Capítulo 13: La bala.

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Brett

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Brett.

—¡Vamos! ¡No te hará daño un besito!

Pongo los ojos en blanco por quinta vez en la noche.

—Max... —digo a modo de advertencia.

Él me mira con ojos de cachorro y yo me mantengo firme con mis brazos cruzados.

Cinco segundos después cedo ante su petición. No puedo contra él.

—Está bien —comienzo a quitarme la camiseta—. Pero si no me gusta no lo haré.

El pelirrojo aplaude y da saltitos feliz.

Me coloco una camisa y lo observo subirse el cierre de su jean oscuro.

Era noche de bar y fiesta.

Mañana intervendríamos a Dante Reineck. Mañana ejecutaríamos por fin la venganza.
Y habíamos decidido salir a festejar una victoria incluso antes de que esta suceda.

Max llevaba insistiendo durante toda la noche que tenía que besarme a alguien para empezar a olvidarme de Jackson.

Empezar a dejar de esperarlo.

A pesar que de estaba con un corazón resquebrajado, sentía una rabia dentro que me impulsaba a hacer cosas que probablemente me arrepienta luego.

Íbamos a ser solo él y yo esta noche, a pesar de que habíamos invitado a los demás todos fueron cancelando la salida por diversos motivos.

Y quedamos solo Max y yo. Como en los viejos tiempos.

—¿Has hablado con Chester desde aquella noche? —pregunto con cuidado a no arruinarle la noche trayendo de vuelta a su mente al pequeño Reineck.

Se queda quieto y suspira, me mira como si quisiera llorar. Está jodidisímo por este chico.

—No... —lo miro fijo—. Todas las noches.

Me acerco a él y le coloco la mano en el hombro.

—Quizás tú también deberías distraerte esta noche.

Él se ríe y se frota los ojos.

—No podría.

Es lo último que dice antes de dar por finalizada nuestra charla.

Salimos a las doce de mi casa. En todo el camino Max me contó el encuentro caótico con su hermano.

Cada historia que Max me contaba de Milán y él, me sacaban las ganas de tener un hermano.

Llegamos al club, y como de costumbre la música se oía desde fuera y algunos ya estaban alcoholizados incluso antes de entrar.

La fila siempre era extensa en The Hell Hole, el frío de la noche no paraba a los borrachos y danzantes de ir al club más famoso de la ciudad. Y tampoco a nosotros, desesperados por olvidar nuestros corazones rotos y festejar la venganza no llevada a cabo aún.

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