Capítulo 18

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Si te gusta Magcon, atrévete con la historia de xshawnshinex. Es realmente buena, te prometo que te gustará, al igual que su escritora.

¿A qué esperas? Añade ya: Living with ¿Viners? a tu biblioteca.

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        El despertador volvió a dar la lata como siempre. Era lunes, y no tenía ganas de levantar un solo dedo de la cama. Aún recordaba la sensación que sentí recorrer mi cuerpo cuando estaba subida en aquella moto. Los recuerdos pasaban uno a uno alborotando mi mente como el viento alborotaba mi pelo. De vez en cuando, escuchaba la risa de Shawn colisionar con la velocidad y perderse entre el sonido de los motores. De un momento a otro, me vi montando mi propia moto y conduciéndola, torpemente; pero he de decir que es mejor no saber conducir y que el chico te lleve –si es guapo–, pues no hay nada como rodearlo con tus brazos, sentir su cuerpo junto al tuyo; sentirte protegida.

        Me levanté, dejando que la piel de mis pies sintiera el calor del suelo. Miré a la ventana, por primera vez, y pude notar que llovía. Una ráfaga de viento se coló por mi ventana, haciéndome estremecer y maldecirme por no haberme quedado en la cama, bajo las sábanas; bajo el calor. Respiré profundamente, dejando que el aire fresco se colara dentro de mí, y eso sí que lo agradecí. Caminé al igual que un zombie hacia el cuarto de baño sin molestarme en coger la ropa y encendí la ducha, esperando por el agua caliente. Después de asearme, secarme el pelo y ponerme algo de maquillaje, entré en mi habitación y me dirigí a mi armario, buscando por algo caliente que ponerme. Me decidí por unos vaqueros, una camisa con la cara de Michael Jackson, una sudadera y una chaqueta vaquera. Finalicé todo con un pañuelo y mis preciadas botas. Cuando se hizo la hora, bajé las escaleras de dos en dos –cualquiera diría que tenía ganas de ir al instituto–, pasé por la cocina cogiendo una manzana y luego cogí mi bolso saliendo por la puerta.

        El camino al instituto se basó en mordidas de manzana y música, hasta que llegó Cameron y sus ronquidos sonaron por encima de la música. Cuando entró, musitó un ‘Buenos días’ y tan pronto como su cuerpo tocó el sillón, cayó rendido bajo los brazos de Morfeo. Y no lo culpaba, si no fuera yo la que conducía, seguramente me habría dormido. El día anterior nos habíamos ido a casa bastante tarde, se nos habían pasado las horas como si fueran segundos, y cuando nos quisimos dar cuenta eran ya las doce de la noche. Me comencé a reír recordando cada una de las tonterías que habíamos dicho, y me reí aún más cuando recordé la caída de Taylor de un simple juego de esquí. Oh, se me había olvidado mencionarlo. Después de jugar con la velocidad y las motos, todos teníamos hambre así que nos acercamos a los recreativos más cercanos para comer algo a la vez que nos divertíamos. Es entonces, cuando al chico de la bandana se le ocurrió jugar al juego mencionado antes, y se puso a hacer el idiota, provocando que la base se moviera para un lado que no era y él cayera hacia el otro.  

­­        – ¡Llegamos! — le grité a Cameron una vez que había aparcado. Previamente, me había inclinado ligeramente sobre mi asiento, quedando a escasos centímetros de su oreja izquierda. El chico, al escuchar mi voz, dio un brinco que por un segundó pensé que me tendría que poner a buscar su corazón por todo el suelo de mi coche. Sus ojos café intenso me miraban con odio, su respiración intentaba controlarse; y yo, por otro lado, no dejaba de reírme de la expresión que había puesto escasos segundos antes. Donde las dan las toman, y esto se lo debía desde el viernes. Agradecí que Cam no fuera como yo y no me diera una torta en cuanto tuvo la oportunidad.

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