Las cicatrices de la vida

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Hoy te vengo a dar una lección para que no te vuelvas a involucrar, de eso me aseguro

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Hoy te vengo a dar una lección para que no te vuelvas a involucrar, de eso me aseguro.

Te daré hasta la cuenta de diez, si te alcanzo no volverás a ver la luz del día. Pero si logras huir, solo considera esto como una advertencia, porque la siguiente, bueno, no hace falta que lo diga ¿o sí?

Pesadilla.

Escucho voces, todas resuenan en mi cabeza, que se encuentra adolorida, como si me hubieran dado un golpe muy, pero muy fuerte.

Hago el intento por abrir mis ojos, pero duele muchísimo, como si hubiera dormido por horas y horas, no lo sé, tal vez incluso días.

Los abro, pero se cierran al instante por toda la luz blanca que veo de golpe. Llevo mis manos a mis ojos y los tallo. Una vez que mis ojos se adaptan a la iluminación de la habitación, miro a todo mi alrededor. Por como luce todo, deduzco que me encuentro en la enfermería.

Me muevo con cuidado y, al examinarme, veo que sigo llevando el vestido y al ver vendada mi pierna izquierda me percato de que no fue una pesadilla, maldición... en verdad estuve en peligro.

Entra una enfermera de mediana edad, y en cuanto me ve sale de la habitación. No pasa ni un minuto cuando vuelve a entrar, esta vez con compañía, un doctor.

—¿Scarlett Rosalie Miller, cierto? —pregunta el señor, enarcando su ceja.

—Eh, sí... yo —balbuceo. ¿Qué está pasando aquí?

—Tranquila. Te desmayaste, estuviste inconsciente por unas cinco horas, pero ya estás mejor.

No me atrevo a decir nada. Después de lo que sucedió hace menos de, según el doctor cinco horas, no me siento en un ambiente precisamente de confianza.

—¿Recuerdas lo que te pasó?

Asiento con la cabeza. A pesar de que unas partes se encuentran borrosas lo recuerdo bien.

—Scarlett, para esta pregunta necesito que contestes, de otra forma no podré ayudarte. ¿Cómo te hiciste esa herida en tu pierna?

—Yo... un hombre me atacó en el bosque. Él me tenía acorralada y-y él quiso... —mis ojos comienzan a humedecerse al recordar lo que el maldito chiflado estuvo apunto de hacerme.

—Tranquila. Por lo que veo sufriste una pérdida súbita, breve y transitoria del estado de conciencia, ésta se originó por una alteración de los mecanismos del sistema nervioso que controlan la presión arterial y la frecuencia cardiaca —dicho esto la enfermera comienza a tomar nota—. Señorita Scarlett, ¿ el sujeto con qué le provocó la herida?

—C-co-con una navaja —Respondo.— ¿Y mi amigo? —pregunto refiriéndome a Daniel.

Tanto la enfermera, como el doctor se volean al ver al mismo tiempo.

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