[Little Bell] |Part Two|

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Minho despertó entre un compás de alarmas y bocinas. Y ni siquiera sabía de donde venía el gran barullo.
Abrió sus ojos de poco a poco. Las luces eran demasiado intensas para poder abrirlos completamente.
¿Que había pasado? ¿Porqué no estaba en la escuela?
Miró a su alrededor. Estaba en un largo pasillo, lleno de montones de personas.
No estaba en la escuela, ¿porqué?
Trató de sentarse, pero su pierna le dolía. Miró hacia abajo.
Su pierna estaba envuelta en vendas, cubiertas en sangre.

Sangre.
Su vista se nubló, los sonidos incrementaron a un nivel que hacía doler sus oídos.
Ese espeso y metálico líquido rojo.
Odiaba ver sangre, le hacía tener ganas de vomitar, y marearse.
Y verla en su pierna...
-Niño, cuidado- alguien le sostuvo el hombro, para que no se cayera de la camilla.
Volvió a la realidad de un momento a otro.
Miró claramente el pasillo donde se encontraba. Camillas pasaban por doquier, personas gritaban frases que se ahogaban por algún otro ruido, y algunas sollozaban con pesar. La mujer con bata blanca a su lado lo miraba con...¿lástima?
Estaba en un hospital.
-¿Que está pasando?- el niño preguntó sin dirigirse a nadie en realidad- ¿Que pasó? ¿Que le pasó a mi pierna? ¿Porqué no estoy en la escuela?
-Niño, relájate...
-¿Donde están mis padres?- el niño había comenzado a sollozar. No recordaba absolutamente nada de cómo había llegado hasta ahí.
-Necesito hacerte unas preguntas para poder ubicar a tus padres, cariño- la señora de la bata blanca apartó el largo cabello de sus ojos- ¿Estaría eso bien?
El niño miró de un lado hacia otro. Le dolía la pierna, sus padres no estaban, no sabía que pasaba. Y además... su madre le había dicho que no hablara con extraños a menos de que fuera completamente necesario.
Y supuso que ese era el momento.
-Si, está bien- se sentó con dificultad.
-Ok...- la mujer sonrió, mostrando sus blancos dientes-. Primero necesito que me digas tu nombre, cielo.
-Me llamo Minho- el niño se veía inquieto- Minho Lee.
-¿Y que edad tienes?
-Tengo 7 años.
-Vaya, eres alto para tu edad- ella sonrió, tocando el hombro del niño-. Y dime, ¿cuáles son los nombres de tus padres?
El niño miró pensativo al piso.
-Glenn y Sara Lee- el niño sonrió, finalmente encontraría a sus padres- Glenn y Sara son mis padres. ¿Están aquí? ¿Puede buscarlos?
La sonrisa de la mujer se desvaneció al ver la hoja que tenía al frente. La lista de fallecidos del día.
-Oh por Dios...- miraba de un lado a otro, como buscando algo o a alguien- Ehm...
-¿Ya buscará a mis padres?- insistía el pequeño niño con expresión seria- Quiero verlos, y quiero saber qué pasó con mi pierna...
-Mira, niño- la señora lo tomó suavemente por los hombros-. Necesito que te quedes aquí por un segundo. Alguien más volverá y hablará contigo, ¿está bien?
El niño asintió con melancolía. Quería ver a sus padres ya, y tardaban mucho en llevarlos. Y además tendría que hablar con más extraños.
La enfermera le soltó los hombros y empezó a caminar por el pasillo.
Minho estiró el cuello para ver hacia dónde iba la mujer. Recorrió el corredor completo con el rostro entre las manos.
El niño esperó y esperó.
La pierna le dolía mucho. Sentía que habían pasado horas desde que la mujer lo había dejado. Estaba solo.
Al fin, de la puerta por donde había salido la enfermera apareció una muchacha más joven, de tez morena, que llevaba una bata blanca puesta.
Pasó por todas las camillas en el pasillo de emergencias, mirando los números para ver a cuál debía atender.
Miró el número de la suya y retrocedió, como si le diera miedo acercarse.
-Hola, pequeñín- la muchacha cedió-. ¿Te encuentras bien? ¿Te duele la pierna?
Se acercó a su vendaje y lo examinó.
-Estoy bien- el niño hizo una mueca de dolor cuando la mujer le quitó las ensangrentadas vendas-. Aunque la señora dijo que traería a mis padres, y no están aquí.
La mujer lo miró a los ojos por un minucioso instante de análisis.
No le respondió nada, solo se concentró en desinfectar y envolver de nuevo la herida del niño. No sabía como decirle ese tipo de cosas a sus pacientes adultos... mucho menos podría decírselo a un niño.
Desinfectó la herida con alcohol etílico y Neobol, y tomó un rollo de gasa que estaba en su bolsillo para envolver bien la herida.
-Gracias, señorita- el niño sonrió al no ver más sangre en sus vendas-. Se ve que usted es una buena doctora.
La mujer sonrió.
-Según todos, yo soy la mejor de por aquí- la muchacha le guiñó un ojo y se sentó a su lado en la camilla-. Toma una paleta, por portarte tan bien y seguir todas nuestras instrucciones.
El niño la tomó con gusto.
-La señora me dijo que tenía que quedarme quieto aquí para poder ver a mis padres, pero... aún no los traen- abrió la paleta y se la llevó a la boca-. ¿Donde están?
La mujer parecía bastante joven y radiante, Minho calculó que no pasaba de los treinta años.
Pero cuando lo miró, le pareció que era mucho mayor. Tenía la mirada sombría y el rostro se cayó con una expresión triste.
-Niño, yo...- la mujer apretó los puños a sus costados, tratando de relajarse-. Quería decirte que en realidad tus padres no están aquí ya.
El niño se sacó la paleta de la boca para hablar.
-Oh...- Minho no entendía nada-. ¿Entonces me llevarán donde ellos están?
La mujer se quitó las gafas que traía, y se arrodilló para que el niño viera su rostro.
-Cariño, sé que es difícil, pero necesito que seas fuerte- la muchacha suspiró y miró al Niño a los ojos...

Minho, tus padres fallecieron.

<<<>>>

-Hola, Minho- la señora que lo había llevado hasta allá lo miraba desde su asiento detrás del escritorio-. Por favor, siéntate.
Se sentó en la grande silla giratoria. Intentaba darle vueltas, pero no lo conseguía, pues sus piernas eran muy cortas.
La mujer se acomodó las gafas y ojeó unos papeles que traía en las manos.
-Bueno, mi nombre es Lana. Y tengo que explicarte un par de cosas- apoyó los codos en el escritorio-. Bueno, sé qué pasó algo horrible esta semana, ¿no es así?
Minho, al oír sus palabras, miró hacia la ventana. Y así como así, en un instante, sus ojos se agüaron.
Había querido ignorar el tema por el mayor tiempo posible, solo quería dejarlo como estaba y ya. No volver a pensar en eso de nuevo.
Pero siempre había alguien recordándole: "oh, tus padres murieron."
-Si...- respondió el pequeño rindiéndose con la silla y prestando atención a Lana-. Y, ahora..., ¿que pasará conmigo?
-Bueno, ya buscamos tus datos, y nos dimos cuenta de que tu árbol genealógico es casi inexistente. Es otras palabras, no tienes familia.
Minho solo sabía que su abuela había muerto hace un año, más o menos. Y tenía una tía que vivía al sur de Florida, en Estados Unidos. Pero ella tenía algunos problemas psicológicos.
-Solo te quedará quedarte aquí- Lana lo miró con compasión-. Se llama Kyoko Garden, es un hogar para niños en situaciones parecidas a la tuya.
El niño frunció el ceño.
-Supongo que está bien- miró sus pies, que colgaban en la silla-. Mientras hayan dulces.
La muchacha rió con las manos entrelazadas, y sintió una lástima inmensa por el pequeño niño. No tenía una idea de lo grave que era la situación: sus padres murieron en un accidente de auto y debería vivir en un orfanato. Estaba huérfano. Siempre lo estaría.
O por lo menos hasta que alguien se dignara a adoptarlo.

-Por supuesto, tenemos muchos dulces, cariño.

«THE WISH»†|Stray Kids|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora