El tiempo se ha pasado lento en las últimas seis horas de clase. Daniel y yo no hemos tenido momentos (ni ganas de mi parte) de hablar sobre la carta. Mi cabeza siente que va a explotar de tantas ideas, pensamientos y teorías de lo que podría decir aquel mensaje.
Y, aunque debería estar más preocupada sobre lo que dice el mensaje, estoy más preocupada por quién ha dejado la carta. Es decir, ¿cómo supo que no llegarían más chicos? ¿Cómo no se aseguró de que no la viera alguien más por accidente? Esas son las preguntas que no abandonan mi mente.
El chirrido del timbre que anuncia el fin de las clases de hoy se hace escuchar por toda el aula. Una parte de mi se alegra de no tener que lidiar más con las clases de hoy, me alegro más porque así mi cabeza va a parar de escuchar las voces de los profesores, para ahora únicamente enfocarme en el problema que se nos tuvo que presentar en la mañana.
Me encuentro con el dulce rostro de Matt frente a mí, recordándome que le dije que estaría en la tarde con él para platicar y pasar tiempo juntos.
—¿Nos vamos? —pregunta susurrándome al oído.
—¿Me darías un minuto a solas con él? —él frunce ligeramente su ceño al saber a quién me refiero. Sé que lo saca de sus casillas, pero dadas las circunstancias y saber de quién viene no podemos dejar esto simplemente así.
—¿No fue suficiente en la mañana? —Me recuerda con amargura.
—Por favor, es importante —trato de convencerlo, y aunque trata de disimular con una falsa y muy forzada sonrisa, su cara llena de coraje me da a entender que no lo estoy logrando—. Te juro que sólo será unos cinco minutos. No más. Y lo de la mañana...
—Bien. Te veo en la cafetería —dice seco, interrumpiéndome. Se da media vuelta como si le diera una rabia de sólo verme o de ver a Daniel.
Y una parte de mí lo entiende, lo de la mañana hizo parecer cosas que no son, como casi siempre.
—Se molestó, ¿no? —pregunta Daniel, observando como Matt sale del salón.
—No es algo que me sorprenda viniendo de él. Sólo que cada vez mi paciencia se agota más y más, porque siempre que pasa esto me termina diciendo lo mismo: "que lo va a intentar", cuando realmente no veo que haga mucho esfuerzo.
—Entonces no perdamos el tiempo. Si vamos a hacer esto y aparentar que llevamos una vida ordinaria, hay que organizarnos a la perfección para descifrar esta mierda.
—Sí, sí —intervengo—. Yo iré a la biblioteca.
—¿A la biblioteca, para qué? —pregunta ceñudo, confundido.
—Para leer el mensaje —digo con obviedad—. Algo nos tiene que servir, ¿no?
—Miller, ¿en qué mundo vives? —pregunta pasando de su usual cara de seriedad a suprimir una risita.

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Internados
Ficção AdolescenteLas buenas decisiones no son algo que caractericen a Scarlett Miller, pero, ¿quién la puede culpar después de la pérdida de su mamá? Empezar desde cero en una internado lejos de su familia no fue una decisión fácil, ni mucho menos la correcta. Ella...