Capítulo 6

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        Después de decir eso vi cómo sus ojos verdes se iluminaron más de lo normal, quedando en un color verde lima mate; una sonrisa esbozada en su rostro acompañada con toques de pincel en sus mejillas, el rosa comenzando a deslizarse entre sus pecas —. Ojalá —. Susurró, viajando con la mirada desde la puesta de sol hasta la cristalera. Yo, simplemente, sonreí y con mi mano derecha hice de su pelo un desorden total. Me levanté y estiré mi mano para así ayudarla a reincorporarse sobre sus pies. Nada más estar ella de pie, se tiró – no literalmente – abrazándome.

        – Gracias. Por estar ahí siempre, quiero decir —. Se separó para que así nos pudiéramos mirar cara a cara y se recogió un mechón de su pelo, poniéndoselo detrás de la oreja.

*          *          *

        Eran las doce de la noche. La tarde nos la habíamos pasado viendo la tele y riéndonos, algo prácticamente fácil estando con aquellos dos idiotas. Ahora estábamos en la habitación de invitados, la cual habían habilitado como una ‘sala de cine’ para los días que íbamos a pasar allí. Había un proyector y una pantalla grande en la pared más larga de la habitación.

        – ¡Yo voto por la película de miedo! — Chilló Jc tirándose al lado mío, en los colchones que habíamos puesto en el suelo.

        – ¿Para qué? — Pregunté; recolocándome para así mirarlo directamente a la cara —. ¿Para que nos asustemos y luego nos abracemos a vosotros?

        – Puede ser —. Respondió esta vez Kian.

        – ¡Vamos, no os engañéis! Sabemos que después los nenazas sois vosotros —. Me reí con Abbey, mientras los chicos nos dedicaban sus mejores miradas de odio. Al final, nos decantamos por una película de comedia. Las películas de miedo era algo que odiaba, no porque me asustasen, sino porque en realidad hay pocas películas que den miedo de verdad y al final me acabo durmiendo a media película. Kian se encargó de poner la película. Yo me había echado hacia un lado para que Abbey se pusiera al lado de Jc, iba a hacer todo lo posible para que este fin de semana acabara bien para ellos dos. El chico de pelo azul se echó a mi lado robándome mi almohada. Después de pelear varios segundos para no conseguir nada, decidí que era mejor parar y apoyar mi cabeza sobre su estómago.

        Los minutos de la película pasaban y, la verdad, no resultó ser lo que yo había pensado. Era la típica de las que duran tres horas y sólo cinco segundos son graciosos. Al cavo de un rato el sueño fue ganando campo y, más temprano que tarde, me ganó.

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