El llanto de mi hija me despierta.
Me incorporo lentamente en la cama y aguardo momentáneamente a que alguien vaya a calmar su llanto. Tras un minuto sin respuesta, aparto las cobijas que resguardan a mi cuerpo del despiadado clima de Gaanvdok y paso por encima del cuerpo dormido de Socram. Tomo mi máscara junto a una de mis cuchillas y voy a ver qué es lo que ocurre con mi bebé.
Todo se encuentra en penumbra mientras avanzo a hurtadillas por el pasillo, siguiendo el sonido del llanto hasta llegar a la estancia principal, donde la silueta de una sombra inclinada sobre un bulto berreante camina directamente a la puerta principal. Las alarmas se encienden en mi cabeza.
— ¡Hey!—Exclamo, llamando su atención y alertándolo de mi presencia.
Aprieta a mi bebé contra sí al tiempo que se abalanza hacia la puerta, apunto y lanzo mi cuchilla, clavándola firmemente en la parte trasera de su cabeza. Lanzo un grito cuando cae sobre mi hija, aplastándola, y en menos de lo que me creía capaz, estoy a su lado, pateando con fuerza al cadáver para sacárselo de encima.
La tomo en brazos y la pego contra mi pecho mientras beso una y otra su cabellera bicolor, ella se calma casi al instante al percibir los latidos de mi corazón junto a mi olor.
—Mamá está aquí, bebé, calma. —Susurro contra su tierna piel y dejo un casto beso en su mejilla antes de que las luces se enciendan, cegándome de manera momentánea.
—Suelta a la niña ahora mismo. —Espeta Tanner mientras los Stone me gruñen, estando a nada de romper sus pijamas y cambiar. Miro a mi supuesto hijo con incredulidad. —No voy a repetirlo.
Bufo dentro de mi máscara y señalo con ahínco el cadáver a mis pies, Judhead me lanza una mirada cargada de desconfianza mientras se acerca a inspeccionar el cuerpo. Suspiro y regreso a Alena a los brazos de su hermano, quien me la arrebata de manera grosera, para después proseguir a revisarla.
— ¿Qué pasó?—Cuestiona Kristoff llegando a la escena junto a los otros, Socram está entre los recién llegados.
—Eso mismo queremos saber nosotros, esperemos a que la nueva hable. —Espeta Artie con frialdad, formo mis manos en puños debido a la irritación que sus actitudes conmigo ocasionan.
—Es muda, idiota, no puede hablar. —Aclara Jagger, una especie de clic desvía mi atención de la conversación y, cuando menos lo espero, una cataplasma de hierbas estalla contra el rostro de Tanner.
Él lanza un alarido cuando su piel comienza a corroerse y me apresuro a tomar a mi hija en brazos cuando se desploma, evitando soltar un alarido cuando múltiples cataplasmas de lo que parecen ser hierbas y polvos mortíferos para los licántropos caen sobre nosotros.
— ¡Es una trampa!—Grito, tratando de modificar mi voz y haciéndome oír por encima de los alaridos de dolor que muchos comienzan a lanzar. — ¡Dispérsense!
Cubro a mi bebé con mi cuerpo mientras corro en dirección a mi habitación, su llanto es estridente y desgarrador mientras su propia piel comienza a corroerse. Nos encierro en la habitación y busco algún líquido con desesperación para limpiar su piel del veneno, sin éxito. Grito de la frustración y, en un acto desesperado, tomo la cuchilla más afilada que puedo encontrar y me abro las venas del antebrazo izquierdo, bañando a Alena con ella y logrando contrarrestar el efecto de la cataplasma.
La desnudo con rapidez y tallo con delicadeza su piel con mis dedos y sangre, eliminando los restos de las hierbas y polvos, con esto su llanto se detiene y se limita a observarme. Le doy una sonrisa temblorosa, comenzando a sentirme adormilada gracias a la pérdida de sangre, y busco algo con qué vendarme. Al final termino atándome su pañalero en torno al enrome tajo en mi antebrazo.
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Luz de luna
Hombres LoboTras la muerte y desaparición de los últimos integrantes de su pequeña familia, Lydia termina en una familia de acogida, constituida por los nuevos del pueblo, todos del género masculino y con personalidades electrizantes. Lo que ella no sabe, es qu...