Harlied
Yo no creo en ese amor.
Estoy terminando de pasar los apuntes a mi cuaderno. Me gusta tomar los dictados allí para luego transcribirlos con calma a mi libreta. El receso ha terminado. Todos empiezan a entrar, mientras yo, como casi todos los días, estoy tan ocupado en las tareas que ni siquiera salgo a descansar. Además, en los últimos días, el apetito se ha ido por completo.
Franco, el chico que se dedica a molestar y estorbar a quienes considera más débiles en el salón, se ha sentado a mi lado para revisar un cuaderno que Charlotte —la compañera con la que comparto el escritorio— ha dejado sobre su sitio. Franco, al sentir mi mirada fija en él, se vuelve hacia mí.
—¿Algún problema, amigo?
Trata de intimidarme con la mirada, pero no me afecta en absoluto.
—No —respondo con frialdad.
—Tomaré esto prestado —dice, moviendo el cuaderno de un lado a otro mientras se pone de pie. Empieza a leerlo y hace una mueca antes de ir al frente del salón para llamar la atención de todos.
Niego con la cabeza ante tanta inmadurez y me quedo en mi lugar. Lo que tenga que decir no me interesa. Tengo demasiadas tareas como para perder tiempo con sus juegos infantiles. A pesar de todo, su lectura llega a mis oídos y, aunque no lo muestro, la escucho atentamente.
—Hoy les voy a hablar del magnífico Dios —dice, levantando las manos y llevando una al pecho en un gesto dramático—. Dios nos demuestra su amor de muchas formas, haciéndonos comprender que, a pesar de nuestros errores, Él nunca se apartará de nuestro lado. Envió a su único hijo para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, sino que podamos alcanzar la vida eterna. Dios es amor, Dios... Bla, bla, bla —hace una mueca y detiene la lectura.
Todos en el salón estallan en carcajadas. La risa llena el aula por completo.
Yo me mantengo absorto en mis pensamientos. Las palabras de Franco me estremecen y me causan una incomodidad palpable. Sé que nada de lo que dicen acerca de ese amor es cierto. Soy testigo de que el amor no existe, porque si fuera algo real, habría pruebas concretas que mostraran la veracidad de esas palabras. Y si fuera cierto, mi vida no sería el desastre que es ahora.
—No te han dicho que es de mala educación leer cosas privadas? —Dice Charlotte al entrar al salón mientras acomoda sus lentes.
—Es que tus cursilerías son tan románticas que no he podido contener mi curiosidad —responde Franco en tono burlón. Se posiciona frente a ella, y la diferencia de tamaño es tan grande que Charlotte debe inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo—. ¿Estás molesta?
—No, ¿has hecho algo malo? —Ella señala su mano—. Puedes devolverlo, por favor.
—Está bien, te lo devolveré. Déjame terminar el poema —dice, haciendo un ademán como si fuera un poeta—. "El amor es más que una simple palabra, es aquello que nos hace sentir vivos. El amor no es tan sencillo como parece o como lo hacen ver, el amor engloba la mayoría de las facetas que vivimos a diario..."
Mi vista se dirige a Charlotte, quien de inmediato parece sumergirse en sus pensamientos. Sus ojos se mueven de un lado a otro y una de sus manos juega con la tela de su ropa. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa, y se requiere mucho esfuerzo para distinguirla. Es como si, mientras Franco lee, ella viviera las letras que hay en ese cuaderno.
Después de unos minutos, vuelve a la realidad.
—Ash, ¡qué genio! —se queja Franco, mientras Charlotte toma su cuaderno de vuelta.
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El color del amor
RomanceAmor Una sola palabra que es capaz de provocar caos. Capaz de hacer de nuestras vidas algo diferente a lo que siempre creímos ser. Pero... ¿Qué es el amor? ... ¡Atención! Está completamente prohibido copiar, transmitir, retransmitir, transcribir...