Capítulo 39

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Llamé a la puerta de la habitación de Celeste aguardando una respuesta, pero en vistas de que esta no llegaba decidí entrar y pese a que la habitación estaba iluminada no existía rastro alguno de ella sobre aquella inmensa cama

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Llamé a la puerta de la habitación de Celeste aguardando una respuesta, pero en vistas de que esta no llegaba decidí entrar y pese a que la habitación estaba iluminada no existía rastro alguno de ella sobre aquella inmensa cama. Fue entonces cuando percibí el ruido del agua cayendo de la ducha desde el baño, el recuerdo de aquella misma mañana me invadió tan de lleno que incluso podía notar como mi piel ardía ante la inminente pasión cegadora que me estaba consumiendo.

Eché el pestillo a la puerta, lo que menos me apetecía en aquel momento era tener una inoportuna interrupción. Además, estaba exhausto, pero aún más lo estaría si no la tenía entre mis brazos y eso que apenas habían pasado horas desde la última vez que lo estuvo.

Me desvestí meticulosamente dejando la ropa sobre uno de los sillones y me adentré en el baño desde donde podía contemplar entre el vaho la carne que conformaba aquel delicioso cuerpo. Me volvía loco. Me exasperaba e inquietaba al mismo tiempo, me seducía, corrompía y desataba mi alma. La sensación era tan placentera como aterradora que resultaba inexplicable.

Tal y como había sucedido esa mañana ella estaba situada de espaldas, mientras mis ojos recorrían con hambre la curva de su columna en el momento justo en que comenzaban sus nalgas. Me acerqué lo suficiente para que sintiera mi presencia, para rozar mi entrepierna entre sus piernas y sintiera el poder que ejercía sobre mi sin siquiera ser consciente y su grito me confundió, no había esperado asustarla, había dado por hecho que sabía que estaba presente.

—¡Aaaahhhh! —gritó dando un pequeño saltito y se dio la vuelta tan abruptamente que noté como perdía el equilibrio e iba a caerse, así que ávidamente la sostuve entre mis brazos acercándola a mi.

—Soy yo —Mi voz estaba cargada de deseo, un deseo que veía poco probable que se marchitase. Me incliné sobre ella dándole un pequeño beso cerca de sus labios, esperando que se calmase —. No pensé que te asustaría, esta mañana no te asustaste —añadí recordándole ese hecho.

—¡Porque esta mañana podía suponer que vendrías! —exclamó airada, aunque noté como sus facciones se relajaban y después me observaba detenidamente—. ¿Qué haces aquí?

Sus ojos brillaban con tanta intensidad bajo aquellas pestañas mojadas que no me pude resistir un solo segundo más.

—Creo que es evidente, ¿no? —contesté acortando la distancia y acogiendo esos labios carnosos entre los míos aspirándolos con devoción, sintiendo la pasión que en ellos había y dejándome arrastrar hacia un abismo en el que no me importaba en absoluto adentrarme sin miedo alguno.

La estreché entre mis brazos y noté como me envolvía con los suyos mientras comenzaba a probar la piel de su barbilla y posteriormente de su cuello... definitivamente el agua en su cuerpo tenía un sabor mucho más atractivo.

—¿Y la muñeca diabólica? —preguntó repentinamente.

—¿Cómo? —dije no comprendiendo a que se refería.

¿De qué muñeca hablaba?, ¿Qué tenía eso que ver con nosotros?

—Tu prima —respondió y ni tan siquiera pensé si Anabelle tenía alguna relación con alguna muñeca en especial.

—Le dije que estaba cansado.

Y era cierto, ¿no? Aunque había conseguido esquivarla por esta vez, no sabía si correría la misma suerte una siguiente, aunque esperaba que a Anabelle se le hubieran quitado las ganas de retenerme.

—¿Lo estás? —preguntó entonces apartándome de ella para mirarme directamente a los ojos y vi que tenía una expresión divertida.

—No lo suficiente preciosa —confesé sellando aquellas palabras con un beso cargado de posesión que le transmitiera lo que verdaderamente deseaba en aquel momento.

Sentí su respuesta y eso fue más que suficiente para saber que lo deseaba tanto como yo, que aquella pasión no me consumía solo a mi, sino que nos consumía a ambos...

Alcé sus nalgas para sentir por completo su cuerpo y me dejé arrastrar por la plenitud de su cuerpo hundiéndome completamente entre sus piernas.

«Era más que probable que me hiciera adicto a ese cuerpo»

Salimos de la ducha y nos secamos a la par entre pequeños roces, risas y algunos besos poco castos hasta que finalmente salimos del baño y nos adentramos en su cama. Tenía muy claro que no me apetecía dormir solo, es más, ni tan siquiera había contemplado la posibilidad de volver a mi habitación vacía a menos que ella me lo pidisese, más aún cuando aquella calidez de su cuerpo desnudo se ajustaba perfectamente al mío bajo aquellas sábanas y podía aspirar aquel aroma embriagador que me teletransportaba al quinto cielo.

—Buenas noches, preciosa —susurré después de permanecer unos minutos en silencio y al no obtener respuesta, supuse que el cansancio agotador había jugado a su favor y ya se encontraba profundamente dormida—. Descansa mi princesa y gracias por aparecer en mi vida cuando más te necesitaba —susurré estrechándola aún más en mis brazos mientras sentía un leve jadeo proveniente de sus labios y sonreí complacido ante aquel gesto.

Era consciente de que con toda probabilidad Celeste me odiara cuando descubriera lo que hice y era aún más consciente de que aunque lo deseara, no debía ser fácil para ella lidiar con el papel de la esposa de un futuro monarca en la corte pese a que se lo pidiese, pero a pesar de ello, nada ni nadie podría arrebatarme aquel momento, esa dicha que llevaba sin saborear tantos años que ni siquiera podía recordarlo.

Era consciente de que con toda probabilidad Celeste me odiara cuando descubriera lo que hice y era aún más consciente de que aunque lo deseara, no debía ser fácil para ella lidiar con el papel de la esposa de un futuro monarca en la corte pese a q...

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