Epílogo

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—Hola —Saludo a Ludwi abriendo la puerta del copiloto—. ¿Qué era tan urgente?

—¿Te agradan las sorpresas? —Enciende el auto y nos ponemos en marcha.

—Bueno, depende de lo que consideres como sorpresa —Digo con la vista fija en el paisaje.

—Créeme, esta es una muy buena —Le escucho reír. Me giro para mirarlo.

—Si es una de tus bromas —Le reprocho—, te advierto que no es gracioso.

—Confía en mí, Chacha —Le doy una mirada de desaprobación—. Charlotte, quise decir Charlotte.

—Está bien —Ladeo una sonrisa—. Veamos si puedes sorprenderme.

Vuelvo a mirar fuera del auto y noto que nos alejamos un poco de los lugares a los que estoy acostumbrada. Frunzo el ceño pensando que esto debe ser alguna clase de broma, conociendo a mi queridísimo amigo. Sin embargo, me mantengo callada y me dejo llevar.

Llegamos a un lugar lleno de gente, mucha gente. Ludwi busca un sitio para estacionarse y salimos del coche. Es un parque, un parque al que nunca había venido antes. Me asombro al ver las grandes luces en la entrada y mis labios curvan una sonrisa cuando comprendo lo que está sucediendo.

—Debo admitirlo —Palmeo su hombro—. Estoy muy sorprendida. ¿Fue idea tuya venir a celebrar con anticipación?

—¿De qué hablas? —Clara confusión en su expresión.

—Mi cumpleaños es en pocos días y tal vez esté tomando clases —Aclaro sonriendo—. ¿Decidiste sorprenderme antes?

—¿Qué? ¡No! —Suelta una carcajada—. Ni siquiera recuerdo cuándo es tu cumpleaños.

—No juegues con eso —Entrecierro los ojos.

—Es broma —Me pellizca la mejilla—. Pero no es la razón por la que estamos aquí.

—¿Entonces?

—¿Ves esa escalera? —Señala frente a nosotros. Yo asiento—. Hay un pequeño puente al final de las escaleras. Reconocerás de inmediato cuál es mi sorpresa.

—¡Espera, Ludwi! —Grito fuerte al verlo alejarse. Él alza una de sus manos y me dice adiós sin siquiera voltear a verme. Doy un paso en su dirección preguntándome si debería seguirlo, pero mi curiosidad me hace girar y ver a lo que se refería cuando me indicó subir esas escaleras.

Mi teléfono vibra y lo saco de mi cartera para encontrar un mensaje de Ludwi:

—Mentí, sí es un regalo de cumpleaños anticipado. Espero que lo disfrutes.

Sonrío al tiempo que bloqueo el teléfono para ponerme en marcha otra vez. Miro hacia arriba y pongo un pie en el primer escalón. Me vuelvo a cuestionar si debería llegar hasta el final o girarme para buscar a Ludwi. Sacudo mi cabeza de un lado a otro y continúo avanzando.

La última zancada y ya estoy en la cima.

Mis ojos se mueven de un lado a otro cuando el dichoso puente aparece en mi campo de visión. Hay personas por doquier, lo que me hace preguntarme qué es lo que vine a ver. Ese chico sabe cómo jugar conmigo. Camino un poco más y la belleza de este lugar es para admirar: luces colgando alrededor de algunos árboles que logro divisar al final del pequeño puente. Las personas toman selfies entre ellas y algunos se abrazan mientras admiran lo hermoso que está el cielo.

Sonrío. Esta era la sorpresa. Tanto misterio para mostrarme un lugar como este. Se lo agradezco, señor Ludwi.

Alzo la vista y mis pies se detienen por sí solos. Mis ojos se fijan en una figura frente a mí. Trato de pestañear varias veces creyendo que lo que veo solo es producto de mi imaginación. Su silueta me parece familiar y su cabello es el mismo. A veces, las coincidencias son asombrosas.

Pero entonces, él se gira hacia mí y todo mi mundo se detiene.

Las personas a mi alrededor comienzan a moverse muy despacio, mi cabello baila con el viento y una lágrima escapa y viaja a través de mis mejillas.

—Harlied —Digo su nombre, aunque sé que no puede escucharme.

Él se mueve hacia mí, y yo me mantengo inmóvil, temiendo que mi torpeza pueda hacerme despertar de este sueño.

Parece tan real.

La brisa hace que las hebras rebeldes de su cabello bailen. Viste unos jeans y una camisa verde que le queda muy bien. Su rostro luce... radiante. Hay algo diferente, parece más descansado y, al acercarse, noto que las bolsas oscuras que solían estar bajo sus ojos ya no están.

—Charlotte... —Pronuncia al estar frente a mí. La comisura de su boca se inclina a un lado, permitiéndome apreciar lo hermoso que es cuando hace eso.

Mis labios se abren lentamente y las palabras salen de mi boca tan rápido que no tengo tiempo de retractarme.

—Te extrañé... —Hablo tan bajo que pienso que no ha sido capaz de escucharme. Sus brazos me envuelven y su barbilla reposa en mi hombro.

—Yo también te extrañé —Se separa un poco para mirarme a los ojos—. No tienes idea de cuánto.

Comienza a inclinarse y, por instinto, doy un paso hacia atrás. Sin embargo, me toma de la cintura e impide que me mueva. Su mano libre va a mi cabello y acomoda un mechón detrás de mi oreja.

Su mirada está fija en mí todo el tiempo.

—Hoy lo he confirmado —Ladea una sonrisa—. Ahora estoy completamente seguro de eso.

—¿De...qué...estás...seguro? —Tartamudeo al sentirme nerviosa tan cerca de él.

—Eres tú, Charlotte...

—¿Qué soy, Harlied?

—Mi lugar favorito —Pronuncia interrumpiendo mi pregunta. Su mano acaricia suavemente mi mejilla—. Uno siempre está feliz de volver a su lugar favorito.

Con eso, me besa.

Fue un beso cálido. Uno de esos que hacen que tu corazón lata muy fuerte, que tus emociones se eleven y tu mente solo piense en ese momento.

Ese instante que habías anhelado tanto te hace darte cuenta de cuánto extrañabas a esa persona.

Todo a tu alrededor se vuelve lento y el mundo se hace pequeño.

Fue un beso que nunca olvidas porque está cargado de intensidad, dulzura y las palabras quedan cortas para describir cuánto significó para ambos.

Tenías razón, Harlied.

Habría una próxima vez,

Pero no significa que será la última...

Fin

El color del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora