Capítulo Dieciocho

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Harlied

Adiós mi dulce amor.

—¿Así me veré cuando esté en la universidad? —Lo observo de arriba a abajo con el ceño fruncido.

—¿Como alguien maduro y responsable? —Utiliza un tono de autosuficiencia.

Niego con la cabeza.

—Como alguien viejo y demacrado.

—Auch, eso fue cruel, Harlied —Lleva una mano a su pecho y finge dolor—. Hieres mis sentimientos.

—Entrando en un tema serio —Me acerco más a él—. ¿Cómo actúas tan normal cerca de ella? —Chasqueo la lengua—. Después de todo lo que nos contaste.

—Lo hacía porque estaba borracho. Sabes que no puedo quedarme callado cuando esa sustancia entra en mi sistema.

Se encoge de hombros.

—No creo que fuera solo el alcohol —Le doy una mirada de desaprobación.

—¿Estás celoso? —Enarca las cejas—. Quiero que sepas que ya no hay nada entre nosotros, es cosa del pasado.

—¿Qué? ¿Celoso yo? —Resoplo—. No digas tonterías.

—Vamos, Harlied —Palmea mi hombro—. Vi cómo la mirabas cuando estuvimos en su casa. Esa mirada solo la he visto una vez en todo el tiempo que te conozco.

Desvío mis ojos sin saber qué decir y agradezco en cuanto distingo la silueta de Ludwi atravesar la puerta del bar.

—Estamos aquí —Alzo la mano cuando lo veo indagar en el lugar.

—¿Empezaron sin mí? —Cuestiona tomando asiento en medio de nosotros.

—No, sabes que esto es una competencia —Peter le da una palmada en la espalda—. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—¿Cuatro años? —Más que una respuesta, parece una pregunta.

—Más o menos —Asiente—. No has cambiado nada.

—¿Por qué te ves más viejo? —Ludwi lo escanea de arriba abajo.

—¡Que no estoy más viejo! —Peter finge molestia—. He madurado un poco, no soy el mismo adolescente que conocían.

—No, porque ahora estás más viejo.

Ludwi se burla de él, quien no tiene más remedio que ignorar sus comentarios graciosos. Ordenamos tres cervezas y el bartender no tarda en entregarlas. Empezamos hablando de momentos insignificantes en la escuela, hasta momentos en los que nos vimos muy apretados. Pierdo la cuenta de los vasos de cerveza que hemos tomado; solo sé que mi cuerpo se siente muy caliente y las palabras salen con dificultad.

—...y ella me dijo: ¿conoces a Peter?, y yo le dije: Sí, conozco a un Peter, y ella me dijo: ¿Qué decía Peter sobre mí?, y yo le dije: ¿sobre ti? No habló sobre ti, y ella me observó fijamente y pronunció una palabra que me dio escalofríos —Ludwi se tambalea un poco y me pide acercarme para susurrarle algo. Lo hago con dificultad, cuidando de no caerme, ya que estoy igual o peor que él—: Ella dijo: Charliii.

—Ok, sentí escalofríos también —Los dos asentimos y nos giramos hacia Peter, que tiene su celular en las manos y comienza a hacer una llamada.

—¿A quién le marcas? —Mis ojos amenazan con cerrarse y todo a mi alrededor da vueltas.

—Hola, Charlotte —Él mueve sus manos de un lado a otro, haciendo señas a la pantalla.

—¿Estás borracho? —Su voz me hace estremecer y me revuelvo incómodo en mi asiento—. ¿Estás solo?

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