Capítulo 7

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        – ¿Por qué? — Pregunté yo, cortando de repente todo el silencio. Mi voz había sonado reflexiva a la vez que, enfadada. Ya estábamos fuera del agua. El sol estaba bajando y nos encontrábamos en el borde de la piscina. La tarde se había puesto algo más fría, así que, Shawn al notar que tenía frío me trajo una toalla. Después de eso, todos habíamos estado callados, mirando a la nada. Hasta que le sonó la tripa a Kian, quien se levantó y fue a por algo de comida. Al volver trajo unos bocadillos y papas fritas. ¡Comida sana!

        – ¿Qué? — Preguntó Shawn. Lo miré y vi que estaba completamente desorientado, arrugando su nariz delicadamente. Parecía un cerdito, un cerdito bonito y caliente. ¿Qué cojones? Decidme que no acabo de pensar eso.  Me recoloqué un mechón de pelo que tenía colgando en la cara, dejándolo detrás de mi oreja. Miré abajo a mis pies, viéndolos bailar en el agua.

        – Quiero decir… — me aclaré la garganta y lo miré a los ojos —; ¿Por qué nunca me hablaste?

        – Oh. —. Dijo él. Ya está. Así, simple. ¿No más?

        – Bu-bueno, sé que no tenías por qué. Es obvio que tu eres famoso y no tienes el deber d-de…am, no sé.

        – No —. Espetó él, haciéndome saltar por el asombro —. No es porque sea famoso —. Su mirada estaba pegada a la mía, sus ojos ligeramente más oscuros. No había ni rastro de su típica sonrisa, es más, tenía el ceño levemente fruncido. Tragué saliva y volví a contemplar cómo el agua se movía por la brisa que se había levantado. Lo había dejado claro, eso significaba que la escusa que yo pensaba, no era cierta. Él, sencillamente, no me había hablado porque no quería tener nada que ver conmigo. Sólo me habló dos veces: una porque estaba delante de sus fans y no quería quedar mal, y otra porque tenía mis llaves.

        – Lo entiendo —. Dije, intentando no sonar triste, pero fallé en el acto. Cerré los ojos fuertemente, no queriendo ver nada, e inhalé, llevándome conmigo todo el aire que había a mí alrededor.

        – ¿El qué entiendes? — Preguntó ofuscado.

        – Entiendo que no quieras…eh… — me quedé pensando unos segundos y continué —; entiendo que no quieras quedar conmigo —. Lo último lo dije arrastrando las palabras, haciendo un completo desastre. No me habría extrañado que él no lo hubiera entendido, porque si fuera yo la que lo escucha, seguramente estaría como: qué-mierda-dices. Noté su tacto bajo mi barbilla, haciéndome mirarle a los ojos.

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