32.

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Capitulo 32.

IRATI.

Entro directo al baño, ni siquiera me molesto en traer ropa. Creo que puedo tomarme el atrevimiento de decirle a Aster que lo haga después, una media sonrisa se forma en mi rostro, pero no dura mucho cuando miro mi reflejo en el espejo.

Estoy tan arrepentida de lo que mis propias manos han hecho a pesar de que no era yo misma, pero gracias a Killay el sentimiento de culpa se ha reducido un poco. Termino de desnudarme y entro a la ducha, giro el grifo y el agua helada cae sobre mi cuerpo lavando todo rastro que quedaba de mi locura.

Y luego pienso en mi familia. Una pequeña lágrima se escapa de uno de mis ojos, ¿cómo estará mi madre?

Me llevo una mano hasta la cabeza y peino mi cabello con los dedos, voy a encontrar a ese ser tan despreciable y juro que yo misma lo voy a hacer pagar por todas las cosas horribles que me ha hecho hacer. Además de eso hay algo en mí que me dice que él es el culpable de la muerte de mi hermano.

Gruño furiosa, mi puño cerrado va a parar en la pared mohosa del baño. Pequeños hilos de sangre fluyen de mis puños que he destrozado con el golpe. Cierro el grifo y suspiro antes de inhalar y llenar mis pulmones de aire. Apoyo la frente contra la pared y trato de tranquilizarme mientras me repito que todo va a estar bien y vamos a superar todos los obstáculos que se interpongan en nuestro camino.

El frio recorre mi cuerpo, estiro la mano buscando mi morral y recuerdo que lo he dejado afuera.

— ¡Aster! — grito.

—¿Todo bien? Escuche un golpe.

— Si si, pero olvide traer ropa...

—Okay... déjame buscar algo.

— Gracias.

Salgo del baño, chasqueo los dedos para que una toalla aparezca alrededor de mi cuerpo. Me miro en el espejo, soy un desastre pálido y con varias cortadas en las mejillas. Hago una mueca antes de palmar mis mejillas con cuidado, la magia hace que las heridas desaparezcan.

—Acá está la ropa.

Abro la puerta y asomo la cabeza, una sonrisa se forma en mis labios.

— ¡Gracias! — le hago ojitos y cierro la puerta en su rostro.

¿Habré sido muy grosera? Pero es que no lo puedo evitar, lo mejor es mantener nuestras ropas en su lugar cuando estamos juntos. Reviso lo que me ha traído pero la sonrisa se desvanece de mis labios, no sé si quiero reírme de su idiotez o pegarle.

Me pongo los pantaloncitos de pijama y la enorme camisa que no tengo la menor idea de cómo llego a mi equipaje, finalmente abro la puerta. Mi mirada asesina va a parar en su cuerpo recostado en la cama.

— ¿Estrellita? — lo llamo poniendo una voz dulce que no combina para nada con la mirada asesina de mis ojos.

—Oh Diosas no... —musita—. ¿No te gustó la ropa? ¿olvidé algo?

— Dejaré que lo compruebes tú mismo. — gruño subiendo a la cama, sin dejarlo reaccionar me siento sobre su regazo y presiono mi pecho contra él suyo, acerco mi boca a su oído. — ¿Qué crees que falta?

—Lo siento, tan solo es que entre tanta ropa es algo difícil saber exactamente que necesitas.

— ¿No sabías? Pero estrellita has pasado varios años de tu vida desnudando chicas, ¿estás seguro de que no sabes que va debajo de la ropa?

Irati: El Libro Perdido (Guarrenclow #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora