Epílogo: El futuro.

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Chester

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Chester.

—¿No te gusta en ese ángulo?

Su voz me hace levantar la cabeza. Está agitado y sudoroso.

Como yo.

Unas gotas de sudor brilla en su frente y la camisa que debería cubrir su torso está atada a su cintura. La cicatriz casi blanquecina ya, dibuja su esternón.

Sigo la dirección de su mirada y me cuesta retomar el hilo de la conversación.

Definitivamente yo fui el que nació con los dotes de la decoración.

—No... —digo pensativo.

—Bueno, pues me rindo, no te gustan ninguna de mis sugerencias. —se tira al sillón verde chillón.

—No es mi culpa que hayas querido combinar la alfombra violeta con las cortinas amarillas y los sillones verdes. —digo divertido.

Dejo las cajas y me tiro a su lado en el sofá. Sus brazos me rodean e inmediatamente una sensación de amor me embarga y me hace soltar un suspiro.

—Mañana comienzas las clases en la uni, ¿quieres que te lleve?

Asiento, mirando el techo de madera.

—Mirenlo al pequeño Reineck, un niño con futuro. —suelta una carcajada y yo lo golpeo en las costillas.

Sus dedos encuentran mis costillas y me hace soltar carcajadas mientras me retuerzo.

¿Algo tan simple como esto puede llamarse felicidad?

Max se levanta de un salto abandonando mi tortura y se dirige a la heladera, que era lo primero que instalamos.  Hemos estado ordenando nuestro nuevo departamento por ya dos horas, nos merecemos un pequeño descanso.

—¿Cuándo abren el taller de motos? —le pregunto.

Los Dark Shadows habían decidido abrir una taller, pero estoy seguro que no dejarían el negocio ilegal. 

—Mañana. Lo íbamos a hacer hoy, pero el jefe se nos casa. —bromea. 

—¿Y no esperarán a que vuelva de la luna de miel? 

Jackson y Brett se iban 1 semana entera a quién sabe dónde. No le quisieron avisar a nadie para tener más privacidad.

—No, me ha dejado a cargo. —vuelve al sofá a mi lado con una cerveza en cada mano, me tiende una y luego me rodea con su brazo. Me acomodo en su pecho y tomo un sorbo del líquido amargo.

—¿A dónde crees que vayan? —pregunto medio distraído por sus manos acariciando mi cabello. Podría dormirme aquí mismo.

—¿A dónde irías tú?

—¿Es una indirecta para preparar nuestra luna de miel? —bromeo, pero Max no se ríe.

—¿Me estás pidiendo matrimonio? 

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