Capítulo Dieciseis

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Harlied

No puedo perderte, Harlied.

Me mantengo frente a ella, inmóvil. Sus ojos me examinan con intensidad, su boca se cierra y se abre como si buscara las palabras adecuadas.

—¿Es cierto, hijo? —Mi madre intenta controlar sus lágrimas, pero no lo logra.

—Mamá, yo... —Me esfuerzo por no romperme al verla tan destrozada. Me reprocho a mí mismo por haber considerado hacer eso—. Lo siento, de verdad no sé en qué estaba pensando.

—Hijo, mi único y adorado hijo. ¿Cómo puedes hacerle eso a tu madre?

—Mamá —Tomo su rostro entre mis manos y espero a que me mire fijo para seguir hablando—: no volverá a suceder. Sé que puedo contar contigo y que siempre estarás para mí.

—Háblame cuando no te sientas bien, no pienses que tienes que llorar tú solo. No sientas que no hay salida. Me tienes a mí, siempre me tendrás.

—De acuerdo.

—Confía en mí, cuéntame lo que te atormenta; tus miedos, tus pesadillas, no te cohíbas por nada.

—Lo haré, mamá.

—Nunca más, Harlied, ¿me escuchas? Nunca más vuelvas a tentar contra tu preciada vida. Porque si te pierdo, Harlied, si te dejo ir, no creo tener fuerzas para seguir adelante —Hace una pausa y me envuelve en un abrazo—. No puedo perderte, Harlied.

Aprieto mis puños a los costados, y verla en estas circunstancias me hace querer golpearme por actuar bajo impulsos algunas veces, o casi siempre.

—No lo harás, mamá. Jamás volverá a pasar, lo prometo.

***

—Bien chicos, eso es todo por hoy —Concluye el profesor de Biología, mientras recoge su portafolios y se retira lentamente.

Debo admitir que acostumbrarme a esta nueva escuela no fue tan difícil como creí. He estado sumergido en mis tareas, decidido a no cometer ninguna locura otra vez. No podría soportar que le pase algo a mi madre. Cuando recibió la noticia de lo que ocurrió aquel día en el puente, se desmayó por más de tres horas. Me puse muy nervioso, sin saber qué hacer. Pensé que la perdería, y eso significaba quedarme solo, porque con mi padre no cuento mucho.

—¿Me estás escuchando? —Pregunta Ilani, una compañera de curso.

—Eh... ¿Qué dijiste? —Estaba tan absorto en mis pensamientos que no tenía idea de su presencia.

—¿Vas a la reunión?

—¿Es hoy? —Cuestiono sorprendido. Lo había olvidado por completo.

—Sí, es hoy —afirma—, a las 7:30. ¿Irás?

—Creo que sí —Contesto, algo dudoso.

Ella me regala una sonrisa antes de cruzar la puerta. Estos chicos son muy unidos; hacen una reunión semanal. Bueno, la llaman "reunión", aunque en realidad es una fiesta. No he ido ni la primera vez, no es mi entorno. Prefiero quedarme en casa mirando alguna serie.

Pero hoy, tal vez, de una vuelta por la reunión.

***

Estoy lamentando haber venido; fue una mala decisión. «¿Por qué estás aquí?» me regaño para mis adentros. El lugar está demasiado lleno y la música tan alta que decir un simple "Hola" requiere un gran esfuerzo.

Como era de esperar, estoy sentado en un sofá sin nada que hacer, observando el caos a mi alrededor. La mayoría de los chicos están borrachos, algunos bailando en el centro de la casa y otros subiendo las escaleras agarrados de la mano, a hacer quién sabe qué.

El color del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora