Harlied
Puedo confiar en ti.
Lo siento.
Lo siento.
Lo siento.
Esas palabras rondan mi mente una y otra vez mientras conduzco, tratando de eliminarlas sin éxito. Presiono el acelerador, y sólo hay un lugar en mi mente adonde siento que puedo ir en estos momentos. Los autos pasan a mi lado, y la velocidad provoca nervios en mí. Los días después del accidente se repiten constantemente, y mis manos tiemblan. El rostro de mi padre enojado, al saber lo que intenté hacer, aparece en mis pensamientos, sus rechazos, sus regaños, sus palabras cortantes e hirientes. La poca importancia que tiene la vida para él y lo malo que siempre ha sido.
No.
La gente no cambia de la noche a la mañana.
La gente no se despierta un día y dice: "Voy a pedirle perdón a mi hijo que he maltratado toda su vida, sé que él me aceptará."
No, todo es un proceso.
No se deja de lado el mal que hemos hecho creyendo que nos recibirán con los brazos abiertos.
No se cambia de un momento a otro.
O eso creo...
Toco el timbre varias veces sin obtener respuesta de Charlotte. Las luces están encendidas, pero parece no haber nadie adentro. Me vuelvo a subir a mi auto y conduzco al otro lugar donde creo poder encontrarla.
Efectivamente, la veo.
Está tan sumida en las letras de esa canción que ni siquiera es consciente de mi presencia. Sus manos palmean sus muslos y su boca se mueve lentamente. Ese vestido azul turquesa le sienta muy bien, al igual que todo lo que usa. Entro y me acomodo en el asiento de atrás. Aunque mis dudas se han disipado un poco al verla, me siento obligado a inclinar mi cabeza para no echarme a llorar frente a todos.
Mi padre es la única persona en la que pienso. Esa persona a la que le he tenido tanto miedo toda mi vida. A veces, aunque quiera parecer fuerte, el miedo cuando estoy cerca de él me carcome por dentro.
Alzo la vista y mi corazón da un brinco de emoción cuando la encuentro observando el asiento donde estoy. Por más molesto o confundido que me encuentre, el simple hecho de tenerla ahí, tan cerca y a la vez tan inalcanzable, hace que una sonrisa deje mis labios. Algo me dice que me ponga de pie y la abrace con todas mis fuerzas, pero sé que sería muy imprudente de mi parte hacerlo. Así que me limito a esperar a que ella pueda salir para hablarle.
—¿Te parece extraño que esté aquí? —Cuestiono cuando veo que Charlotte no ha despegado su mirada de mí.
—No —Se apresura a decir—. Es que me tomaste por sorpresa. Eso es todo.
—Te sorprendes muy fácil, Charlotte —Bromeo.
—Digamos que sí —Ella sonríe—. ¿A qué se debe el honor de tenerte aquí?
—Lamento lo que pasó la otra noche —Me giro para enfrentarla—. Nosotros estábamos pasados de copa.
—No te preocupes —Inclina la cabeza—. Me alegró hablar contigo, aunque fuera una videollamada y estuvieras en esas condiciones.
—¿Qué? —Pregunto curioso, sin poder creer lo que han escuchado mis oídos.
—Me dirás qué es lo que sabes de Charli —Ella vuelve a observarme y su mirada parece incómoda, como si le aterrara el hecho de que yo supiera algo importante—. No he dejado de pensar en eso.
—¿Por qué? —Indago un poco para ver si ella confía en mí, tanto como yo en ella—. ¿Por qué no has dejado de pensar en eso?
Ella me mira expectante y veo cómo sus ojos se tornan rojos. Parpadea un par de veces, y, temiendo volver a verla vulnerable y llorando, me acerco y la envuelvo en un abrazo.
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El color del amor
RomanceAmor Una sola palabra que es capaz de provocar caos. Capaz de hacer de nuestras vidas algo diferente a lo que siempre creímos ser. Pero... ¿Qué es el amor? ... ¡Atención! Está completamente prohibido copiar, transmitir, retransmitir, transcribir...