V E I N T I N U E V E

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Jadeo tras el saco en busca de aire, ya que la tela obstruye el paso del vital elemento a mi boca y nariz debido a la sangre seca que hace de barrera entre ambas cosas, intento quitármelo, sin embargo, mis manos se encuentran inmovilizadas por lo que parecen ser grilletes, mis dedos duelen y siento que una o dos uñas se rompieron debido a la presión que el duro acero ejerce. Comienzo a entrar en pánico ante la falta de oxígeno y mi suplicio termina más temprano que tarde, pues alguien por fin se encarga de sacarlo de mi cabeza, inhalo una profunda bocanada de aire mientras mis ojos se adaptan a la penumbra que rodea el lugar.

—Por fin, creí que nunca ibas a despertar. —Enfoco el rostro de quien me ha quitado el saco y agrando el tamaño de mis ojos debido a la sorpresa.

— ¿Sam?—La incredibilidad se denota en mi pregunta, él hace un gesto de desagrado y se aparta de mi lado. — ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Volvieron a capturarte?

—Por supuesto, idiota, no estaría aquí si fuera por otra cosa. —Pone los ojos en blanco, ocasionándome un escalofrío, pues está en su modo Vadook y el gesto resulta aterrador con los ojos nublados.

— ¿Cuánto tiempo...?

— ¿Estuviste muerta? Una semana, cortaron tu cuello al menos cinco veces más para asegurarse de que no causaras problemas mientras nos trasladaban. —Me incorporo con lentitud y observo mis manos, golpeo, con fuerza sobrenatural, los grilletes contra el concreto, pero lo único que consigo es hacerlos saltar chispas, mas no quedo en libertad.

— ¿Por qué hace tanto calor?—Limpio las perlas de sudor que resbalan por mi rostro desde el nacimiento de mi cabello con mi hombro y jadeo, sedienta.

— ¿Olvidaste lo que te explicamos hace dos años? El calor es nuestro enemigo, nos debilita casi tanto como las descargas eléctricas. —Asiento, frunciendo el ceño, y chasqueo los dedos, una chispa de fuego lunar brilla y se mantiene entre ambos por dentro de los grilletes, enfriándolos de agradable manera. — ¿Cómo has hecho eso?

—Fuego lunar, ¿tú no puedes hacerlo? Quédate quieto. —Me concentro y formo una enorme, luminosa y fría esfera de fuego blanco que rodea los grilletes, después, se lo lanzo y dejo que se propague por su cuerpo, relaja la expresión y la mía se tensa. —Sam, ¿qué le pasó a tu rostro?

—Lo mismo que van a hacerte a ti. —El fuego se extingue y formo una esfera de menor volumen, la cual va dirigida a mi cuerpo esta vez. —Ahora tienen el control absoluto en mí, Lydia, y lo mismo ocurrirá contigo.

—El muñeco tiene toda la razón. —El fuego se extingue debido al susto que la repentina aparición de Marcus provoca, lo miro con rapidez, volviendo mi rostro en una máscara impasible.

Eso es, imita a Jagger, a él siempre lo respetan por lo mismo.

—Marcus, qué desagradable sorpresa. Mi último recuerdo de ti es cuando bebí hasta la última gota de sangre, en verdad me sorprende que estés vivo.

—Es claro que sigues siendo una novata en conocimientos de nuestro mundo, solo una cosa puede matarnos por completo, y eso es algo que, por tu expresión, desconoces.

—Si me lo explicaras lo conocería.

—Buen intento. —Llega hasta mí y tira de las gruesas cadenas que sobresalen al otro extremo de los grilletes, arrastrándome por el piso, el cual parece estar hirviendo. —Despídete de tu amiguito, no lo verás en muchas horas. —Sam me lanza una mirada condescendiente antes de que la pesada puerta metálica me obstruya la visión de su desgarbado cuerpo.

— ¿Qué vas a hacerme?—Inquiero mientras sigue arrastrándome, observo todo el lugar con atención, buscando rutas de escape. Lo único que encuentro son altas paredes mohosas y desnudas.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora