Capítulo 25

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        Me encontraba en el aeropuerto, media hora antes de coger un vuelo a Los Ángeles. Mi hermana se encontraba con su cabeza sobre mis piernas y el resto del cuerpo sobre dos asientos más. Mi madre, por otro lado, se tomaba un café tranquilamente mientras observaba a los miles de pasajeros que volvían para ver a sus familias por navidades.

        Me acerqué el vaso a los labios, dejando que el calor del chocolate me calentara un poco los labios. Tomé un sorbo, notando el liquido caliente abrasar mi garganta, y volví a bajar las manos, poniéndolas sobre la cabeza de mi hermana. Alcé la mirada, observando cada rincón de aquel aeropuerto. Veía sonrisas, lágrimas y abrazos. El hilo musical sonaba a lo lejos con alguna que otra canción navideña. Sin darme cuenta, mi vista vagó por el lugar parándose en una pareja poco mayor que yo. Ella corría a sus brazos dejando tiradas las maletas. Cuando se juntaron se pudo ver el amor que se tenían desde kilómetros. Me acordé de mí y de Shawn, una semana atrás. Había podido volver a sentir sus labios, que casi sin darme cuenta, los había echado de menos. Pero, una vez más, me lo habían arrebatado. Después de ese día no lo volví a ver más, tan sólo hablábamos de vez en cuando, pero nunca mencionábamos lo que pasó.

        – Vamos — susurró mi madre intentando despertar a mi hermana.

        Habían anunciado ya nuestro vuelo. Cogí mi mochila, ayudando a mi hermana a levantarse. Cuando ésta se espaviló comenzamos a caminar hacia la puerta de embarque. Una vez allí mostramos nuestro pasaporte y billete, y luego entramos, sentándonos en los asientos asignados. Cambié el mío con el de mi madre para poder sentarme al lado de la ventana. Me gustaba ver cómo las alas del avión iban cortando las nubes, cómo todo se iba haciendo cada vez más pequeño, haciéndome sentir que estaba en la cima del mundo viendo tan sólo un par de baches fáciles de saltar.

        Mi hermana no tardo mucho tiempo en apoyar su cabeza sobre mi hombro. Tan pronto como el avión se alzó, ella cerró los ojos y se durmió. Yo, por otro lado, iba escuchando música y mirando por la ventana. Gracias a Dios, no había ningún niño pequeño incordiando por ningún lado.

        Al cabo de unos minutos cerré los ojos, pensando en mi familia y lo mucho que los echaba de menos. No pude evitar pensar en mi padre, era la primera navidad sin él y sin duda no sería lo mismo. Sentí cómo una lágrima acariciaba mi cara mientras seguía su camino hasta terminar en la comisura de mis labios. No iba a dejar que eso me amargara las navidades, sin duda mi padre no querría eso. Tengo que ser fuerte por él, él me había enseñado a serlo.

        Cuando volví a abrir los ojos, una lucecita roja se encendía en una pantalla por encima de la cabeza, pidiéndonos que nos pusiéramos los cinturones. Mi hermana ya estaba despierta, hablando con mi madre. Ambas portaban una sonrisa de oreja a oreja, aunque en los ojos de mi madre podía ver que lo echaba de menos. ¿Quién no?

        – Bienvenidos a Los Ángeles, California — comentó el piloto por los altavoces que había en todo el avión —. Espero que tengan unas felices fiestas. Gracias por volar con nosotros.

        La gente comenzó a levantarse de sus asientos, cogiendo sus equipajes de manos y saliendo ordenadamente. Alguno que otro tenía prisa y salía empujando a los demás. Mi hermana cogió mi mochila por mí y me la dio. Salimos despacio de aquel espacio tan pequeño. Un hombre detrás de nosotras me iba empujando, pegándome más a mi hermana. Varias veces me dieron ganas de girarme y plantarle mi mano en su redonda cara, pero me aguanté.

Claridad - SMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora