Capítulo 9

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        Lunes por la mañana. El despertador sonaba y yo quería darle una patada en la boca a la persona que inventara una mierda como esa. Me levanté a mala gana y fui directa al baño, la misma rutina de siempre. Cuando salí me vestí con unos vaqueros negros, una camisa de rayas, una americana y unas botas cortas con algo de tacón. Luego, en la cara me puse corrector de ojeras y máscara de pestañas. Cogí las cosas del escritorio y las puse en mi bolso, la noche anterior me la había pasado haciendo los trabajos que nos habían mandado el viernes, ya que en la casa de Abbey no iba a hacer nada, claramente. Incontinenti, pillé las llaves del coche y bajé al salón, pasando por la cocina, obteniendo una manzana y saliendo de la casa. Me metí en el coche, tirando en el asiento del copiloto el bolso, nada que no hayáis oído antes. Llegué al instituto tardando más o menos lo de siempre, y encontré, milagrosamente, un sitio donde aparcar dentro de éste. De camino a la entrada me encontré con la pelirroja y su hermano, así que me uní a ellos.

        – Buenos días, pequeña Rutty —. Dijo Kian con los ojos hinchados y una sonrisa cansada.

        – Buenos días, Kiwi pocho —. Me dedicó una mirada de malos amigos mientras yo le sacaba, a la vez, Abbey negaba con la cabeza. La abracé, como saludo, y continuamos acercándonos a nuestra condena. Después de pasar por dos pasillos, nos despedimos de Kian para seguir caminando hasta nuestra primera clase del día: Danza. Primero decidimos pasar por el baño para cambiarnos, poniéndonos ropa deportiva, lo que consistía en unos pantalones holgados – también conocidos como cagados –, una camiseta por encima del ombligo y unas zapas. Abbey iba casi igual, cambiando la camisa, que la llevaba ligeramente más larga que la mía.

        Al llegar a la clase, el profesor aún no estaba allí, así que entramos tranquilamente y dejamos nuestras cosas a un lado. No sabía tan siquiera porque había elegido esta optativa, para ser sincera, sí, me gusta el baile, es más, me encanta. Pero no creo que sea buena, aunque todo sea por no tener historia del arte, que es una puñetera mierda. Calentamos todos juntos cuando el profesor llegó, dando una nueva tarea. Esta semana consistía en que, con una pareja elegida por él, debíamos hacer una coreografía de danza clásica. ¡Guay! Hacer algo que se me da medianamente bien por los años que pasé en una academia de baile, con alguien que prácticamente no conozco.

        – Doudet —. Gritó el profesor, haciendo que me abstrajese de lo que estaba haciendo —. Tu pareja será Dallas —. Empecé a buscar por la sala un chico que pudiera tener de nombre Dallas, y lo encontré, no porque tuviera escrito en la cara el nombre, sino que él también me buscaba con la mirada. Cuando nuestros ojos se encontraron le sonreí y le saludé con la mano. Después de que el maestro terminara de decir las parejas, Dallas y yo nos acercamos, para irnos conociendo.

        – Hola, ¿qué tal? Soy Cameron —. Estiró su mano, cogiendo la mía, y la sacudió con ansia. Tanto entusiasmo me daba miedo, sinceramente.

        – Yo soy Ruth. Encantada de conocerte —. Le sonreí y, segundos después, reinó el silencio. Era algo incómodo tener a un chico de grandes ojos marrones mirándote de arriba abajo. Él era ligeramente más pequeño que yo, sí, soy alta. ¿Algo genial para ser bailarina, verdad?

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