Pongo una mano en la parte baja de mi ahora enorme vientre y hago una mueca ante el dolor que la patada de Alena me ocasiona. La niña que se encontraba jugando con mi cabello y algunas de las flores regionales entra en pánico ante mi gesto y, antes de que pueda detenerla, corre en busca de ayuda. Aquí vamos otra vez.
— ¡Eridan! ¿Va todo bien?—Contengo un grito ocasionado por el susto cuando Noam aparece de la nada delante de mí, saliendo de mi propia sombra.
—Alena y yo estamos bien, pateó e hice un gesto, y la niña...
—Corrió a avisarnos, aterrada, diciendo que el bebé estaba por nacer.
—No entiendo por qué es que le siguen creyendo, tengo siete meses, no nueve.
—No es un embarazo normal, Eridan, no sabemos si el tiempo de gestación será como el de los humanos, como el de los licántropos o como el de una Vadook, en cuyo caso no sabemos absolutamente nada. —Frunzo el ceño, enfurruñada, pues sé que tiene razón, solo que no quiero, ni voy, a dársela en voz alta.
—En fin, ayúdame a levantarme, por favor, es hora de mi caminata. —Tiendo las manos en su dirección, él me las toma con delicadeza y tira de mí, mi vientre rebota ligeramente ante la acción, cosa que parece consternarle y preocuparle, le resto importancia con un gesto. —No pongas esa cara, Noam, no voy a romperme y a Lena tampoco le pasará nada por un pequeño movimiento.
—Lo sé, pero ella es tan indefensa...
—Y su madre peligrosa cuando de su seguridad y bienestar se habla, así que para de lamentarte y vamos a la sala, Tanner debe estarme esperando.
Asiente y juntos salimos de mi habitación, caminamos a través del largo pasillo adornado únicamente con fotografías de los distintas fases de la luna y pronto llegamos a la sala de estar, donde la niña que antes jugaba con mi cabello ahora lo hace con el de Tanner, quien tiene el comienzo de una tiara hecha de flores silvestres de colores rosa brillante, azul oscuro y plata en el centro de la cabellera dorada. Muerdo mi labio inferior, conteniendo una sonrisa burlona, y espero pacientemente durante diez minutos hasta que ella acaba.
— ¿Cómo me veo?—Inquiere él, haciendo poses raras que la hacen reír, yo me uno a las risas un segundo después.
—Magnífico, Noelle ha hecho un buen trabajo. —Halago, ella hace un gesto que me da a entender que se ha avergonzado tras el manto blanco que la cubre. —Ahora, si nos disculpas, pequeña, tenemos una caminata que realizar.
Salgo de la casona con Tanner detrás de mí, entrelazo mi brazo con el suyo y emprendemos nuestra ya acostumbrada caminata por las calles de Gaanvdok, a nuestro paso devuelvo los saludos que los ciudadanos me ofrecen mientras que Tanner se encarga de llevar los obsequios que hacen a Alena, la bebé milagro, como todos la conocen.
— ¿Estás seguro de que no necesitas ayuda?—Pregunto, burlona, viéndolo batallar con la montaña de obsequios que lleva en sus musculosos brazos.
—No puedes cargar peso y lo sabes a la perfección.
—Oh, por favor, cargar un vestido de seda no va a hacer que el parto se me adelante. —Me pongo de puntillas y aligero su carga, tomando entre mis brazos una porción de ropa y juguetes para mi hija, Tanner me maldice por lo bajo.
—Solo estoy cuidándolas, Lyd, por favor.
—Pero exageras al hacerlo. —Me excuso con un encogimiento de hombros, doblamos una calle y pronto estamos de regreso en el porche de la casona. La primera vuelta de la caminata ha culminado, faltan otras cuatro.
—Espera aquí mientras guardo esto.
—Tranquilízate, no iré a ningún lado. —Le guiño un ojo y me siento en uno de los escalones de granito y madera con cierto trabajo, él recoge las cosas de mis brazos y se adentra en nuestro hogar temporal.
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Luz de luna
WerewolfTras la muerte y desaparición de los últimos integrantes de su pequeña familia, Lydia termina en una familia de acogida, constituida por los nuevos del pueblo, todos del género masculino y con personalidades electrizantes. Lo que ella no sabe, es qu...