C U A R E N T A y S E I S

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—Tal parece que sus esfuerzos no han sido en vano, ¿eh?—Trato de aligerar el ambiente mientras Floorent cura mis heridas, permanecen en silencio. — ¿No van a decir nada?

—Quédate quieta. —Se limita a murmurar Floorent mientras reconstruye el tabique de mi nariz, cuando el hueso regresa a su lugar inicial hago una mueca.

Formo una línea tensa con mis labios y dejo que explore mi cuerpo para asegurarse de que ha sanado todo lo que necesitaba ser sanado. Asiente, inexpresiva, y se acerca hasta su aprendiz, quien se ha estado encargando de Drakar desde que llegó al lugar. Mi guardia personal ha resultado más herido de lo que todos pensábamos.

Me levanto de mi lugar en uno de los bancos de la sala y voy hasta donde se encuentra Noam, quien lleva a mi bebé profundamente dormida entre sus brazos. Me ofrece una pequeña sonrisa y me la pasa, le devuelvo la sonrisa y tomo a mi pequeña, acomodándola de manera vertical contra mi torso, ella se remueve para acomodarse pero no despierta.

—A papá le encantaría conocerla. —Murmura Tanner a mi derecha mientras acaricia suavemente el cabello de su hermana, largo un suspiro.

—Va a conocerla, Tanner, te lo prometo. —Llevo mi mano hasta su mejilla y él descansa su cabeza en ella mientras cierra los ojos y sus facciones se relajan bajo mi tacto. —Me he dado cuenta que lo llamas papá cuando él no está presente. —Abre los ojos, me da una mirada inocente y sonríe, travieso.

—Atrapado. —Suelto una risa corta y niego, divertida. —No se lo digas o va a obligarme decirlo en su presencia.

—Voy a pensarlo. —Le guiño un ojo y una de las guardias de Utarah se adentra en la sala junto al guardia de Noam, enarco una ceja.

—La prisionera ha despertado, el otro sigue inconsciente.

— ¿Prisioneros?—Inquiero, ambos me observan y asienten, enarco la otra ceja en dirección a las criaturas que me acompañan, y protegen. — ¿Cuándo planeaban decirme algo de eso, disculpen?

—Cuando nos aseguráramos de que la niña y tú estaban a salvo.

—Claro que no nos esperábamos una escena tan grotesca, disculpa si nos distrajimos con tu asesinato. —Hace un gesto al lugar donde se encuentran las cenizas de la mujer, cortesía de Utarah. Una mueca se instala en mis labios.

—Creía que ella había actuado sola.

—Para nada, una pareja de los de su especie la ayudó, por suerte logramos capturarlos. —Relata Tanner con entusiasmo, asiento, procesando sus palabras.

—Van a interrogarla, ¿no es así?—Los tres asienten, la emoción se instala en mi pecho. —Quiero estar ahí.

—De acuerdo.

—Y ser yo quien la interrogue.

—Ni siquiera lo pienses. —Espetan los tres una escalofriante sincronía, hago otra mueca, inconforme. —Agradece que estamos permitiendo que vayas con nosotros.

—No pidas más. —Pongo los ojos en blanco, hastiada, pero asiento a regañadientes. Tenía que intentarlo.

Los cinco enfilamos hacia la salida de la sala, los guardias del Fallow y la Ashmoke nos siguen en la retaguardia, un par de Vadook nos escoltan fuera del lugar y a través de las calles hasta el templo donde meses atrás fui atacada, y donde casi acaban con la vida de mi hija. Ante el recuerdo aferro al indefenso y diminuto cuerpo de mi hija con mayor brío mientras adopto una mirada ligeramente amenazante tras el cristal de mis gafas, gafas que milagrosamente han sobrevivido a la pelea.

Nos adentramos en el templo, atravesamos las hileras de bancos que hay en él y llegamos hasta una enorme puerta forjada en el mismo material que el templo, sin embargo, está reforzada con remaches de hierro y oro. Floorent eleva una mano, sacándola de su escondite dentro de su manto, y la posa sobre una de las lunas en cuarto creciente de oro de la puerta, un segundo después los pestillos que la mantenían cerrada se quitan y la puerta se abre, revelando un oscuro pasillo iluminado con antorchas de fuego lunar y de Ashmoke.

Cambio la posición en la que se encuentra Alena mientras caminamos a lo largo del escambroso pasillo, su cabeza descansa contra uno de mis senos cuando nos detenemos ante una hilera de celdas, echo un vistazo a mi izquierda y encuentro lo que parecen ser salas de interrogatorios antiguas, en una de ellas se encuentra una chica con cierto parecido a la mujer que he asesinado. El trío de criaturas que salvaguardan mi seguridad les hacen un gesto a sus respectivos guardias, quienes se apartan y nos permiten la entrada a dicha sala.

Un cosquilleo me embarga cuando entro en contacto con el ambiente que hay en la cabina, cosquilleo que recorre mi piel y ocasiona un violento escalofrío que va desde mi nuca, baja por mi columna y termina en los dedos de mis pies. Mi vista se ve afectada por el mismo, es como... como si utilizara más graduación de la necesaria. Desvío mi atención a Alena gracias al suspiro que suelta, frunzo profundamente el ceño cuando sus ojos me regresan la mirada, ojos que han pasado del rojo escarlata al negro azabache. No castaño oscuro. Negros.

—Algo ha... cambiado con Alena. —Informo a mis acompañantes, quienes rápidamente me rodean y aproximan sus rostros al de mi hija, los cuatro sueltan un jadeo colectivo. — ¿Por qué sus ojos son negros?

—Yo tengo la respuesta a eso. —Los cinco dirigimos nuestra atención a la prisionera, quien nos observa con profundos ojos negros. Me adelanto a todos.

—Entonces habla antes de que corte tu lengua y encuentre otra manera de obtener lo que deseo saber. —Amenazo, rabiosa, nadie me detiene. Ella se limita a observarme. —Noam. —Pido, el rey Fallow no necesita que se lo repita dos veces para acercarse a la chica y tomar uno de los extremos de su sombra. —Estoy hablando en serio, niña, no me orilles a hacer algo que deseo.

—Debes tener un alma muy retorcida si lo que deseas es torturar a una chica que ni siquiera ha alcanzado la mayoría de edad humana.

—Por mi hija soy capaz de todo. —Tras mis palabras asiento a Noam y él comienza con la tortura, aferra firmemente uno de los extremos de la sombra y tira lentamente de ella, separándola de su dueña, ocasionando así un terrible dolor en nuestra víctima.

Ella grita y eleva las palmas de sus manos en contra del cuero de las correas que rodean sus muñecas mientras su córnea se ve inundada por el color de su iris, un hormigueo se instala en mi vientre y lanzo un grito cuando todos en la sala comenzamos a levitar. Aferro a Alena contra mi pecho mientras me voy de espaldas y trato de darme la vuelta para protegerla contra la dureza de la piedra del techo cuando nos aproximamos a él.

— ¡¿Qué carajos es ella?!—Cuestiono, alarmada, mientras los observo luchar contra la gravedad con el propósito de volver al piso, yo me mantengo en el techo, sujetando firmemente a mi hija contra mí.

—Soy una Koodav, prima cercana de los Vadook. —Explica ella tras soltarse de las correas, sonríe maquiavélicamente y se acerca a nosotras, la gravedad no parece afectarle. —Mi gente y yo pertenecemos, y servimos, al lado oscuro de la luna.

Trago con fuerza cuando chasquea los dedos y tanto Alena como yo comenzamos a caer, grito y me hago un ovillo, tratando de proteger a mi hija del impacto contra el suelo, el cual parece hacer trizas mi columna vertebral. Jadeo en busca del aire perdido y doy un alarido cuando me arrebata a mi bebé de los brazos, pugno por levantarme pero mis piernas han dejado de responderme.

— ¡Alena!—Aúllo mientras observo a la chica atravesar la puerta y llevarse a mi bebé con ella. — ¡No!—Mis ojos se cristalizan y lo único que puedo hacer es observar cómo es que burla toda la seguridad antes de desaparecer por el oscuro pasillo.

 — ¡No!—Mis ojos se cristalizan y lo único que puedo hacer es observar cómo es que burla toda la seguridad antes de desaparecer por el oscuro pasillo

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Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora