D I E C I S I E T E

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Mi grito quebranta la tranquilidad del bosque.

Caigo sobre mis rodillas, mis manos quedan enterradas bajo la nieve, y arqueo mi espalda, escuchando y sintiendo a mis huesos romperse uno a uno sin piedad alguna. Mis ojos entran en contacto con la luz de la luna llena, quien es espectadora de mi tormento, sigo observándola hasta que cierro los ojos con fuerza cuando mi columna finalmente se parte, arrancándome otro estridente grito.

No voy a dejarte cambiar, Dya, solo seremos tú y yo. Siempre.

—Por... favor. —Saliva sale disparada entre cada palabra debido al esfuerzo, ignoro el asco que eso me produce.

No.

Grito de nuevo y caigo sobre mi costado, la nieve comienza a teñirse de rojo escarlata debido a que mis huesos rotos atraviesan mi piel y causan profundas heridas, el corazón me late en los oídos, ensordeciéndome ligeramente. Permanezco inmóvil, contando el número de movimientos ascendentes y descendentes de mi pecho, tratando de ignorar el dolor.

— ¡Dya!—Mi primo aparece en mi campo de visión, preocupado, me aferro a su brazo con ahínco, buscando alivio. —Hazlo.

—Va a dolerte.

—Solo un poco. Vamos, hazlo.

Dejo un sonoro beso en su mejilla a modo de agradecimiento y clavo mis uñas en su brazo, pronto el dolor comienza a disiparse mientras mi tormento pasa a ser suyo, su respiración se agita y la mía se calma, mientras sus huesos comienzan a romperse mientras los míos se detienen y sanan. Lo abrazo con fuerza mientras su cambio sigue, intentando no romper el contacto, pues sigo en enseñanza para controlar mi lado Vadook, y pronto tengo a un enorme lobo gris recostado en mi regazo.

—Gracias. —Susurro, él lame mi mano, y permanecemos en la nieve, esperando que el tiempo pase para que ya no necesite de su ayuda.

Horas después regresamos a nuestra cabaña cerca del sendero, el rumor de la cascada llega hasta nuestro desarrollado sentido auditivo, echo un último vistazo a mi alrededor antes de entrar tras Zek, mi padre corre a abrazarme.

— ¿Cómo te sientes?

—Más cansada que adolorida, no te preocupes. —Beso su frente y cierro la puerta de una patada, me lanza una mirada reprobatoria. — ¿Qué hiciste para cenar? Por favor, Rakfisk no, estoy harta de él.

—Es eso o Grillet tørrfisk, tú decides.

Rakfisk. —Mascullo entre dientes y voy a sentarme, instantes después pone ante mí un plato repleto del pescado, acompañado de un enorme vaso de sangre. —Gracias.

—Prometo que mañana habrá reno o alce, lo primero que Jagger logre cazar. —El susodicho hace una mueca de disgusto tras mi padre, la cual cambia a su acostumbrada inexpresividad cuando mi progenitor voltea a verlo.

—Lydia irá conmigo, así aprenderá.

—Pero yo no puedo cambiar.

—Eso lo sé, pero también existen las armas, y creo que ya es momento de que aprenda a usar una. Duerme bien, mañana será un largo día.

.....

—Ya me arrepentí, no quiero hacer esto. —Murmuro en cuanto Jagger pone la escopeta en mis manos, es pesada, abarca la mayor parte de mis brazos y se siente demasiado... mortífera.

—Tienes que aprender a usar un arma.

—Soy una Vadook.

—Por eso mismo, eres una Vadook, criatura desea por el mundo sobrenatural, y no precisamente para entablar una linda y duradera amistad. —Aunque su tono es sarcástico y burlón, su rostro se mantiene impasible. Es como hablar con una maldita pared andante. —Apunta hacia ese tronco.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora