8

129 18 45
                                    

ASTER

Dejo el cuerpo de Drake sobre su cama, lo cubro con la primera sábana que me encuentro en el camino, apago las luces y cuando me dispongo a ir en busca de Irati, él habla evitando que salga.

—Gracias buen hombre —agradece arrastrando sus palabras—. ¿Sabes? A veces pensaba en lo afortunado que era por encontrar el amor verdadero, de sentir esas mariposas revoloteando en mi estómago, los nervios por verla y el amor que me causaba cuando me mostraba sus lindas sonrisas, pero todo acabó. Pensaba en contarle a mi hermano Aster de esta chica tan maravillosa y que pensaba en proponerle matrimonio, tal como él hizo con Irati, pero creo que no le contaré nada de eso... ni de cómo la amaba con locura mi dé como ella llegó a iluminar mi vida con su presencia. —su voz se quiebra con cada palabra que pronuncia—. Ella murió en servicio. —mi corazón se salta un latido. ¿Todavía funcionaba? —. Murió sirviendo al reino. Era fuerte y decidida. Nunca debí de enamorarme de una chica que trabajaba en la unidad militar. —se lamenta.

—Debió de ser una gran chica para tenerte tan enamorado Drake.

—Era una maravillosa chica. —corrige.

—Una vez mi padre le dijo a un pequeño niño que las personas que llegaban a nuestras vidas a enamorar nuestros corazones y que luego se iban, eran ángeles ayudando a corregir nuestros pasos. —comento recordando ese día—. Descansa. —y cierro la puerta escuchando sus sollozos al otro lado.

¿Por eso había tomado tanto? ¿El dolor a la pérdida? ¿El no haberlo comentado con nadie de confianza? Es tan curioso ver personas que desprenden energía y felicidad a todos aquellos que le rodean, pero detrás de esa sonrisa tan viva, existe una persona triste y sin saber a quién confiarle sus dolores. ¿Cuántas personas en el mundo hacen eso?

A veces la persona más feliz es la que más rota está.

Camino rumbo al salón repleto de jóvenes alcohólicos en busca de una chica de cabellera rubia y ojos color verde. La ubico charlando con sus locas amigas y me acerco.

—¡Aster! Ahí estás, te estaba buscando. Ocupo decirte algo, por otro lado, mira hacia allá... Acaban de llegar esos malditos morbosos.

—¿Quiénes? —giro en la dirección que Irati dice.

—Los ministros, ya sabes esos que... que, bueno ya sabes. —susurra sonrojándose.

—Comprendo —musito mirando sus mejillas rojas—. ¿Tienes algo que decirme?

—¡Si! Claro ven, adiós chicas.

—¡Que tengas una noche muy movida cielo!

—¡Odín, pero que cosas dices!

—¡Lo tendré en cuenta! —respondo divertido.

—Ignorarlas, son medio locas.

—Por algo son amigas... —susurro y ambos salimos al enorme jardín, lejos de todo el bullicio del salón y los pervertidos ministros.

¿Cómo pueden ver a dos personas teniendo sexo tan relajados? Yo no podía pensar ni en escuchar gemidos ajenos y ahora mucho menos mirar. Son unos enfermos.

—Ahora, dime de qué querías hablar.

—Sí, sí... Mira tengo una idea, la idea más genial del mundo y también creo que estoy un poco ebria, pero eso no importa, nada que la magia no pueda quitar. —habla rápidamente haciendo movimientos raros con las manos. —No vamos a tener relaciones. —dice sonriendo en grande.

—Eso lo suponía. Ninguno de los dos quiere eso.

—Bueno, no es como si nunca fuera a pasar porque después de todo necesitamos un heredero...

Irati: El Libro Perdido (Guarrenclow #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora