acontecía al saber que ella había aceptado de tan buen agrado, que no me había rechazado y ahora solo me quedaba averiguar si ella estaba sintiendo la misma conexión de la que yo era incapaz de evadirme.

—Estás absolutamente arrebatadora esta noche y ese vestido te queda magníficamente espléndido —mencioné a su oído en un tono de voz tan ajeno al mío que supe que era el propio deseo quien hablaba a través de mi voz.

—Es que tenido un hada madrina.

Imaginaba a quien se refería y me congratulé en saber que obviamente Margarita había hecho bien su trabajo hasta el punto de que ni tan siquiera tuviera leves sospechas sobre mi nombre.

—Entonces tendré que premiar a esa hada por dejar a mi bella acompañante tan hermosa —dije con una sonrisa elocuente.

Y no mentía, debía agradecer a Margarita más tarde lo que había hecho, sobre todo porque acababa de darme cuenta que en ella tenía a una verdadera aliada en contra de los planes de madre.

—¿Pero por qué la deberías premiar tú? En todo caso soy yo la que estaría en deuda con ella. —Aunque su voz era particularmente irónica, había un punto de verdad en sus palabras y recorrí con la mirada de nuevo su cuerpo, congraciándome y deleitándome con toda su belleza. Así que me acerqué hasta ella lo suficiente para que nadie más me escuchara y sobre todo, porque anhelaba tenerla tan cerca que pudiera robarle un beso.

—Porque en este momento, soy la envidia de todos los caballeros presentes —afirmé escondiendo parte de la verdad.

Verdaderamente era la envidia de cualquier hombre teniendo en cuenta que era una belleza absoluta y habría que ser ciego para no ver que mis ojos solo podían posarse en ella. Yo mismo estaba completamente absorto de saber que ella ejercía tal poder sobre mi mismo y mi propio autocontrol.

—¿Entonces solo me has sacado a bailar porque luzco hermosa? —preguntó y supuse que quizá había errado al no elegir adecuadamente mis palabras o no aclarar exactamente la situación.

—Así hubieras vestido un saco de patatas, te habría sacado igualmente a pesar de lo que eso significara —admití sin duda alguna mientras la miraba intensamente a los ojos.

«Y a pesar de cualquier consecuencia» me faltó añadir.

—¿Entonces por qué no me lo dijiste? —exclamó ahora completamente aturdida y supe que se refería al hecho de haberla dejado creer que no bailaría con ella el primer baile.

Podría haber confesado que temía el hecho de que ella se negase, pero no quería abrumarla o menos aún; que descubriera lo importante que era iniciar ese primer baile junto a ella.

—No quería que estuvieras nerviosa o en tensión por lo que se esperaría de ti. Además, supuse que no querrías hacerlo cuando lo rechazaste —contesté de forma suave.

—No quería que tu madre me odiara aún más después de todo —confesó y vi como sus ojos se dirigían hacia el suelo, era como si realmente lo lamentase y apreté mis puños lleno de rabia porque ella no debería sentirse así por alguien que no lo merecía, más aún cuando yo la había puesto en aquella misma tesitura.

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