[Little Bell] |Part Three|

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Minho se quedó mirando el inmaculado cielo azul. Ese día no había ni una sola nube, y hacía un calor soportable, era diferente a todos los días, cuando todo el cielo se nublaba y hacía tanto frío que no quería ni salir de su dormitorio.
Por eso había salido a la plaza a tomar sol. Hoy era un día especial.
-Mango- oyó que alguien hablaba a lo lejos- ¿Que haces ahí, Mango?
Increíble, era Gabriel.
-¿Que quieres, Gab?- preguntó el chico levantando la mirada para que el sol le calentara la cara.
-Quiero saber qué haces en mi asiento, Mango.
Mango. ¿A quien se le ocurre un apodo así de horrible?
Gabriel era un chico rubio, ignorante y estúpido, como todos los demás. La mayoría de los niños del orfanato lo llamaban Mango gracias a que Gab dijo que "se parecía mucho a su nombre chino".
Gabriel tenía solo dieciséis años, pero aparentaba más edad.
-Bueno, estoy tomando el sol. Ya sabes, la vitamina D. Estoy en fase de crecimiento, ya sabes. Tengo catorce años.- Minho miró hacia donde estaba el chico. Su balón de basketball estaba debajo del brazo, como siempre-. ¿Y quien ha dicho que es tu asiento?
La expresión de Gabriel cambió completamente.
Minho sabía, y las consejeras del orfanato se lo habían dicho: No te metas con Gab, no lo provoques.
Pero es que simplemente no podía evitarlo. Sentía la gran necesidad de que Gab le prestara atención, la necesidad de que se enojara.
A veces se preguntaba a sí subconsciente (que era quien hablaba cuando Gab estaba cerca) si era masoquista o algo por el estilo.
-Yo digo que es mi asiento- el chico dejó caer su balón en el piso-. Y si no te mueves, te muevo.
Minho ni se inmutó.
Siempre era el mismo ciclo: Gab llegaba a su lado, Minho se defendía verbalmente, pero para defenderse físicamente... era algo inútil.

Gabriel le tomó la camisa y lo sacó de la silla.

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Solo reconoció el lugar donde estaba por el techo pintado de amarillo pastel. Ese maldito techo que había visto tantas veces.
Trató de incorporarse, pero le fue inútil. Su cuerpo estaba tieso del dolor.
-Hola, tú- una mujer lo llamó desde el umbral de la puerta.
Logró mover su cuello para mirarla.
-Hola.
La desconocida entró a la enfermería con algo de desconfianza, como si nunca hubiera estado ahí.
Minho no la reconoció, no era la enfermera de siempre.
-¿Como te llamas?- preguntó la mujer tanteando entre las repisas donde estaban los medicamentos.
-Minho- respondió el chico con mala gana. Cada vez que Gab le hacía algo su humor se ennegrecía, y se volvía insoportable.
-Oh, mi nombre es Jimin- dijo abriendo un frasco de medicamentos y abriéndolo-. Ambos usamos nuestro nombres coreanos.
El chico frunció el ceño. Hay muchos coreanos en Australia, ¿que te sorprende?
La muchacha dejó de tantear los estantes y bajó una caja que estaba en uno de los últimos.
-Aquí está...- Minho reconoció la cajita de inmediato. Era el pequeño botiquín de emergencias.
-Podrías haberme preguntado donde estaba en vez de buscarlo por tanto tiempo- dijo el chico mientras la muchacha acercaba un banco a su cama y se sentaba a su lado.
-Bueno, parece que no hablas mucho- Jimin bañó un algodón en alcohol-. Literalmente me dijiste dos palabras en el tiempo que estuve aquí.
Puso el algodón en la frente del chico para limpiarle un pequeño raspón que tenía.
Minho pegó un salto. Dolía como el diablo.
-Lo siento...- dijo Jimin apartando el algodón y tomando un pedacito de gasa-. Ese chico... Gabriel. ¿Fue el que te hizo esto?
Minho asintió con vergüenza.
-Si, yo... no soy capaz de quedarme callado, supongo- puso las manos debajo de la cabeza mientras Jimin terminaba de vendar el raspón.
-No, está bien que lo enfrentes- puso el último pedazo de cinta para colocar la gasa en su lugar-. Si te quedas callado y te vas solo le subes el ego y hace que tenga más influencia en ti y en todos a los que molesta.
Jimin dejó el botiquín de lado y se volvió hacia el muchacho.
-Por suerte logré que lo trasladaran. Hablé con Lana, tu consejera y mi amiga, y todo se resolvió. No volverá a molestarte más.
Minho no sabía si llorar o agradecerle a la muchacha por lo que había hecho por él.
Le había quitado un gran peso de la espalda.
-Oh por Dios, muchísimas gracias- el chico logró sentarse en el colchón-. ¿Porqué harías algo así? Ni siquiera me conoces.
La mujer sonrió al oír lo último.
-Yo fui quien te encontró en la plaza, tirado en el piso, todo lleno de golpes, y...- su expresión se volvió seria- Recordé a mi hijo. Un chico pequeño, vulnerable. Y... no puedo permitirlo. No puedo permitir que un idiota maltrate a un niño así porque le da la gana.
Minho asintió, y trató de no sonreír ante un momento tan serio. Pero estaba feliz, muy feliz. Gabriel había desaparecido de su vida.
-Bueno, gracias...- se rascó la nuca con nerviosismo-. ¿Y tu hijo? ¿Está aquí contigo?
La mujer aun tenía la mirada sombría.
-No, él...- suspiró, y luego levantó la cabeza para hablar-. Él vivía en un orfanato, como tú. Pero... hace una semana que está perdido.
Minho levantó la ceja.
-¿Perdido? ¿Escapó?- Minho había visto muchos casos similares en su propio orfanato.
-Si...- se le quebró la voz, no lloró. Pero Minho veía como apretaba las mandíbulas para no hacerlo.
-Oh...- el chico se paró de la cama y empezó a caminar por el recinto, para que sus piernas dejaran de estar entumecidas-. Y, ¿como va la búsqueda?
Es la pregunta más inoportuna que has hecho en tu vida, Minho.
-Mal- la mujer apretaba los puños con fuerza-. Creen que salió de Canberra, porque nadie lo ha visto por aquí.
Minho asintió. Decidió no volver a hacer preguntas estúpidas, y se sentó de nuevo en la cama.
-Sé que te conozco hace cinco minutos- el chico la tomó por los hombros-. Pero eres una buena persona. Y todo lo que hace una persona se devuelve.
Una lágrima se escapó de los ojos de Jimin, pero la limpió de inmediato.
-Gracias, Minho- la mujer sonrió, radiante-. Sé que lo haré. Encontraré a mi hijo.

<<<>>>
Investigó un poco sobre Jimin. Se dió cuenta de que era una "patrocinadora" del orfanato, según le dijo Lana. O sea, donaba dinero para comida, agua, ropa, etc.
Lo había ido a visitar todos los días que podía en los últimos tres meses. Siempre llegaba los Martes, Jueves y Sábados por la tarde. Y él siempre la buscaba, le encantaba estar con ella.
-Jaque mate- dijo Jimin moviendo su peón para derrotar a la reina de Minho.
-Me has ganado todas las partidas, Jimin- el chico sonrió, recogiendo las piezas y acomodándolas de nuevo en el tablero-. Eres increíble.
-Para este tipo de juegos hay que tener memoria, y pensar en las posibilidades, en lo que pueda pasar a futuro- Jimin movió el primer peón blanco hacia adelante-. Solo es cuestión de perspectiva, Minho.
Unos quince minutos después, Jimin movía su reina hacia adelante, y Minho la hacía caer con su peón.
-Nooo- dijo Jimin sin gritar-. Ganaste gracias a mí, niño.
-Todo es cuestión de perspectiva, Jimin.
Se rieron a carcajadas, mientras los demás niños en la sala de juegos se les quedaban mirando.
-Tengo que irme, Minho- dijo la mujer sin parar de reír aún-. Me debes una revancha.
La expresión de Minho cambió de inmediato. Su única amiga por el momento se iba de nuevo.
Jimin se levantó y caminó hacia la puerta de la habitación.
-Está bien, adiós- dijo el niño rascándose el brazo, y viendo como Jimin caminaba hacia la puerta principal.

Pero no llegó muy lejos. Cuando estaba a punto de salir, giró para ver al chico.
Caminó de vuelta donde estaba el muchacho y lo miró con los ojos entrecerrados.
-¿Porqué estás aquí, Minho? ¿Porqué tus padres te abandonaron? ¿Porqué nadie te ha adoptado ya?
El chico frunció el ceño.
-Ehm... mis padres no me abandonaron. Murieron en un accidente de auto.- se apoyó en el umbral de la puerta-. Y la gente por lo general prefiere adoptar niños pequeños, así que...
-Eso es estúpido- dice la muchacha revisando su reloj-. Todos los niños van a crecer de todas formas.
Minho asintió. ¿A que venía todo aquello?
-Y, ¿como fue el accidente?- la mujer preguntó con voz dulce.
-Bueno, oí decir a las consejeras que no fue un accidente, exactamente- al chico le dolía recordarlo-. Parece que... mi padre trató de chocar otro auto, ya que no había señales de que forzara o girara el volante bruscamente.
Jimin había borrado su sonrisa.
-¿Y tú lo crees?
Minho la miró a los ojos, con expresión aireada.
-Mis padres tenían algunos problemas. Mi padre era adicto al juego, y casi no traía dinero a las casa por eso, y a veces hasta le robaba a mi madre. Pero nunca sabré si esa fue la razón o si él fue capaz de hacerlo. Prefiero solo dejarlo ir, solo pasó y no quiero recordarlo.
Jimin asintió y sonrió de nuevo.
-Es una gran decisión- la mujer cruzó los brazos-. Igual que la que estás a punto de tomar.
Minho también se cruzó de brazos y frunció el ceño.
-¿Que decisión?
La mujer se agachó un poco para quedar a la altura del chico.
-Quiero que vengas a vivir conmigo, Minho- la mujer tenía una sonrisa enorme-. Quiero adoptarte.
Su corazón pareció pararse, y luego comenzó a latir a mil por hora. Las manos le sudaron y sintió como su rostro se ponía rojo de emoción. Era el precioso momento que había soñado durante todos esos años.
-¿D-De verdad?- sus ojos se iluminaron-. Quiero decir... ¿hablas en serio? ¿Vas a adoptarme?
La mujer sonreía a más no poder.
Se enderezó para verle el rostro.
-Solo si tú quieres, por supues...
-- el chico casi gritó al soltar la palabra-. Sí, claro, perfecto. Iré, sí.
Jimin rió mientras escuchaba las temblorosas palabras del adolescente.
-Bueno, ve alistando tus maletas, entonces.

»Iremos a casa, Minho.

Holaaa

Espero que les haya gustado muchísimo la maratón.
Este es un tema que me gustó mucho contar, siento que fue bastante lindo, no sé :')

Igual sé que lo que escribo es basura pura, pero espero lo disfrutaran ;-:

«THE WISH»†|Stray Kids|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora