¿Y si te enamorases sin querer del chico del bando enemigo?
¿Qué harías?
Porque Max Gallant no tiene la más mínima idea.
《4to libro de la saga Rainbow》
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Chester.
Tenía un vacío dentro.
El camino a casa sucedió en una neblina, automático. Mi mente se encontraba desprovista de cualquier pensamiento.
No podía sentir nada. Estaba demasiado confundido. Demasiado dolido y enojado.
Quiero golpearlo. A Milton por idear el estúpido plan. A Max por seguirlo. A mí mismo por caer.
Max es del bando contrario, ¿es que acaso esperaba tener una relación sana y feliz con él? Al final es mi culpa.
Lo primero que hago al llegar a casa es subir las escaleras y golpear la puerta de Dante.
Es tarde, pero él abre de todos modos. Lleva unos auriculares y la luz de la computadora ilumina su cuarto desordenado.
Mi expresión dice todo. O tal vez sean mis lágrimas. O quizás pueda ver a mi corazón sangrar.
Porque no he dejado de llorar un segundo, esperando que con las lágrimas se lleven consigo el dolor que siento, quizás se lleven también mi estúpido enamoramiento por un chico que jamás me quiso.
Paso el resto de la noche y hasta que me duermo abrazado a Dante como cuando era pequeño, como cuando todavía no nos llevábamos mal. Él no ha hecho ni una pregunta, lo que agradezco, no sabría cómo responder.
Me despierto con los ojos hinchados y un dolor de cabeza haciéndome palpitar las sienes. La habitación de Dante se encuentra vacía e iluminada solo por la luz que entra por la ventana.
No sé cuánto he dormido, solo sé que no es suficiente. Quiero dormir hasta despertarme y que Max ya no esté en mi corazón, que todo lo que hizo, todas sus palabras ya no resuenen en mi mente.
—Te he hecho un té. —la voz de mi hermano desde la puerta me obliga a levantarme.
Le sonrío sin mirarlo a los ojos. Tenía razón y no puedo admitírselo.
—Gracias... —tomo la taza caliente entre mis manos y observo de reojo a Dante sentarse a mi lado y cubrirse con las mantas.
Me mira pensativo, como queriendo gritar un gran "te lo dije"
—En cuanto lo vea lo asesinaré. Nadie hace llorar a mi hermanito.
Yo me río, pero él está serio.
Pasamos la tarde hablando de cualquier tema que no involucre al responsable de mi estado. Extrañaba estar así con él. Me sirvió para distraerme, para no pensarlo tanto. Pero Max seguía allí, clavado como una astilla en mi corazón. Susurrándome aquellas palabras; te engañé, te mentí, te usé.
¿Y si así fue... por qué me dijo que me amaba? ¿Quería acercarse más a mí para sacarme más información?