Capítulo Nueve

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Charlotte

No dejaré que la historia se repita.

Mis cejas se contraen en un gran desconcierto; el libro aún cuelga de mis manos y me quedo pasmada mirando fijamente el rostro de Harlied. Intento encontrar cualquier pista que me dé un indicio de que todo lo que ha salido de su boca es mentira. Que nunca fue su intención hablar y expresarse de esa forma.

No encuentro nada.

Ninguna señal, ninguna emoción. Y eso hace que mi corazón se oprima un poco en el pecho. Me niego a creer que lo que ha salido de su boca es totalmente cierto. Quizás está molesto y ha dicho lo primero que pasó por su mente.

Lo veo alejarse para incorporarse junto al grupo de Franco, y eso es otra de las cosas raras que ha hecho hoy. Él nunca se llevaba tan bien con ellos como para estar compartiendo el almuerzo. Esos chicos eran los primeros en utilizar palabras ofensivas para referirse a él, así que es muy extraño observarlo sonriendo y palmeando la espalda de Franco.

Sacudo mi cabeza y me giro sobre mis pies. Una notificación proveniente de mi celular capta mi atención:

"¡Qué grande eres, Dios mío! ¡Todo lo que de ti sabemos es verdad! ¡No hay ningún otro Dios como tú."
‭‭2 Samuel‬ ‭7:22‬ ‭

Mi sonrisa aparece de inmediato al leer ese versículo, el cual creo que es muy cierto al cien por ciento. Me encamino hasta la biblioteca para esperar que el receso termine mientras leo uno de los libros que he dejado a la mitad.

—¡Charlotte! —La voz de Catrina me hace voltear. La ubico a unos cuantos pasos de distancia. Alza su mano y la mueve a modo de saludo.

—Hola, Catrina —Le sonrío al verla junto a mí—. ¿Vas a la biblioteca?

—No —Hace una mueca de desaprobación—. Solo vine a saludarte.

—¿A mí? —Toco mi pecho con la palma de mi mano—. ¿Sabías que vendría?

—No, pero te vi salir de la cafetería y supuse que venías en esta dirección.

—Ah —Es lo único que se me ocurre decir.

—¿Tienes planes para mañana?

—No, ¿por qué? —La observo confundida.

—Mis amigas y yo vamos a reunirnos en mi casa para hacer la práctica de matemáticas y, si queda tiempo, veremos una película. Es como una tarde de chicas.

—Suena divertido.

—Me preguntaba si tú... —Ella toma un mechón de pelo para envolverlo en sus dedos—. ¿Te gustaría venir?

Abro los ojos a modo de sorpresa ante la repentina invitación.

—¿Estás segura?

—Sí, hablé con las chicas y estuvieron de acuerdo.

—Pues estaría muy encantada —Pestañeé un par de veces.

—Nos vemos en el aula —Ella empieza a caminar hacia atrás—. Vamos a coordinar el horario y te lo hago saber.

—Está bien.

Catrina desaparece por donde mismo había llegado. Me giro para entrar en la biblioteca y, apenas pongo el primer pie, el timbre suena indicando que el receso ha terminado. Aprieto los libros contra mi pecho y, sin poder hacer nada, me doy media vuelta para ir a clases.

Las palabras de Harlied siguen rondando en mi cabeza. No quiero mentirme, no quiero eso. Pero al recordar la vez que fui a su casa cuando la maestra me envió, sus palabras al hablarme sobre su novia, a la cual perdió trágicamente, parecían salir de la boca de alguien que estaba intentando iniciar una amistad, alguien que necesitaba un amigo para compartir sus sentimientos y desahogar lo que atormentaba su corazón. Se veía como alguien sincero.

El color del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora