Narra Temo.
Estaba a punto de ponerme la pijama cuando mi padre tocó la puerta.
-Pasa.
Mi padre abrió la puerta lentamente.
-Hijo, Aristóteles te busca, creo que es algo grave, está llorando en el pasillo.
No dije nada, sólo salí rapidamente del departamento y lo vi ahí, en el pasillo, estaba devastado, sus ojos estaban rojos de tanto llorar, en cuanto me vio corrió a abrazarme. No sabía lo que estaba pasando pero lo sostuve fuertemente mientras él seguía llorando en mi hombro.
-Temo, te necesito - dijo entre sollozos.
-Aquí estoy Aris, no te dejaré solo.
Después de un rato abrazados él se calmó y nos separamos.
-Aris, sabes que cuentas conmigo para todo, cuentame, ¿qué pasó?
-Mi papá, me corrió de la casa, me dijo cosas horribles, él.....- no terminó de hablar cuando de nuevo el llanto lo invadió.
De nuevo me acerqué para abrazarlo, me partía el alma verlo así, las lagrimas comenzaban a amenazar con salir de mis ojos.
-Mira Aris, tal vez tu padre si fue un tanto duro, pero vas a ver que con el tiempo todo se va a arreglar, y ambos van a estar felices como antes, como siempre.
-No creo, lo hubieras visto, me odia, me aborrece.
-Claro que no Aris, él te ama, sólo dale tiempo. Por lo pronto te puedes quedar en mi casa.
-Muchas gracias Temo - dijo agarrandome del cuello - de verdad te amo.
-Yo también te amo.
Nos acercamos y nos dimos un corto pero mágico beso.
-Ven, entremos - le dije jalandolo de la mano.
-No, ¿qué te parece si vamos a dar una vuelta?
-¿Vuelta? ¿A esta hora?
-En el auto tontito.
-¿Estás seguro? ¿No prefieres descansar?
-Por favor Temo, sólo será un rato, quiero tomar aire, distraerme, olvidarme.
-Está bien - suspiré.
Salimos del edificio y entramos al auto y arrancó.
Comenzamos dando la vuelta por algunas calles de la ciudad y luego sin darnos cuenta entramos en la autopista.
-Aris, ¿no estamos yendo muy lejos?
-Tranquilo Temo, ahorita regresamos.
No es que no confiara en él, sólo que sabía que no estaba muy estable, podía ver en su mirada la tristeza, la desilución. Cada en cuando una luz de un auto nos iluminaba, lo que me permitía obervar sus ojos llorosos de los que no dejaban de salir lagrimas.
Sentí como aumentó la velocidad.
-A..Ari, creo que vas muy rápido.
Él no respondía.
-Aris, por favor baja la velocidad - dije en tono más alto. Estaba comenzando a asustarme.
-Perdón - dijo al tiempo que bajaba la velocidad - perdoname Temo, no sé que me pasa.
-Será mejor que regresemos a casa, tienes que descansar.
-Está bien, pero tenemos que buscar un retorno para darme la vuelta.
La carretera estaba elevada, a mi lado derecho había un barranco lo que hizo que me pusiera más nervioso.
Seguimos en la carretera en busca de un retorno para regresar, ambos estabamos algo callados, no quería distraerlo.
Adelante nuestro iba un auto que iba bastante lento, si seguiamos detrás de él nunca llegariamos.
-Será mejor que lo rebase.
-Está bien pero con cuidado.
Nos hicimos un poco hacia la izquierda para rebasar al auto, más adelante había una pequeña curva.
Justo cuando ibamos a pasar el auto, otro auto salió de la curva a toda velocidad y ambos nos cegamos por las luces. En un intento de no chocar, Aristóteles giró bruscamente hacia la derecha, haciendo que atravesaramos el varandal de acero y nos fueremos directo al abismo.
-¡Ari! - fue lo último que pude gritar antes de caer hasta el fondo y todo se volviera negro.
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Aristemo: El último "Te quiero".
Novela JuvenilAristóteles y Cuauhtémoc son dos chicos totalmente diferentes, que a pesar de todo, al final tienen algo en común; el amor.