Capítulo Tres

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Charlotte

Dios es real.

—Vamos, levántate —escucho a mi madre decir mientras hala mi sábana.

—Por favor, mami, cinco minutos más —siento que no puedo abrir los párpados, que pesan por el cansancio. Un bostezo escapa de mi boca mientras estiro los brazos para aliviar un poco el estrés.

—Han pasado veinte minutos desde que dijiste eso.

Abro un ojo y la encuentro frente a mí, con los brazos cruzados y una expresión que claramente dice: "si no te levantas, haré lo que sea para lograrlo".

—Dame otros cinco —digo con voz adormilada y le dedico una sonrisa.

—Tienes cinco, pero no quiero tener que subir otra vez —dice mientras se aleja por el pasillo.

—Es domingo, no hay clases —murmuro—. Solo es el primer domingo del mes. —Mis ojos se abren de par en par—. ¡El primer domingo del mes! —repito, recordando que los cultos en la iglesia suelen ser por la mañana en el primer domingo del mes. Así que, reprochando a mi cama por mantenerme acostada, me levanto rápidamente y entro al baño.

—Milagroso, abres caminos, cumples promesas, luz en tinieblas... —hago una pausa mientras lavo mis dientes—. Mi Dios, así eres tú.

—Espero que estés lista —mamá vuelve a entrar en mi habitación, cerrando la puerta tras de sí.

—Ya casi —me asomo por la puerta del baño y ladeo una sonrisa. Ella niega con la cabeza, como si no tuviera otra opción.

—Vamos, quiero llegar temprano.

Asiento y vuelvo a la ducha para lavar mi cuerpo rápidamente. Conociendo a mamá, hago todo lo posible por prepararme lo más rápido que puedo. Busco uno de mis vestidos negros con círculos blancos; las mangas llegan hasta mis codos y la parte de abajo es holgada, llegando a mis rodillas. Encuentro mis zapatos blancos y me hago un moño bajo con mi cola rizada al aire. Luego busco la Biblia en mi cartera, pero recuerdo que se la presté a Harlied. Espero que al menos lea unas páginas. Siento que la necesita y, si le dedica unos minutos a ese bello libro, puede que su vida cambie para mejor. Voy a mi escritorio, donde tengo otra Biblia, algo más grande, la guardo en mi bolso y me dirijo fuera de la habitación.

La iglesia no está muy lejos de casa, por lo que podemos ir caminando. En solo cinco minutos llegamos al lugar.

—Ahora sí escucho el piano —digo mientras nos acercamos a la entrada. Mamá mueve las manos de un lado a otro y tamborilea los pies cerca de la entrada.

—Alabaré, alabaré... —empieza a cantar y yo no tardo en seguirla.

—Dios te bendiga —digo al abrazar a Merliss, mi mejor amiga y hermana en la fe.

—Dios te bendiga mucho más —responde al abrazo—. Creí que te perderías la bendición.

—Oh no, imposible —sonrío—. De aquí no me voy sin mi bendición.

***

"En este momento me acerco a tu presencia con intenciones de adorarte porque tú eres merecedor de la gloria. Me inclino ante ti porque perdonas multitud de errores y tienes misericordia de nosotros, aunque fallemos miles de veces. Te doy gracias por un nuevo día, por permitirme abrir los ojos. Gracias por todo lo que haces a mi alrededor, gracias por la fortaleza para seguir luchando. Señor, te pido por todas las personas que están sufriendo, por aquellas que necesitan ayuda, que tú seas su socorro, por los niños de las calles que no tienen sustento ni un techo para descansar. Cuida a mi madre y, dondequiera que ella vaya, protégela. Te presento a mis compañeros de clase, especialmente a Harlied. Tal vez no conozco su corazón, pero tú sí. Tú eres el único que puede ver más allá de lo que los hombres alcanzan a ver. Te pido que me perdones si te he ofendido, ya sea con un pensamiento, una palabra o una acción. Ayúdame a ser fiel a tu voluntad y propósito. Esto te lo pido en el nombre de Jesús. Amén."

El color del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora