Narra Temo.
Ya había pasado una semana desde la muerte de Aristóteles y la verdad nunca me había sentido tan solo en mi vida, es como si hubierran arrancado una parte de mi.
Fui a visitarlo al cementerio, llevaba conmigo una fotografía de ambos en un parque bajo un árbol, recostados bajo su sombra, recuerdo que le pedimos a una chica que nos tomara la foto.
Puse la foto sobre su tumba, al lado de todas las flores y ramos que había, reconocí algunos nombres de la escuela en ellos; "Con cariño, Carlos" decía una nota sobre unos tulipanes, "De Franco" decía otra nota sobre unos claveles blancos.
Me senté a un lado de la lapida a contemplar el cielo, el pasto, el aire, la soledad.
-Te extraño mucho Aristóteles - comenzé a hablar esperando que pudiera escucharme- no sabes la falta que me haces - las lagrimas comenzaron a salir y mi voz se quebró - cada día me despierto con la esperanza de volver a verte pero nunca es así, y no sabes como me culpo por no haberte insistido aquella noche para que no salieramos en el auto, pude haberte metido a patadas al departamento, hubieramos dormido y todo seguiría normal, tú seguirías conmigo. Pero supongo que por algo suceden las cosas, ¿no es así?
Tus padres están cada vez peor, desde mi cuarto puedo escuchar sus peleas, tu madre sigue muy triste y a tu padre lo invade la culpa.
Todos seguimos muy mal, dejaste un hueco en todos nosotros, un hueco que será imposible de llenar.
Me sequé las lagrimas y me levanté. Tal vez el venir a hablar con él podía parecer raro, pero el hacerlo me daba paz, de alguna manera me hacia sentir que él no estaba del todo ido.
-Gracias por escucharme, me hace bien hablar contigo.- dije volteando a ver la tumba con una pequeña sonrisa, luego, sin más, me fui de ahí.
--------------
Llegué a casa y mi padre me estaba esperando en la sala.
-¿Y tú donde estabas?
-Aamm, salí con Carlos - respondí nervioso.
-Hijo, no trates de engañarme - dijo al momento que se levantaba para acercarse a mi - tienes los ojos inchados, ¿estuviste llorando?
Mi papá era muy dificil de engañar, a él no le gustaba que fuera al cementerio a visitar a Aristóteles, decía que eso sólo me hacia más mal.
Yo sólo me quedé en silencio ante su pregunta.
-¿Fuiste al cementerio verdad? - preguntó tomandome del hombro del brazo que no tenía enyesado.
-Si papá, fui a visitarlo - respondí tristemente.
-Hijo, sabes que eso no te hace bien, debes de tratar de seguir con tu vida.
-Eso intento papá pero lo extraño, necesito más tiempo.
-Y necesitas distraerte, hacer cosas como los demás muchachos, a partir de mañana regresarás a la escuela.
-No estoy listo papá - sollozé.
-Sólo quiero que lo intentes hijo, por mi. Quiero que salgas adelante, ¿lo harás?
Sabía que él tenía razón, Aristóteles no querría que yo me ahogara en mi depresión.
-Está bien papá, lo intentaré.
Me dio un beso en la frente y me envolvió en un reconfortante abrazo.
--------------
Iba hacia la escuela en la camioneta de mi papá con mis hermanos. La verdad no quería regresar a la escuela, no aún. La soledad y la tristeza me comía por dentro, no podía pasar un minuto sin ver o escuchar algo que me recordara a él.
-Hermanito, sé que estás muy triste, por eso quiero que sepas que si te sientes solo estareamos ahí para ti - habló Lupita.
Yo sólo pude sonreir ante su lindo comentario.
-Asi es Temochas, te vamos a ayudar para que ya no estés tan aguitado - dijo Julio.
-Muchas gracias, calcomanias, los quiero mucho - dije al tiempo que los abrazaba.
Llegamos a la escuela e ingresamos, mis hermanos se fueron a su salón y yo al mío. Al entrar al aula vi que mis compañeros estaban bastante callados, más de lo habitual. Sentí como muchos de ellos me miraban con pena, lastima, ellos sabían lo mucho que lo amaba.
Fui hasta el rincón a sentarme en mi lugar de siempre, al lado de Carlos.
-Hey, que bueno que ya regresaste, te extrañaba.
-Gracias, mi padre me obligó, si no fuera por él ni me habría levantado.
-Bueno, lo importante es que ya estás aquí.
Las clases transcurrieron casi normalmente, y sigo casi normalmente porque su ausencia se notaba considerablemente, él siempre participaba entusiastamente y ya no estaba.
Llegó la hora del receso y yo me fui a sentar con Carlos, él estaba intentando distraerme contandome cosas sin sentido de su vida, cuando Franco se acercó a nosotros.
-Temo, ¿podemos hablar? - preguntó mirando nerviosamente hacia los lados. Su mirada lucía diferente, como si hubiera algo dentro de él que iba a explotar.
-Claro, Carlos ahora vuelvo - dije antes de levantarme y alejarme con Franco.
-Está bien - escuché que dijo detrás de mi.
Franco me llevó al salón y cuidadosamente cerró la puerta.
-Bien, ¿de que quieres ha....?
No terminé la oración cuando el chico rompió en llanto.
-Franco, ¿que tienes? - pregunté asustado.
-Lo siento Temo, lo siento mucho - dijo entre su llanto.
-¿Por qué te disculpas? - pregunté confundido.
-Por lo de Aristóteles, fue mi culpa.
-No Franco, no fue culpa de nadie, o en todo caso fue mía.
-No, no entiendes, ese día Eduardo fue con el padre de Aristóteles y le dijo que era gay y que tenía una relación contigo - dijo sollozando.
-¿Qué? - sentí una cuchillada en mi pecho, todo este tiempo me estuve culpando a mi por lo que pasó, pero el verdadero culpable era alguien que tal vez ni sentía remordimiento, y ese alguien me había quitado a Aristóteles.
-Perdón Temo, yo no lo detuve, soy un cobarde, un imbecil, yo tuve la culpa de que Aris muriera - se dejó caer en el piso, se miraba realmente mal, sentía que él había ocacionado su muerte.
-No Franco, tú no tuviste la culpa, levantate por favor - dije al tiempo que intentaba levantarlo con mi brazo no roto.
Comenzé a llorar yo también, pero del enojo, de la impotensia.
-Sé exactamente lo que tengo que hacer - dije antes de salir del aula rápidamente, dejando a Franco en el suelo llorando.
No sabía si estaba haciendo lo correcto o sólo estaba actuando impulsivamente pero lo iba a hacer.
Atravesé el patió de la escuela caminando rápidamente y con los ojos inundados. Seguí caminando hasta encontrarlo; ahí estaba, de espaldas junto con otros chicos.
-Eduardo - dije casi gritando - sé lo que hiciste, lo que le hiciste a él.
-¿A qué te refieres? - preguntó nervioso.
-¿Cómo puedes ser tan cínico? ¿Cómo puedes tan siquiera dormir después de lo que hiciste?
-No sé de que hablas.
-Lo sabes muy bien, y tranquilo, no te pienso exponer delante de todos, porque creo que con tu conciencia tendrás suficiente. Él era muy bueno, él nunca le hizo daño a nadie, al contrario, cada día se esforzaba para mejorar, y no sólo su vida, sino la de los demás, pero claro, vida es algo que él ya no tiene, y en parte fue gracias a ti.
Lagrimas comenzaron a salir de los ojos de Eduardo, era claro que él sabía lo que había hecho, había cierta culpa en sus ojos.
-No te deseo mal, al contrario, te perdono, te perdono por quitarme lo que más quería.
No dije nada más, me fui de ahí y lo dejé solo con su conciencia y claro, los 100 chicos que estaban alrededor viendo la escena.
*El siguiente capítulo es el final de la historia*
ESTÁS LEYENDO
Aristemo: El último "Te quiero".
Novela JuvenilAristóteles y Cuauhtémoc son dos chicos totalmente diferentes, que a pesar de todo, al final tienen algo en común; el amor.