Capítulo Veintiuno

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Charlotte

Mi lugar favorito.

Mis manos sostienen el peso de mi cuerpo mientras inclino la cabeza para admirar el cielo, lleno de estrellas y una luna brillante. Mis pies se mueven de adelante hacia atrás dentro de la piscina que se extiende frente a mí.

—¿Una bebida? —cuestiona la mujer a mi lado, sosteniendo una bandeja con batidas de distintos sabores. Asiento y tomo una de ellas.

—Muchas gracias —le digo, y ella me sonríe antes de alejarse. Le doy un sorbo al líquido y veo a Peter acercarse.

—Gracias por la bebida, Peter.

—No sabía qué sabor guardar para ti, ya que antes solo nos interesábamos por el alcohol —dice, acomodándose a mi lado y metiendo los pies en la piscina—. Tanto que sabía sobre ti, ahora no sé qué ofrecerte o qué decirte.

—Me pasa lo mismo, Peter —asiento y le palmeo el hombro—. Han pasado cuatro largos años. Mira la casa en la que viven tus padres; no se compara en nada con la anterior.

—¿Ves? Sí he cambiado —escanea el lugar con la mirada.

—En realidad, no fuiste tú —le corrijo—. Fueron tus padres quienes compraron esta casa.

—Las propiedades de mis padres también son mías —se encoge de hombros.

—Recuerda que tienes hermanos —enarco las cejas.

—Soy el mayor —me mira fijamente—. Por ende, soy el heredero.

—Mis disculpas, señor empresario —lo golpeo con el codo—. ¿Vas a hablar conmigo? ¿Qué les has contado?

—Sabía que sacarías el tema —se remueve en su sitio, algo incómodo—. ¿No puedes dejarlo estar? Ya no creo que importe mucho lo que ellos hayan escuchado.

—Peter, eres el único que sabe mis secretos —tomo una postura seria—. Merliss y mamá están al tanto de algunos sucesos, pero tú estuviste allí. Atravesamos todo eso juntos; tú me viste en mis peores momentos. Son cosas que están en el pasado, pero si alguien más sabe lo que he hecho, me gustaría saber hasta dónde ha llegado esa información.

—Antes parecía que confiabas en mí. ¿Ya no lo haces? ¿Ya no crees en Peter? —me observa, moviendo los ojos de un lado a otro.

—Claro que confío en ti. Pero te conozco muy bien y sé las cosas que puedes decir cuando estás borracho. No es un regaño, ni te estoy juzgando, Peter.

—¿Alguna vez te traté mal? ¿Hice algo incorrecto? —parece empezar a molestarse—. ¿Te mentí? ¿Te fallé?

—No, no lo hiciste —sostengo sus manos—. Siempre estuviste para mí, incluso cuando fui un desastre contigo.

—¿Por qué crees que hablaría de nuestros secretos? —cuestiona, acariciando mis mejillas. Esto me hace sentir algo incómoda.

—No tengo idea de lo que pasa por mi mente, yo...

—¿De verdad quieres escuchar lo que les decía? ¿Quieres saber las palabras exactas que salían de mi boca?

—Sí —asiento en un susurro.

—Amo a Charli —dice, y mi corazón se oprime un poco. Mis manos tiemblan y algunos recuerdos empiezan a hacer aparición—. Amo a Charli. Ella es mía, mi Charli. ¿Cómo no amarla? Charli, tan hermosa aunque no quiera aceptarlo, tan frágil aunque se haga la fuerte, tan débil, tan única. Yo... amo a Charli con todas mis fuerzas, aunque ella esté jugando conmigo, aunque simplemente quiera llenar el vacío que siente. Ella me hace feliz y si es necesario... mi amor alcanza para ambos. Ella se engaña diciendo que me ama, que quiere tenerme cerca, pero sé que no es cierto, que solo dice lo que yo deseo escuchar.
»El chico que solía romper corazones y dejar de lado a las que se enamoraban de él terminó cediendo ante los sentimientos. Y la chica no siente lo mismo, no es sincera. Charli, mi Charli. Parece tener algún poder y me ha hipnotizado por completo. Aún en estado de ebriedad, con la mente en Júpiter, no puedo dejar de pensar en Charli. Porque yo, Peter, amo a Charli.

El color del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora