Tras la muerte y desaparición de los últimos integrantes de su pequeña familia, Lydia termina en una familia de acogida, constituida por los nuevos del pueblo, todos del género masculino y con personalidades electrizantes.
Lo que ella no sabe, es qu...
Amamanto a Alena mientras observo con atención la pelea que protagonizan Tanner y Noam en un intento de que aprenda algunos movimientos de manera visual, o que al menos me dé una idea de lo que voy a realizar en cuanto terminen. Mis ojos, protegidos por mi antiguo par de gafas que uno de los sirvientes de Utarah pudo traerme de la casa de cristal en Chester Falle, pierden algunos detalles de los movimientos, pues han vuelto a ser humanos y no tienen tanta precisión en detalles como antes.
Extraño mi lado sobrenatural. Mucho. Demasiado.
Cubro mi seno desnudo cuando mi bebé queda satisfecha de su alimento y pongo su barbilla sobre mi hombro mientras palmeo suavemente su espalda, tratando de sacarle los gases. Ella suelta su tercer eructo cuando su hermano mayor y el rey de los Fallow terminan, ninguno muestra signo de falta de aliento o cansancio alguno.
— ¿Lograste captar algo?—Se mofa Utarah apareciendo a mi espalda, tenso mi cuerpo y recuesto a mi hija en su cuna móvil mientras busco la paciencia necesaria para no soltarle un puñetazo a la Ashmoke.
—Más de lo que imaginas. —Fanfarroneo y me incorporo de mi lugar en la mecedora, pongo mis manos en la parte baja de mi espalda y me estiro hacia atrás, buscando acomodar alguna vertebra tras estar tanto tiempo en la misma posición.
—Excelente. —Enarco una ceja en su dirección, desconfiada de su tono jocoso. —Porque vamos nosotras.
— ¿Nosotras en plan tú y yo?—Asiente, largo una carcajada. —Ni en tus mejores sueños, ¿me escuchas? Jamás pelearía contra ti, está más que claro que no te interesa mi bienestar desde que perdí mis lados sobrenaturales.
—Es por eso que soy la mejor adversaria, no voy a tenerte compasión y nuestro enfrentamiento será como si estuvieras peleando contra un verdadero enemigo. La experiencia hace al maestro, o como sea ese maldito dicho humano.
—Ella tiene un punto, Lyd. —Aporta Tanner, le dedico una mirada molesta que lo hace encogerse.
—Y no va a pasarte nada, literalmente. —Los cuatro llevamos nuestra mirada a la entrada de la enorme sala donde los soldados Vadook entrenan en su tiempo libre, con ella viene uno de esos soldados, cuyo rostro está completamente oculto tras la capucha de su manto. —Él es Drakar, tu nuevo Vadook, Lydia.
—Él será de ahora en adelante tu protector, te protegerá de cualquier ataque hacia tu persona, adoptando tus heridas y peleando por ti en algún duelo o batalla.
—No. —Espeto, cruzándome de brazos, alzo la barbilla. —Algo que reproché a los Seis Alphas fue precisamente eso, utilizar a los de nuestra especie para beneficio propio, me niego a recurrir a la hipocresía. Además, por algo voy a someter a mi cuerpo a este suplicio de entrenamientos y golpes voluntarios en peleas donde no tengo oportunidad alguna de vencer. De momento, al menos.
—Estás en mi tierra, Lydia, por lo tanto, bajo mis órdenes. Y si yo digo que él será tu Vadook, va a serlo, quieras o no. —Chasquea los dedos y Drakar se acerca a mí, toma uno de sus muchos cuchillos y en un ágil movimiento corta un largo mechón de mi rubio cabello, el cual se enrolla en torno a su muñeca como si de un brazalete se tratase.
Hago un gesto de desagrado con los labios y finalmente cedo, dejo un beso en la cabellera de mi hija y me acerco al círculo de pelea que Noam y Tanner han armado con colchonetas. Por lo menos las caídas que Utarah me provoque no van a dolerme demasiado. Me pongo en posición de pelea y espero el primer golpe de parte de la Ashmoke, golpe que no tarda en impactar contra mi cuerpo.
Patea mis pantorrillas dejándose caer en cuclillas en un movimiento tan veloz que mis ojos humanos no logran percibirlo a tiempo, caigo con un golpe seco contra mi espalda, robándome el aliento, y ruedo sobre mi costado antes de que una de las cuchillas que han aparecido en sus uñas se claven contra mi abdomen. Sin embargo, no me muevo con la rapidez suficiente y una de ellas logra arañar profundamente mis costillas. La sangre comienza a salir a borbotones, pero no siento dolor alguno. Miro rápidamente a Drakar y lo encuentro mirándome impasible, lo único que me dice que ha sentido mi dolor es lo tensos que se encuentran sus brazos.
—Maldita sea. —Murmuro y trato de levantarme, una potente patada por parte de mi adversaria impiden mi cometido y me lanzan varios metros lejos de mi posición inicial.
—Creí que habías capturado alguno de los movimientos de bloqueo de los chicos en su pelea de muestra, vaya que has mentido. —Sus palabras destilan burla mientras se aproxima hasta mi dirección, lanzo un gruñido gutural y me incorporo en un movimiento poco agraciado.
Algo brilla en mi visión periférica, llevo mi mirada en esa dirección y encuentro mi antigua lanza de doble cara, sonrío de manera siniestra y corro a por ella. La tengo entre mis manos en el momento perfecto de bloquear otro ataque por parte de Utarah, sus cuchillas chispean al entrar en contacto con la plata del mango de mi arma.
Hago un giro y logro hacer un tajo en su rostro, sisea de dolor y se aparta de un salto. Vuelvo a la carga yendo tras ella. Giro la lanza con una mano antes de descargar un golpe contra su muslo con la cara interna de uno de los filos, grita y cae cuando su pierna falla, me cierno sobre ella y descanso el filo contra su yugular. Mi pecho sube y baja con violencia debido al esfuerzo empleado.
— ¿Te rindes?
—Sigue deseándolo. —Gruñe antes de soplar una especie de humo contra mi cuerpo, trato de apartarlo abanicando con mi mano libre, en vano. El humo se solidifica contra mis miembros y me apresa bajo las órdenes de la Ashmoke, inundando, también, mis vías respiratorias.
— ¡Utarah, no!—Grita Noam mientras puntos rojos y negros se instalan en mi visión.
—Maldita zorra. —Mascullo como puedo antes perder el conocimiento debido a la inhalación de la gran cantidad de humo. A lo lejos Alena rompe en un llanto desconsolado.
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