T R E I N T A y N U E V E

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—Ven conmigo. —Pido a mi hermano luego de desayunar, juntos salimos de la casa y la rodeamos hasta quedar a un costado suyo, donde flores de pétalos rosas resplandecen a la luz de la luna. —Sé cómo hacer que vuelvas a tu forma humana y que tengas control en el cambio, así podrás ser un lobo o un humano cuando te venga en gana.

Dya, sabes que eso es imposible. Un licántropo convertido a base de mordida que cambia fuera de la luna llena no puede volver a su forma humana, jamás.

—Bueno, se suponía que yo jamás podría embarazarme o cambiar a mi forma lobuna y mírame ahora.

De acuerdo, tienes un punto, ¿cuál es tu plan?

—Voy a obligarte cambiar desde mi forma lobuna, será algo como un espejo, solo aguarda.

Comienzo a desvestirme hasta quedar en ropa interior, ocasionando su incomodidad. Suelto una risita entre dientes y me obligo a cambiar, gruño una maldición ante el dolor que el desagarre de mis músculos y el quebrantar de mis huesos ocasiona, cinco minutos después soy una hermosa loba blanca embarazada. Acaricio el hocico de mi hermano con el mío antes de activar mi lado Vadook, después, llevo a cabo el plan que he ideado con Eridan.

Solo esperemos que esto no afecte a Alena, y que funcione, claro.

No le respondo, miro a mi hermano fijamente a los ojos y comienzo a proyectar lo que quiero hacer. Como Vadook puedo hacer que la herida de un amigo se pase a mi cuerpo y viceversa, por lo que, el lugar de una herida, proyecto a Adán el cambio de licántropo a humano, ambos comenzamos a cambiar al mismo tiempo, diez minutos después estoy viendo la nueva apariencia de mi hermano. Doy un grito de júbilo y me lanzo a sus brazos en un abrazo, mientras él se tambalea en sus pies yo despeino con cariño su cabello gris y araño sus músculos, asegurándome de que esto es real.

—Lo conseguiste, Dya. —Ambos nos sobresaltamos al escuchar su voz alta, lejos de nuestra mente, él grita de felicidad y vuelve a abrazarme, esta vez me da vueltas sobre nuestro eje. —Eres una maldita genio.

—Lo sé, lo sé. —Musito con altanería, la enorme sonrisa no deja mis labios, la suya tampoco. —Mira nada más, hermano mayor, incluso después de nuestra segunda pubertad nos parecemos, qué jodido.

—Ven acá, pequeña bocona, que quiero tocar a mi sobrina, y más le vale que patee para su tío preferido. —Se pone de rodillas y tira de mí, dejando mi vientre a la altura de su boca, deja un beso en él y comienza a acariciarlo con sus manos, manos humanas. Mierda, lo he conseguido, en verdad lo he hecho. —Hola por aquí, sobrina, te habla tu tío preferido en toda la galaxia, dame una señal presencial.

Ambos esperamos algún movimiento de la pequeña, el cual tarda unos momentos antes de ser hecho, observo con asombro cómo los ojos, ahora grises, de mi hermano se llenan de lágrimas ante el gesto de mi pequeña, inevitablemente los míos los imitan y pronto ambos estamos llorando. La risa burlona de un hombre destroza el momento.

—Los hermanos McCoffin por fin están reunidos, qué emotivo. —Me tenso y Adán se apresura a ponerse delante de mí, ocultando mi vientre del intruso, ambos gruñimos en advertencia al ver la identidad del hombre.

—Marcus. —Espeto con hastío y cruzo los brazos sobre mi pecho, observándolo con odio sobre el hombro de mi hermano. — ¿Qué es lo que haces aquí?

—Nada, solo daba un paseo a la luz de la luna, ¿acaso no puedo?—Me regala una sonrisa maliciosa, llamo a la manada por medio del enlace.

—Puedes, claro, pero no cerca de aquí, no después de lo que trataste de hacer. —Marcus chasquea la lengua, divertido, y antes de que pueda replicar la voz de Kristoff lo interrumpe.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora