V E I N T E

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Mientras camino de regreso al bosque observo el pueblo que me rodea, los comercios son pequeños y las casas están demasiado cerca una de la otra, el único edificio de gran tamaño es el instituto, que abarca la mayoría de la manzana en terreno, es de un solo piso y su estilo es victoriano y antiguo, demasiado antiguo. Paso frente a él sin quitarle la vista de encima y cruzo la calle, un extraño sentimiento se instala en mi pecho al dejarlo atrás.

—Uhm, disculpa. —Detengo mi andar y miro sobre mi hombro a la mujer que me dio la manta, me da una sonrisa tímida y extiende algo en mi dirección. Es un termo con sopa dentro, su maravilloso aroma lo delata. —Tómalo, te ayudará a entrar en calor.

—No puedo hacerlo, vivo lejos de aquí y no podría devolverle el termo.

—Puedo comprar otro, tómalo, por favor. —Lo hago, ligeramente desconfiada, y le ofrezco una diminuta pero sincera sonrisa.

—Gracias. —Doy un sorbo, saboreando su exquisito sabor, y sigo mi camino. Diez minutos después estoy adentrándome en las profundidades del bosque, el termo tiene la mitad de su contenido ahora.

Me detengo en un claro y agudizo mi oído, buscando el sonido de la cascada que queda cerca de mi casa, escucho ligeramente su rumor y comienzo a correr, dejando que el apenas audible sonido me guíe. Salto un tronco caído y un lobo me atrapa al vuelo, ambos caemos contra la nieve con un golpe sordo que hace temblar mis huesos.

—Maldita sea, Jagger, primero me tiras al océano y ahora me atacas, ¿cuál es tu maldito problema?—El lobo ignora mi hostilidad y comienza a lamer mi rostro, acaricio su dorado pelaje y él cambia de forma, observo maravillada todo el proceso mientras me observa, su ceño se encuentra fruncido y casi puedo jurar que está preocupado. — ¿Qué ocurre?

—Lo siento, no debí...

— ¿Soltarme y dejar que la corriente me arrastrar y me ahogara?

—Existe algo que se llama sutileza, ¿sabes?

—Otra cosa que existe es la empatía, y no pareces conocerla del todo.

—Touché. —Una sonrisa se instala en sus labios, dejándome deslumbrada, nunca antes lo había visto sonreír de esa manera. — ¿Qué tal te encuentras?

—Estoy bien, solo un poco mojada, pero ya entré en calor. —Ambos nos levantamos de la nieve, me inclino sobre el termo mientras el acomoda su ropa, tal parece que pueden cambiar de forma sin romper su ropa si lo desean. — ¿El resto?

—Tu padre casi me castra cuando se enteró de lo ocurrido, pero Jameson hizo de abogado del diablo y mis bolas quedaron a salvo.

—Felicitaciones. —Suelto una carcajada y doy un trago a mi sopa, él mira con curiosidad el termo. — ¿Quieres?

— ¿Tratas de envenenarme?

—No...

—Entonces sí, dame un poco, huele exquisito. —Le paso el termo mientras echo sobre mi hombro mi cabello aún mojado y dirijo mi mirada rápidamente a Jagger cuando lo escucho gemir. —Esto está muy bueno.

Reprimo mi burla hacia su persona y comenzamos a caminar, él me devuelve el termo, casi vacío, cuando la cabaña aparece ante nosotros. Bebo la última gota del contenido en el recipiente y subo las escaleras del porche, entro la cabaña y no pasa mucho tiempo antes de tener a mi padre sobre mí, asfixiándome en un abrazo de oso.

— ¿Qué hay para cenar?

— ¿En serio, Dya? Literalmente acabas de volver de la muerte, ¿y preguntas por comida? —Se mofa Zek, burlón, dejando un beso en mi coronilla con cariño.

—Déjame, mi cuerpo pide a gritos comida, y no precisamente humana.

—Toma. —Atrapo la bolsa de sangre fría que Jameson me lanza, dejo que mis colmillos crezcan y los clavo con firmeza contra la bolsa, succiono con avidez y en menos de un minuto la bolsa está vacía.

— ¿Cuántas nos quedan?

—Solo tres. Cuando termine la elección del Alpha iremos a buscar más.

—Hay una clínica en el pueblo, podría regresar y robar unas cuantas bolsas.

—Eso lo decidiremos después. —Mi padre me mira a los ojos y después a Jagger, suspira y señala el patio trasero. —Es hora del duelo. Lydia, ve a cambiarte y reúnete con nosotros.

Corro escaleras arriba y entro en la habitación que comparto con mi hermano y primo, abro el baúl con mis pertenencias dentro y saco un pantalón de lycra y un top deportivo color gris. Seco lo mejor que puedo mi pelo y después dejo que caiga libre por mi espalda, las puntas causan un cosquilleo en mi cadera. Calzo mis pies en un par de tenis negros y salgo por la ventana, aterrizando con un golpe sordo en la nieve al lado de Zek, quien asiente en mi dirección y me indica con un gesto que me coloque dentro del círculo que han formado a modo de ring de pelea. Jagger me espera dentro.

—Es un duelo a rendición, no a muerte. Pueden utilizar sus lados sobrenaturales, no habrá consideración o preferencia alguna hacia ti, Lydia, al no poseer forma lobuna alguna, estás aquí porque así lo deseaste y por tus métodos de pelea. Que gane el mejor.

Pongo un mechón gris tras mi oreja y trago con fuerza al ver a Jagger cambiar, el lobo de pelaje dorado me observa con ferocidad y sin piedad, tenso mi cuerpo y me preparo, devolviéndole la mirada.

Acabemos con esto de una vez.

Cierro los ojos un segundo, los ojos tras mis párpados me devuelven la mirada y su cuerpo abraza al mío con su frialdad, abro los ojos al escuchar a las cadenas tintinear, observando todo con el ya acostumbrado matiz nublado, y sonrío con crueldad en dirección a Jagger, mientras que una especie de lanza con doble filo se forma de una de las cadenas que hay en torno a mis muñecas, el lobo gruñe y se abalanza sobre mí.

Sin piedad, Dya.

—Sin piedad, Eridan. —Mascullo y salto al encuentro de Jagger, llevando una de las caras de la lanza sobre mi cabeza, el filo de la otra brilla con intensidad antes de entrar en contacto con el pelaje dorado de mi contrincante.


 —Mascullo y salto al encuentro de Jagger, llevando una de las caras de la lanza sobre mi cabeza, el filo de la otra brilla con intensidad antes de entrar en contacto con el pelaje dorado de mi contrincante

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Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora