Esta vez soy una espectadora.
Observo a mis padres discutir, sin entender muy bien lo que dicen, sus figuras se difuminan en la bruma que provoca el recuerdo en mi mente, por lo que tardo unos instantes en distinguir el pronunciado vientre de embarazo de mi madre. Lo que me desconcierta es que mi padre me lleva en brazos, por lo que es imposible que sea yo quien se forma en su vientre.
—Sabes que no puedo luchar contra eso. —Distingo que murmura mi madre con semblante serio, el de mi padre se encuentra lleno de lágrimas.
—Yo te amo, Amelie, y tenemos a los niños, no puedes hacernos esto.
—Sabías perfectamente que esto podría pasar, tus ruegos son inútiles.
—Quédate, hazlo por Adán y Lydia, podrás ir a verlo siempre que quieras y luego, cundo nuestros hijos tengan la suficiente madurez para afrontarlo, podrás marcharte, o fingir tu muerte. ¿Qué dices?
— ¿Amelie?—Mis padres se giran hacia el individuo que entra en escena, individuo que reconozco de manera inevitable.
Recupero la consciencia pero mis ojos permanecen cerrados, mi oído se agudiza y capta los sonidos a mi alrededor... y de los chicos en la cocina, donde hablan a media voz, modifico la postura de mi cabeza y presto atención a sus palabras, ignorando el hambre atroz que invade y mortifica a mi estómago.
— ¿Creen que eso afectó su lado Vadook?
—Esperemos que no, sino todo habrá sido en vano.
— ¿Qué haremos con el chico?
—Lo acogemos en la manada, podrá pertenecer a los McCoffin, ¿cierto, Zarek?
—No tengo problema alguno.
—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, ¿no te lo han dicho tus padres?—Abro los ojos de golpe y me incorporo en la cama, Darla eleva la cabeza y salta sobre mí con alegría entre ladridos, lame mi rostro de manera entusiasta y yo sonrío mientras doy un vistazo rápido a la habitación. Estoy sola.
—Hola, chica. —Susurro y carraspeo, sintiendo una molestia en las cuerdas vocales. — ¿Qué carajos?—Hablo más alto y frunzo el ceño ante mi nuevo tono de voz. — ¿Qué le pasó a mi voz?—Es lo primero que pregunto en cuanto todos entran en mi habitación.
—Ha... Cambiado.
—Eso ya lo sé, idiota, quiero saber el por qué.
—No es lo único que cambió. —Miro con confusión a Shane, enarca una ceja. — ¿Acaso no te has visto en un espejo?
Niego y salgo de la cama, cierro los ojos con fuerza ante un ligero mareo y vuelvo a abrirlos para dirigirme al baño, mis piernas también se sienten raras, y mi torso. Llego a mi destino y ahogo un grito cubriendo mis labios con una mano, observo con incredulidad mi aspecto, del cuello para arriba, y luego corro hacia mi espejo de cuerpo entero en la habitación, apartando de bruscos empujones a Judhead y Jagger. Ahí sí que suelto un grito.
He crecido, y no solo uno o dos centímetros, no, antes le llegaba hasta los pectorales a Jagger, ahora estoy a la altura de sus ojos. Mi torso también ha sido... modificado, mis antes inexistentes pechos hacen ahora acto de presencia de manera exuberante contra la diminuta blusa, alzándola y dejando a la vista mi abdomen ahora sorprendentemente plano, mis kilos de más han desaparecido. Ladeo la cabeza y paseo, de nuevo, la mirada por mi rostro, acerco este al espejo y contemplo maravillada mis ojos verdes, los cuales están siendo envueltos por un remolino de tonalidades azules.
ESTÁS LEYENDO
Luz de luna
WerewolfTras la muerte y desaparición de los últimos integrantes de su pequeña familia, Lydia termina en una familia de acogida, constituida por los nuevos del pueblo, todos del género masculino y con personalidades electrizantes. Lo que ella no sabe, es qu...