C I N C U E N T A y D O S

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Me encuentro cabizbaja, recibiendo los gritos furiosos de Noam mientras suelta su discurso sobre lo crucial que era mantener mi rostro oculto y mi voz en peligro de extinción para el resto, cuando Socram llega a su fusilamiento, el criado cierra la puerta del ala de entrenamiento detrás del recién llegado, encerrándonos con la bestia.

—Gracias por asistir con tanta premura, Socram. —Musita Noam con la voz ligeramente ronca gracias a los recientes gritos proferidos, retuerzo las manos en mi regazo. —Es de vital importancia que no le cuentes a absolutamente nadie que Nyxia puede hablar, ni mucho menos hablar de su rostro, ¿quedó claro?

—Por supuesto, majestad. —Observo al moreno, quien se encuentra hincado con una rodilla en el piso, y, mientras hace la reverencia correspondiente, me devuelve la mirada, en ella la picardía y diversión brillan.

—Excelente. —Noam me aniquila con la mirada una última vez antes de abandonar el ala.

—Veo que ya estás vestida. —Me quito la máscara y le dedico una mala mirada acompañada de una mueca de hastío. —Me refiero a que ahora estás vestida para nuestro entrenamiento, no como hace unas horas que estabas... en pijama.

—Dejemos la charla de lado y comencemos, que estoy deseando dormir otro par de horas antes de nuestro siguiente entrenamiento. —Pido sin admisión a réplica. —Una cosa más, estas son mis últimas palabras de ahora en adelante, no volveré a entablar una conversación contigo, ni con nadie. Esto para evitar que, si llegamos a interactuar fuera de esta ala, cometa la imprudencia y equivocación de hablar.

—Comprendo. —Entrelaza sus manos detrás de la espalda y camina hasta un rincón, su contenido se encuentra oculto gracias a un par de cortinas de tonos oscuros. —Ahora, veamos qué tan bien te desenvuelves con armas de fuego, y qué tan buena es tu puntería. —Arranca las cortinas de donde sea que estuvieran colgando y deja al descubierto lo que parece ser un maniquí de tiro.

Llevo mi atención al escritorio de carbón ante mí y contemplo las múltiples armas listas para su uso, hay de todo tipo de tamaño y munición. Tomo una de tamaño mediano, es negra y pesada, le doy la vuelta en mi mano y apunto en broma hacia el maniquí, Socram rodea mi cuerpo con el suyo, toma mi mano libre y acuna ambas para sostener la pistola junto a sus manos, contengo la respiración mientras él me explica, paciente, que debo quitar algo al que llama seguro tras haber revisado la recámara donde se almacenan las balas.

—Ahora apunta y dame tu mejor disparo. —Asiento y me preparo, me detiene con un gesto. —Primero la protección, humana, no queremos que te hagas daño en un reino sin Vadook. —Coloca una especie de gafas de cristal traslúcido frente a mis ojos y cubre mis orejas con cascos aislantes de sonido. Eleva un pulgar frente a mi rostro, dándome luz verde para comenzar a disparar.

Separo las piernas, alineándolas con mis hombros, y pongo el dedo en el gatillo, apunto hacia la diana dibujada en el pecho del maniquí y disparo, sosteniendo firmemente el arma para que no me golpee un pecho o el rostro debido a la fuerza del disparo. Trago con fuerza y observo hacia el blanco, una gran sonrisa, llena de orgullo, se instala en mis labios al ver que la bala ha dado cerca de la diana. No en el centro, pero casi.

—Te recomiendo que el siguiente tiro sea mejor en cuanto a puntería si no quieres pasar la mañana sobre la barra de flexiones. —Habla elevando uno de mis cascos y vuelve a ponerlo en su lugar después.

Asiento, ignorando el deseo de responderle con mordacidad, y vuelvo a apuntar, cierro un ojo, tratando de tener mejor puntería, y muerdo la punta de mi lengua en un gesto de concentración, largo un suspiro y disparo, esta vez tengo un mejor control del arma y la bala ha quedado dos centímetros lejos de su hermana. Hago una mueca y vuelvo a disparar, relajando los hombros en esta ocasión. La bala impacta en la pared detrás del maniquí.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora