25.

96 12 27
                                    





Capitulo 25.





IRATI.

Miro el cielo, sus colores celestes claros se mezclan con los suaves y naranjas rayos del sol. Debe de estar amaneciendo, aparto una rama de mi camino para poder suspirar feliz al ver como el camino de tierra aparece frente de mis ojos. No es un secreto que odio caminar por el bosque, malas costumbres de vivir toda mi vida en un gran castillo.

Lenni, al contrario, corre hasta el camino y salta feliz. Ella había estado a punto de enloquecer todo el camino. Subir la montaña no fue fácil, pero bajarla fue un poco tedioso porque todos estamos agotados. La sirena tira del delgado brazo del preadolescente, pobre niño.

Giro un poco la cabeza, Lun viene dormitando sobre los hombros del elfo. Sonrió cansada, un brazo se enrolla en el mío. Miro de reojo como Killay suspira aburrida apoyando su cabeza en mi hombro.

— Cualquiera diría que estás más aburrida que cansada.

— Lo estoy, física y mentalmente. Necesito diversión y nieve, mucha nieve. — la dragona hace una mueca exasperada. — ¡Este lugar es tan cálido!

— ¿Y eso no te gusta?

— A veces... pero me gustaría ver nieve.

— ¿Cómo son las montañas dónde vives? — pregunta Odín uniéndose a la conversación.

Los ojos celestes de Killay brillan llenos de anhelo.

— Siempre hay nieve, nunca hace calor y las montañas son tan altas que parecieran infinitas. — estira la mano al cielo y luego cierra el puño, con lentitud deja caer su brazo. —Cuando era pequeña Kellion y yo nos deslizábamos por ellas, por la noche toda la tribu se une y hacen fogatas y bailamos hasta el amanecer... — sonríe y luego susurra. — Kellion suele esconderse para asustar a las chicas de la tribu.

— ¿Enserio bailan toda la noche?

— Hasta el amanecer, a veces cantamos.

Sonrió al verla emocionada. Entramos al pueblo, los enanos se levantan temprano así que ya hay bastante movimiento, aunque cuando nos ven ellos tratan de evitar pasar por nuestro lado. Le lanzó una mirada enfadada al par de culpables.

Donde quiera que vamos tienen que meterse en problemas y causar intimidación, como si no fuera suficiente con sus apariencias. Abro la puerta de nuestra cabaña y voy directo a la habitación para comenzar a empacar rápidamente. Con cuidado me saco los guantes, las puntas de los dedos me cosquillean un poco antes de sentir como el poder sale de ellos. Chasqueo los dedos y las cosas comienzan a volar por todo el lugar para luego entrar en las bolsas. Miro las cosas de Aster hechas un desastre en su parte del cuarto, ni loca las recojo.

Inflo las mejillas y suspiro antes dejarme caer en la cama, pongo los guantes a un lado y me tapo el rostro con las manos desnudas. Es extraño, con cuidado pasó mi dedo por mi mejilla. Da cosquillas. Siempre suelo llevar los guantes puestos para evitar desastres y son muy pocas veces en las que los retiró, pero sin embargo se siente bien poder tocar mi propio rostro sin ninguna barrera que impida sentir el calor.

¿Qué pasaría si...? Escucho las risas de Lun, frunzo el ceño. Imposible, sería muy peligroso si tratara de tocarla sin los guantes, pero me da tanta curiosidad saber cómo sería sentir el calor y la suavidad de sus regordetas mejillas de bebé. Un bebé... suspiro. Lo que faltaba. Una sonrisa divertida se extiende por mi rostro al recordar la reacción de Aster cuando aquellas mujeres mencionaron a los bebés, sin poder evitarlo suelto una risita.

Irati: El Libro Perdido (Guarrenclow #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora