Capitulo 16: Hacer las paces.

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Max

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Max.

No camino tranquilo.

Estoy paranoico desde ayer a la noche.

Miro varias veces hacia mis costados y hacia atrás. Cualquier persona que me mira más de dos segundos me parece sospechosa, como si todo el mundo se hubiera enterado de la relación que mantengo con Chester. Aunque lo más probable es que me miren por temor; mis pintas no son las de alguien muy amigable y más con mi campera de la banda.

Quedé con Emma en un centro comercial cerca de casa. Realmente tenía más ganas de quedarme haciendo videollamada con Chester que cualquier otra cosa. No pasamos ni una hora sin hablar con el otro.

Saco el móvil de mi chaqueta cuando suena. Es un mensaje del idiota de Brett.

Pienso en ignorarlo, pero me encuentro a mí mismo leyéndolo.

"Ablemos sta noche. En el club"

Suspiro.

Escribo un corto mensaje afirmativo y entro al centro comercial. Supongo que no puedo estar enojado para siempre con mi mejor amigo. Y de todas formas lo extraño, necesito hablar con alguien.

Emma está allí, en la entrada, con su perfecto cabello lacio color chocolate sobre los hombros y sus labios rojos como manzanas.

Sonríe en cuanto me ve. La felicidad tiñe sus mejillas de rosa y yo sonrío también al verla. Como me gustaría sentirme igual de feliz que ella, pero en mi interior solo hay lugar para la culpa. Tengo que dejarla. Antes de hacerle más daño.

La rodeo con mi brazos y le dejo un corto beso.

—Hola, bonita. —la saludo.

—¡Casi me había olvidado tu rostro! —me toma de la mano y comenzamos a caminar en dirección al cine.

Empezamos a hablar como en los viejos tiempos, de cosas sin sentido y riéndonos por cualquier cosa. Como mejores amigos.

Compramos las entradas y hacemos la fila para entrar a la próxima función.

—¡Oh, he olvidado comentarte! —exclama feliz mientras me mira—. Mis padres accedieron a prestarme la cabaña en las montañas para el fin de semana que quiera.

—¡Eso es genial! ¿Con quién irás? —pregunto mientras entramos a la sala de cine.

Me dedica una mirada incrédula que termina en una carcajada suya.

—¿Eres tonto? ¡Contigo! —se pone de puntillas para dejar un beso en mi mejilla y luego suelta mi mano para sentarse en la butaca—. Puedes invitar a tus amigos, la casa es grande.

—Se los comentaré. —digo un poco distraído ya que un mensaje me ha obligado a silenciar el móvil.

Leo el texto a las apuradas. Es de Chester.

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