El reencuentro.

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«A estas alturas, ningún reencuentro es coincidencia

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«A estas alturas, ningún reencuentro es coincidencia.»

Siendo por fin lunes, acabando con este inusual fin de semana y también con las tediosas clases del día de hoy, me encuentro al lado de Daniel como de costumbre, ambos sentados en una jardinera.

—No te imagino a ti bebiendo, es decir, no me te imagino bebiendo trago tras trago —dice él.

—Y ni lo verás nunca, después de como estuve el sábado no planeo hacerlo otra vez.

—¿Ya te sientes mejor? —pregunta, dándole un sorbo a su jugo.

—Sí, gracias a ti no fue tan dura la resaca.

—¿Pero qué tal el sueño? —bromea.

—Tenía sueño, no me culpes por quedarme dormida.

—No es que te culpe, no con todo el significado de la palabra, pero fue más difícil sacarte ayer por la mañana.

—Como sea, ninguno tuvo ninguna sanción y eso es lo que importa —volteo a verlo y solo veo como es que le da ligeros sorbos a su jugo mientras hace caras y muecas raras—. ¿Daniel, qué tienes?

—Yo nada, mi jugo sabe raro.

—A ver —extiendo mi mano hasta su envase, él me la entrega, así que le doy un ligero sorbo. Al sentir el amargo sabor de la toronja echada a perder, regreso el jugo que he tomdo al vaso de plástico—. ¡Agh! ¡Te lo dieron echado a perder!

—¡Scarlett, qué asco! —reclama, haciendo sonidos de asco.

—¿Qué tanto te quejas, acaso te lo ibas a terminar?

—Claro que no, pero ¿cómo se te ocurre regresarlo al vaso? Agh, acompáñame a la cafetería a regresarlo.

—Agradece que fue en el vaso y no en tu cara —digo aún asqueada por el sabor tan desagradable que el líquido llamado jugo dejó en mí.

Se pone de pie y yo lo sigo, tomo mi bolsa y él su mochila. Vamos rumbo a la cafetería y una vez en ella Daniel (de manera muy amable) pide su cambio de jugo.

—¿Y por qué a ellos no les gritas como me gritaste a mí?

—¿Qué esperas? ¿Que haga un escándalo? —cuestiona poniendo en alto una de sus cejas—. Porque no va a suceder.

—No, pero qué diferencia como te quejas con ellos a cómo te quejas conmigo.

—Ya, exagerada. Para compensar, según tú, mis malos modales, ¿quieres algo? Tómalo como una disculpa.

—No, porque seguramente me lo vas a cobrar después —digo, haciéndome la digna aunque por dentro esté anhelando un pequeño plato de fruta picada.

—Como quieras —dice, alzando sus hombros, restándole importancia.

—Bueno sí quiero un pequeño plato de fruta picada.

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